VII

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- Quédate en el auto - Ordenó Alex a la vez que terminaba de cargar su arma y se disponía a salir del auto.

- ¿Disculpa? - Fargan lo miró extrañado, esperando haber escuchado mal. -¿Acabas de pedirme que me quede aquí? - repitió.

- Si - respondió el menor con completa tranquilidad.

- No - le reprochó el otro completamente convencido.

- Fargan... - empezó a decir, pero no lo dejó terminar.

- Olvídalo, no me quedaré aquí encerrado mientras te pones en peligro - Alex rodó os ojos con pesadez, estaba cansado del mismo cuento.

- He hecho esto cientos de veces - aclaró - en ninguna de ellas necesité ayuda de nadie. - presumió.

- No me quedaré aquí - sentenció y retó al comisario con la mirada.

- Claro que lo harás - Alex se abalanzó hacia adelante, cortando la distancia entre ellos y juntando sus labios por apenas unos segundos.

 Segundos que fueron suficientes para desconcertar a Fargan. Apenas sintió aquellos finos labios contra los suyos, su corazón comenzó a latir a mil por hora, sus mejillas se tiñeron de rojo y la confusión se le dibujó en el rostro. Ni siquiera le dio tiempo a reaccionar cuando Alex abandonó el auto y lo cerró desde fuera con la llave eléctrica.

- No, ¡Alex, espera! - apenas volvió en sí y se dio cuenta de la sucia estrategia del comisario para distraerlo se lanzó sobre la puerta, pero le fue imposible abrirla. La maldita patrulla estaba diseñada para retener criminales, abrirla desde dentro era simplemente imposible. - ¡Alex! - gritó con desesperación mientras golpeaba el vidrio blindado y lo veía alejarse.

Si, el comisario acababa de besar a su compañero con la única intención de escapar sin que éste le siguiese, después de todo, seguía siendo un maldito orgulloso. Quería esta victoria para sí, no quería compartirla con Fargan. 

Su orgullo y egoísmo lo meterían en problemas, eso era seguro. Por más jodidamente fuerte o inteligente que fuera, era imposible ganar uno contra 10, le superaban en número y poseían armas mucho más chetadas que la suya. Aún así se adentró al obscuro muelle entre sigilosos pasos.

No soltó su arma en ningún momento, estaba atento de todo y de todos y ya tenía un plan en la cabeza. La llave del auto reposaba en el bolsillo de su chaqueta, solo hacía falta presionar un botón para liberar a Fargan, quien, suponía, no pararía de forcejear contra la puerta hasta que esta se abriera. Confiaba en que si las cosas se complicaban, su compañero llegaría a tiempo para echarle un cable. Aún así esperaba no usar ese recurso.

Si Samuel se enteraba de que se había arriesgado de esa manera, seguramente se metería en problemas, pero no era momento de pensar en eso. 

Siguió avanzando con sigilo hasta que los murmuros llegaron a sus oídos. Ya estaba lo suficientemente cerca, solo debía esperar el momento perfecto para atacar. 

Analizó el área, habían 5 tipos en el muelle principal desempacando la mercancía, entre ellos el líder, dos más vigilaban la entrada para evitar o advertir interrupciones e incluso fue capaz de detectar dos más ocultos sobre las bodegas de carga. Antes de planear una estrategia debía detectarlos a todos. 

- Cinco... - susurró - siete... - otra leve pausa - nueve... - sus ojos viajaron por toda la zona - Nueve - repitió - ¿Dónde...? - ¿Dónde estaba el último? 

- Pero mira nada más - se tensó al escuchar una voz ajena a sus espaldas y se giró rápidamente, listo para disparar aunque eso comprometiera su ubicación.

Protector of Your Love //Fargexby//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora