Capítulo 31: Corre por tu vida

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Emily

 Corrimos hacia la casa y todos nos situamos en nuestro lugar, menos Nicolas que no estaba. Comenzaron a lanzar hechizos a la barrera pero está los repelía como era de esperarse. Jimmy lanzaba sus catapultas cargadas de bolas de fuego y Lázaro creo portales, los cuales utilizaba para aventar a los demonios. Desde mi posición no podía hacer mucho pero si el mismo ejercicio del día anterior, las dagas de hielo. Me concentré lo más que pude y esparcí mis dagas por todo el lugar, acabé con muchos menos los vampiros. Ellos eran el verdadero problema porque con su súper velocidad era muy difícil darles.

-¡Hermosa! ¡Crea un agujero negro!- me grito Jimmy desde el tejado.

-¿¡Estás loco!? ¡No sé cómo hacerlo!

Vamos Emily acuérdate de la teoría, acuérdate de la teoría. ¡Ya lo tengo!

-Deja que mi magia te guíe a través del campo, recórrelo como una serpiente y esparce con tu veneno a mis enemigos. Agujero negro ¡Aparece!

Un enorme agujero apareció en el centro de las tropas llevándose a unos cuántos, está vez incluyendo vampiros. Lázaro utilizo enredaderas mágicas para atrapar en una esfera a todos los que pudiera y luego lanzarlos al vacío. Jimmy no paraba de reír y decirles tonterías a nuestros enemigos. Solamente uno se mantenía en pie, el de la cicatriz. Cree una enorme esquirla de hielo y se la clave en el pecho pero no se detuvo siguiendo corriendo hasta llegar a la barrera. Varias explosiones hicieron que el suelo temblara, dejándonos a todos atónitos.

-¡Quédense aquí!- nos grito Lázaro mientras corría hasta donde se encontraba el vampiro.

Las explosiones no cesaban y cada vez la barrera era más débil, podía sentirlo. Lázaro se abalanzo contra él y ambos rodaron por el campo.

-¡Idiota! ¿¡Qué carajos haces!?- gritaba desesperado su hermano.

No paramos de defendernos pero si desviábamos la mirada de vez en cuando para ver como se encontraba Lázaro, no tenía que estar frente a Jimmy para saber que estaba preocupado más que yo. Dos vampiros se abalanzaron contra la barrera y se le hicieron dos agujeros, dejándolos pasar. Intenté reforzarla y lo logré pero no a tiempo porque cinco vampiros más lograron entrar. ¡Maldición! Salí de la casa con dos látigos de agua en mis manos.

-¡Entrégate!- rugió uno.

-Ni de broma.- reí.

Lancé mis látigos hacia ellos y le di a uno, cayó al suelo gruñendo. Él que me exigió que me entregara les dio la orden a los demás para que atacaran a Jimmy. Se escuchaban gritos en el tejado solo que no los suyos, cuerpos de vampiros quemados caían en el campo. De seguro Jimmy los lanzaba con la catapulta atacando a su propia gente, que ironía.

El vampiro me fulminaba con la mirada dejando al descubierto sus afilados colmillos. Se abalanzo sobre mí y lo sujete por los pies dejándolo veinte metros más lejos. Corrió hasta mí nuevamente y me golpeo en el hombro con un cuchillo. La sangre comenzó a caer y todos los vampiros presentes posaron sus ojos en mí, no puede ser. ¿Por qué estás cosas me ocurren a mí? Coloqué mi mano en el piso y congele todo a mi paso, incluyéndolos. Todo quedo en silencio luego del frente frío que proporcione.

El hombre de la cicatriz se acerco con una enorme sonrisa dibujada en su rostro. La barrera había caído eso quiere decir que Lázaro y Jimmy... ¡No! Los busqué con la mirada por todas partes sin localizarlos.

-Si buscas a tus amigos, aquí los tienes.- los cuerpos de los gemelos reposaban en el medio de nosotros. Cerré los ojos y a través de la grama pude sentir sus pulsos, estaban vivos. Me levanté y extraje el cuchillo de mi brazo para que pudiera sanar rápidamente.

-¿Qué quieres?- rugí.

-A ti.

Un hombre con traje elegante se abrió paso entre la muchedumbre hasta quedar delante del vampiro, Edgar. Nicolas me hablo sobre sus experimentos en su cuerpo pero nunca creí que pudiera ser posible. Sus penetrantes ojos negros me daban escalofríos y su sonrisa maliciosa me hacía temblar.

-Tiempo sin vernos, querida.-hablo.

-No el suficiente, Edgar.

-Si te acuerdas de mí.- ¿Cómo no hacerlo? El hombre que me ataco en la casa de Nicolas en Inglaterra, que lo dejo hechizado en el suelo para qué pensará que estaba muerto y sobre todo el culpable de que mis padres no estuvieran conmigo.

-Por supuesto.- sonreí forzadamente.

-¿Podrías facilitarme las cosas Emily? Sólo deseo llevarte conmigo a un sitio mejor.- sí, claro.

-Ven conmigo.- estiro sus manos hacia mí.

No podía aceptar pero los gemelos estaban en peligro ¿Qué puedo hacer? A veces desearía tener a Anastasia en mi cabeza para que me lo dijera. Piensa, Emily ¡Piensa! Tu ancestra no se entregaría y tú no abandonarías a tus amigos. Tal vez si pudiera encerrarlos en un campo eléctrico para que ellos no los toquen e hiciera que me persigan dándoles el tiempo suficiente para que crearan un portal, podrían salir de aquí. ¡Bien!

-¿Qué harás conmigo?- pregunté.

-Sólo unos pequeños experimentos. Prometo que no sentirás nada.

-¿Los dejarás en paz?

-¡Claro! Palabra de scout.- levanto su mano.

-Nunca creeré en tus mentiras, Edgar.

Corrí hasta el bosque donde fue mi primera cita con Nicolas. La pequeña conversación con Edgar me dio suficiente tiempo para crear un campo eléctrico que proteja a Jimmy y Lázaro. Si mi plan funciona sé que llegarán con Nicolas y le contaran lo sucedido. El bosque estaba sombrío, sin nada de vida a su alrededor y solo se escuchaban mis jadeos.

-Vaya, vaya. Eres testaruda, querida.

El imbécil mejorado me estaba pisando los talones. No solo se regeneraba como un vampiro si no que también corría como uno. Algo me lanzo contra un árbol con tanta fuerza que me fracturo una costilla. Intenté levantarme pero el dolor me lo impedía, eso tardaría un poco en curarse. Edgar se encontraba frente a mí con su sonrisa tenebrosa en el rostro, apareció un látigo dorado en su mano y me golpeo.

Primero en mis piernas dejándolas con cortes tan profundos que desbordaba la sangre, luego continúo con mis brazos. El dolor era atroz, punzante, desgarrador. Me destrozaba la garganta una y otra vez chillando. Intenté arrastrarme pero el ardor de una nueva herida en mi espalda me lo impedía. Comencé a toser sangre y sentía que mis pulmones iban a estallar. Edgar no paraba de reír mientras más me lastimaba su risa resonaba más alta. Mis muñecas sangraban sin cesar y cada tejido que intentaba regenerarse lo volvía a dañar. Me enrollo con su látigo prensando todo mi cuerpo, unos cuantos huesos se rompieron ante su acto salvaje y me dejaron inmóvil en el suelo.

No sé en qué momento me di por vencida pero mi cuerpo no respondía, me alcé todo lo que pude para observarlo y estaba destrozado. Múltiples cortes en todos lados, mi ropa bañada en líquido rojo y un dolor inmenso en el cuerpo. Ya no podía más. A este punto iba a morir.

-Y-ya no más... por favor.- supliqué.

-Esto sólo es el comienzo.

Los latigazos dejaron de sonar y los pasos del hombre que acababa de lastimarme salvajemente se acercaban más a mí. Me lanzo sobre un hombro como si fuera un costal de harina, nada parecido como cuando Nicolas me cargaba en sus fuertes brazos. Se oyó un fuerte golpe y la brisa me erizaba el bello. Supuse que había creado un portal y estaba en lo cierto, nos trasladamos a un sitio oscuro como una prisión.

Reencarnación #1  Trilogía ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora