𝐄𝐱 𝐚𝐦𝐨𝐫𝐞 𝐚𝐠𝐞𝐫𝐞

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Quién iba a decir que sería tan fácil encontrar un pueblo, luego de vagar por los bosques casi siete días al fin encontraba civilización, a partir de este punto solo quedaba buscar entre los pueblerinos a su hermano. En el centro del pueblo, justo en la fuente con la estatua de los reyes, se encontraban algunos soldados en una mesa, al parecer anotando ciertas cosas, posiblemente enlistando a nuevos idiotas que servirían a la corona, caminó entre la gente hasta que observó como un hombre amenazaba a un niño con un cuchillo, gritándole que cortaría su mano por ladrón, aunque aquel ser era de procedencia oscura, no iba a dejar que nadie dañara a un inocente hambriento, se acercó a donde se estaba dando el problema y detuvo justo a tiempo el brazo del hombre, quedando a pocos centímetros de la piel del niño la hoja del afilada del cuchillo.

- Pero ¿Quién se ha creído?- Gritó el hombre mirando a la cara al dios, este empujó al tipo y colocó al niño detrás de él.

- ¿Qué es lo que esta pobre alma ha hecho para que creas tener el poder de cortarle su mano?- El salvador del joven, quitó su capucha de su cabeza y miró al hombre directamente a sus ojos, pudo sentir cierto temor por parte del humano.

- Robó frutas de mi puesto, es algo que no puedo perdonar.- En su voz se notaba el temor.

- Le he dicho que mi hermana está pequeña y hambrienta, prometo pagarle cuando consiga un empleo.- Johnny miró de reojo al niño detrás de él y luego al hombre.

- Empaque su mejor fruta, verdura e incluso las mejores carnes, de todas las que tenga, solo hágalo, yo me hago cargo.- El hombre no se quejó solo comenzó a seguir las órdenes dadas por Johnny, este se dió vuelta y arrodilló para quedar del mismo nivel que el niño.- Llevarás de comer a tu casa, te ayudaré a llevar todo.

- Prometo que le pagaré todo un día, señor, solo debo conseguir empleo.- El pequeño tomó la mano de Johnny y la acunó en su mejilla.

- Los niños buenos no deben trabajar, deben estudiar y ver tu valentía ha pagado esta deuda.- Su conversación fue interrumpida por el llamado del vendedor, el Dios retomó su postura y observó como el hombre tenía listo todo el pedido que le había hecho, sacó del bolsillo de sus ropas cinco monedas de oro y las entregó al hombre, el cual abrió sus ojos lleno de sorpresa.- Esto es por cada producto empacado y una recompensa para que nunca más vuelva a amenazar a un niño, el día que lo haga desatará una maldición que lo llevará a la ruina.

Johnny tomó los canastos, le entregó uno al pequeño y él llevó los otros dos, siguiendo el paso alegre del niño, el Dios supo lo que era tener hambre y aquella inocente criatura no debía vivir lo mismo. Caminaron algunos minutos hasta llegar a una pequeña casita de piedra cerca del bosque, era la más alejada del pueblo, el niño abrió la puerta con fuerza y una enorme sonrisa en su rostro, Johnny no pudo evitar sonreír ante su emoción.

- MIRA MARIE TENEMOS COMIDA, PODRÁS COMER ESTA NOCHE.- gritó el niño con fuerza, cuando el Dios entró tras él su corazón se quebró...
Una pequeña niña de al menos diez meses se encontraba de pie en su encierro sucio y con sábanas rotas, a pesar de todo la bebé reía al ver la emoción de su hermano. El niño colocó su canasta ensobre una vieja mesa de madera y caminó hacia la niña para tomarla entre sus brazos, Johnny repitió la acción del niño dejando todo sobre la mesa y miró como él pequeño se acercaba a él con la pequeña en sus brazos.

- Mira Marie, gracias a él podrás comer por muchos días, hasta pudimos traerte leche por lo que vi en mi canasta.- la niña miró al hombre y dedicó una sonrisa encantadora, sin pensarlo, aquel dios hechizado por los niños, tomó a la pequeña entre sus brazos.- Bienvenido a nuestra casa, señor.

- Puedes llamarme Johnny, ¿Cuál es tu nombre?- preguntó mirando al pequeño, sus ojos brillaban por la emoción.

- Yo me llamo Ares, soy el hombre de la casa.- el niño hizo una pequeña pose y Johnny río por ello.

- Un placer, Marie y Ares, ¿Dónde están sus padres?- preguntó Johnny tomando asiento en un pequeño banco que el niño le había alcanzado. Sus condiciones de vida eran terribles.

- Mamá murió cuando Marie nació y nuestro padre se marchó cuando cumplí mis seis años, dijo que yo ya era lo suficiente mayor para cuidar de Marie y de mi mismo.- La sangre del dios hirvió al saber lo que había hecho ese hombre.- Ya han pasado seis meses, desde entonces yo tengo que robar para que la pequeña Marie pueda mantenerse sana, es una aventura cada día, pero gracias a ti ¡tendremos comida por muchos días!

Sintió sus ojos humedecer, miró a la pequeña y dejó un suave beso en su mejilla, luego miró al niño, tenía razón, la niña estaba bien alimentada y sana, pero el pequeño no del todo.

- Tú... ¿Estás alimentándote bien?- preguntó llevando una de sus manos al cabello despeinado del pequeño.

- Oh no, bueno, algunos días cuando consigo la suficiente comida puedo comer con Marie, pero cuando es poca, prefiero que la bebé coma, yo soy grande y podré aguantar un poco más.- el niño mantenía su sonrisa, el dios pudo notar su valentía y amor por su hermanita.

- Ven aquí.- Johnny se sentó en el suelo para mayor seguridad y sentó al niño a su lado, la pequeña se encontrada sentada sobre su pierna derecha.- No vas a volver a robar nunca más en la vida, tampoco pasarán hambre ni vivirán en estas condiciones, irás a la escuela, estudiarás y serás un gran hombre, Marie será una dama independiente y poderosa también.

- Wow... eso me encantaría, señor Johnny, pero es imposible, no tengo para comprar mis útiles y en las escuelas no me aceptan porque no me ducho...- bajó su cabeza y Johnny se encargó de levantarla colocando su dedo índice en su barbilla.

- Es tu día de suerte, acabo de llegar al pueblo y estoy en busca de un hogar, ¿Conoces alguna casa que esté en venta?- preguntó mirando al niño.

- Hay una muy grande aquí cerca, también está lejos del pueblo como la nuestra, pero es inmensa, con hermosos jardines.- pudo notar el brillo de ilusión en sus ojos color avellana.

- Recoge tus pertenencias y yo te ayudaré con las de Marie...- el niño le interrumpió

- Tengo una vieja carreta que podemos usar.- se levantó casi saltando por la emoción.

- Subiremos todo a tu carreta y nos iremos de aquí, tendrás una nueva casa y la vida que tanto merecen Marie y tu, prometo que serán muy felices.- el niño sin pensarlo más corrió en busca de sus pertenencias y las de su hermana, prohibiéndole al hombre ayudarle a guardar cosas, así que él dios colocó a la niña en su cuna y llevó los canastos con comida a la carreta que por suerte era bastante grande. Colocó sus dedos y silbó con fuerza, entre los árboles observó a su fiel amigo.

- Necesito que tomes forma de caballo, necesitaré de tu fuerza, tenemos en nuestra guardia a dos pequeñitos huérfanos.- recibió un bufido como respuesta y en segundos salió de entre los árboles un precioso caballo negro, Johnny colocó todo lo necesario para amarrar la carreta en su caballo.
El niño salió con sus cosas así que el dios se acercó a él para ayudarle a subir todo, por último salió con la bebé en sus brazos y una sonrisa preciosa adornando su rostro. El pequeño miró a su casa y se despidió con su mano antes de acercarse al Dios. Tomó a los dos entre sus brazos, primero sentó al niño sobre su caballo y le entregó a la niña con mucho cuidado.

- Guíame desde ahí, tu serás quien me muestre el camino.- los niños sonrieron desde su asiento y el pequeño abrazó a su hermana.- mi fiel amigo no dejará que ustedes se caigan, confíen en él.

Así fue como los tres seres emprendieron su camino a un nuevo hogar, Johnny iba con otros planes, pero encontrarse con aquel niño había cambiado todo, aunque era un dios oscuro no podía dejar a su suerte a un par de pequeños que en las condiciones que vivían, un año no habría sido suficiente para sobrevivir.

𝐃𝐀𝐑𝐊 𝐊𝐈𝐍𝐆𝐃𝐎𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora