XLIX

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- ¿Cómo? - Fargan miró a Alex con los ojos bien abiertos por la sorpresa.

- Lo que escuchaste - reafirmó el menor con la voz cargada de seguridad y una mirada que reflejaba pura determinación.

- Vale... - el mayor trató de normalizar sus reacciones. - ¿Estas completamente seguro? - aunque la expresión de Alejandro no cambió, no encontró su voz y únicamente fue capaz de asentir con la cabeza. 

- Hagámoslo entonces - Fargan le ofreció una sonrisa tranquilizadora que rápidamente lo relajó. Soltó el aire contenido y le regresó la sonrisa. 

Su recuperación finalmente había terminado y parecía que las cosas volvían a la normalidad. Samuel había regresado a su casa con su gata y esta vez eran más las horas que pasaba Rubén en aquél sitio que las que pasaba el superintendente en el edificio del menor. 

Fargan por otro lado, pasaba casi todas las noches ahí, exceptuando quizás las raras ocasiones en las que Alex accedía a quedarse en su departamento. 

Todos habían regresado al trabajo y el comisario estaba más centrado que nunca, sin embargo, los últimos días había tenido una pequeña espina clavada en la mente. 

Espina que había decidido arrancar finalmente.

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Alex permanecía con las manos pegadas al volante, completamente inmóvil a pesar de que hace más de 10 minutos se había estacionado al otro lado de la calle en la que se encontraba situada aquella casa.

No era la misma de su infancia, no. Esta era más humilde, aunque igualmente cómoda y situada en un vecindario decente.

Su corazón palpitaba con fuerza, haciendo a su pecho subir y bajar desbocado mientras miraba fijamente la fachada del hogar, estaba asustado.

- Cuando estés listo - escuchó un dulce susurro a su lado y una mano se posó sobre una de las suyas en el volante.

Por más miedo que sintiese, ese tacto siempre era suficiente para despejar todas sus dudas. Finalmente apartó la vista de la casa y se giró para ver al moreno a los ojos. Esos sinceros ojos ambarinos que eran los únicos que le daban paz en ese preciso momento.

Inhaló lentamente y exhaló con la misma paciencia sin apartar los ojos de los de Fargan.

- Bien, ya es tiempo - apartó las manos del volante y desabrochó su cinturón de seguridad. Se llenó de valor en el momento en el que abandonó el coche y cruzó la calle. No hacía falta que mirara hacia atrás, sabía que Fargan lo seguía y eso le daba aún más valor.

Todo fue bien, se plantó frente a la puerta y llevó su mano hasta el timbre, pero sus movimientos se detuvieron en seco y una nueva parálisis se apoderó de su cuerpo.

Otra vez el estómago se le llenó de terror. Se sentía mareado y casi sin respiración.

Fargan volvió a tomar su mano y la empujó apenas un poco, solo para ver las reacciones del menor y asegurarse de que el movimiento que pretendía no le causaría ninguna molestia. Obtuvo una buena reacción, la mano ajena se relajó sobre la suya, dándole completo control de los movimientos siguientes.

Así que lo hizo, empujo el dedo anular de Alejandro hasta que este presionó el botón y aquél característico sonido le detuvo el corazón por un momento. Fargan aumentó su agarre para transmitirle la paz que fuese necesaria.

- Todo esta bien - susurró al sentirlo temblar.

Los segundos pasaron y a pesar de ser pocos Alex los sintió eternos hasta que se escuchó ruido al otro lado de la puerta y la perilla comenzó a girar. Fue turno del menor de apretar la mano ajena con fuerza. Contuvo la respiración junto con las intensas ganas de salir corriendo hasta que la puerta fue abierta.

Protector of Your Love //Fargexby//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora