XLVIII

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Fargan no tardó en salir del hospital. Mejor aún. Salir caminando por su propia cuenta.

Tal y como había dicho y presumido, no era la primera vez que le disparaban, aunque quizá si la primera vez que recibía una atención tan buena después de tal acto, así que estaba seguro de que esa cicatrizaría mucho mejor que las anteriores. 

Igualmente estaba feliz, tendría una nueva marca en su piel y lo mejor es que podía presumir de haberla obtenido por el único motivo por el cual jamás se imagino que llegaría a tenerla... por amor.

Aún así hizo caso a la petición de Alejandro, se instaló en su casa. Y aunque Samuel le ayudaba a cambiar su vendaje y limpiar su herida, la realidad es que Fargan solo se sumaba para ser uno más de los esclavos de Alex en su larga recuperación de 6 semanas. 

- ¿Cómo te sientes hoy? - por más que pasaban y pasaban los días, Fargan no se cansaba de hacerle la misma pregunta todos los días a todas horas a Alex. 

Ayudó al menor a sentarse sobre la cama, siendo que se encontraba recostado unos instantes atrás, y le entregó una taza de té.

- Me sentiría mejor si dejaras de darme esta mierda y me trajeras un café - respondió con su típico humor de la mañana, pero igualmente aceptó la taza a la cual sopló antes de llevársela a los labios.

- Te ayuda para el dolor, te lo dije - le recordó como todas las mañanas que el menor le reclamaba por lo mismo. Se sentó al borde de la cama y le frotó el alborotado cabello con cariño.

- No se de dónde sacas esas tonterías. - aunque era la primera vez que sacaba ese comentario. Fargan se quedó pensativo un momento, momento que se alargó hasta el grado en que su mirada se quedó perdida en alguna parte de la habitación logrando que Alex se preocupase. - ¿Cariño? - lo llamó para tratar de recuperar su atención, pero no hubo respuesta - ¿Hola? - pasó la mano por enfrente del mayor, quien finalmente salió de su trance y sacudió la cabeza.

- Lo siento - se disculpó rápidamente. 

- ¿Esta todo bien? - aquellos ojos llenos de preocupación lograron que Fargan entrara en confianza.

- ¿Recuerdas cuando te conté sobre... Bueno, mi pasado? - Alex asintió - Pues, luego de que mi padre muriera un anciano se hizo cargo de mí - admitió por primera vez - Él me enseñó muchas cosas y me cuidaba cuando me lastimaban en la calle - le quitó la taza a Alex para asomarse en ella, logrando ver su distorsionado reflejo en la infusión - Él me daba estas cosas cuando me rompía... o rompían algún hueso - le devolvió la bebida. - Siempre me hacía sentir mejor - 

Alex lo miró con admiración durante largos segundos. No cabía duda de que cada día lograba enamorarlo más y más. Prometió no volver a quejarse del té nunca más.

No pudo decirle nada al respecto, la puerta fue golpeada con suavidad y al ambos saber de quien se trataba lo invitaron a pasar.

- Buenos días - saludó Samuel. 

Esos días el superintendente se había negado a alejarse de Alex, así que se había mudado de manera temporal al lujoso departamento del comisario. Fargan incluso se había acostumbrado a ver a aquél pulcro hombre en pantalón de chándal y el cabello sin peinar.

- Hola - respondió Alex mientras lo veía acercarse. 

Samuel revisaba sus moretones todas las mañanas. La mayoría ya habían desaparecido, pero aún había algunos que requerían algo de hielo de vez en cuando, también revisaba que sus muñecas cicatrizaran correctamente y claro, se encargaba de palpar el torso del menor con una delicadeza que solo él tenía para revisar el avance de sus costillas.

Protector of Your Love //Fargexby//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora