Capítulo 51: Despedida

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Emily

Tome posesión de mi cuerpo un momento para poder detallar los rostros de todas esas personas que quería y amaba con todo mi corazón. Aquellos que me protegieron y arriesgaron su vida por la mía. Que me enseñaron más sobre este mundo mágico, su gente, las maravillas que existen, la amistad y sobre todo el amor. No me refiero solamente al amor que siento por Nicolas sino a ese sentimiento inexplicable que tienes por ciertas personas así como, a mi amiga Melanie quién nunca en mi vida pensé que vendría a rescatarme de un demonio malvado de hace siglos siendo una simple humana. Los gemelos que a pesar del mal comportamiento de Lázaro hace unos días lo entendía y lo quería, Jimmy que siempre me hacía reír y es una ternura de persona. Sara que no paraba de lanzarme miradas pícaras por todos esos debates mentales que tenía solita y ella escuchaba. Charlie que era muy complicado pero aun así vino en mi ayuda. Nicolas, mí amado Nicolas quien me enseño lo hermoso que puede ser el mundo con una persona que te cuida a su lado y te ama incondicionalmente.

Sara, sé que puedes oírme y por eso estás llorando. Diles a todos que los quiero y les agradezco por haberme ayudado. Encuentren a mis padres y explíquenles lo ocurrido. Fui feliz los últimos días gracias a ustedes y espero encontrármelos en otra vida.

-¡No! ¡Por favor, no lo hagas!- gritaba Sara con una voz desgarradora y las lágrimas deslizándose por las mejillas.

Nicolas cruzo miradas conmigo y pude notar el terror en sus ojos, apenas entendió que algo malo iba a ocurrir le gritaba a Lázaro que quitará la barrera pero este no le hacía caso. Melanie comenzó a llorar junto con Sara y me sonrió forzadamente para darme ánimos, esa es mi amiga.

-¡Emily!- gritaba Nicolas a mi espalda.

No voltee a verlo porque sabía que si lo hacía no podría hacer nada y era necesario que lo hiciera. Ellos deben vivir al igual que mis padres.

-¿Qué van a hacer ahora ustedes dos?- pregunto irónico Sebastián.

-Te destruiremos.- susurre.

Oh, sí. Claro que lo haremos.

Comencé a correr hacia él a medida que unas alas de fuego brotaron de mi espalda levantándome en vuelo. ¿Qué es esto?

Lo mejor se guarda para el final, querida.

-¿Alas?- pregunto incrédulo el ser de abajo.

Unos espirales de agua fluyeron de mis manos y cayeron justo encima de Sebastián. Se levanto furioso con una infinidad de dagas oscuras a su alrededor, logre esquivar varias gracias a las alas pero algunas me alcanzaron y dieron en mi hombro derecho. Lancé muchas esquirlas de hielo junto con bolas de fuego, truenos, lanzas, una enorme flecha de hielo cubierta de fuego que le dio justo en el pecho. Aún no entiendo como el fuego de Anastasia no evapora mis lanzas pero no es momento para eso.

-¡No podrán detenerme!- reía descontroladamente.

-¿Estás seguro de eso?- preguntamos ambas al unísono.

-Soy el ser más poderoso en el mundo y nunca podría matarme una simple bruja y su descendiente mestiza.

Un agujero negro apareció en el techo arrastrándome hasta él, cree una soga lo más resistente posible para poder permanecer en esta dimensión unos momentos más.

-¡Te mataré y a ti te borrare la memoria una vez más Anastasia!

-Inténtalo si puedes.- lo provoque.

Una punzada de dolor me durmió la pierna izquierda y cuando la vi el muy desgraciado me había lanzado una daga oscura. Recito un hechizo que reconocí al instante lo que era, magia negra. Lo único que puede herir a una sacerdotisa permanentemente es esa clase de magia, estoy pérdida. Cerré el agujero y cree un portal a otra dimensión para ocultarme pero una descarga en el cuerpo me sobresalto y caí al suelo malherida. Estaba perdiendo todas las energías que pude absorber de mi sangre.

-¡Déjala en paz! ¡Emily!- gritaba Nicolas desde dentro de la barrera.

-¿Por qué debería hacerlo? Será fascinante ver tu rostro lleno de frustración cuando acabe con su vida frente a tus ojos.

-¡Te mataré! ¡Juro que te mataré!

-Uy, que miedo.- sus ojos se posaron en los míos mientras me deslizaba hacia atrás como podía.

-Es tu turno, rata.- mostro unos colmillos idénticos a los de un vampiro y me aterré.

-¿C-Cómo fue que hiciste eso?- pregunte anonadada.

-Me hice unas mejoras ¿lo recuerdas?

Se acerco a mí rápidamente y tomo mi cuerpo de una manera muy brusca, apretó mi brazo hasta dejarlo morado, sus ojos no paraban de observarme divertido y yo solo quería gritar. No podía moverme por ese embrujo otra vez.

-Morirás.- susurro.

Sus colmillos se enterraron en la pálida piel de mi clavícula mientras que gritaba de dolor. El veneno de los vampiros es mortífero para las sacerdotisas, se dice que como ellos son seres maldecidos una simple mordida nos envenena profundamente hasta que morimos. Nos quema desde adentro y destruye cada uno de nuestros órganos lentamente, mientras que a otras personas los convierten en vampiros a nosotras no. Sentí como el veneno se abría paso entre mi torrente sanguíneo envenenando cada parte de mi ser. Lo único que podía escuchar eran los gritos desesperados de Nicolas junto con los sollozos de mi amiga y Sara. Sebastián tiro mi cuerpo impuro como si fuera basura y sonrió satisfecho ante su gran logro. En el momento en que me dio la espalda supe que de verdad creía que había ganado, cuando no era así.

¡Ahora!

Me lancé sobre la espalda de Sebastián como un mono y cerré mis brazos alrededor de su cuello. Anastasia y yo recitamos el hechizo correctamente mientras que el intentaba zafarse y protestaba por saber que ocurría. Caí horriblemente sobre mis rodillas que comenzaron a sangrar y cojee lo más lejos posible de él.

-¡Maldita! ¿¡Qué has hecho!?

-Eso va a por Anastasia, Nicolas y toda aquella persona a la que has lastimado.

-¡Pagarás por esto!

Camino débilmente hasta donde me encontraba pero antes de que llegara explotó. Cubrí mi cuerpo como pude con un campo de energía solo que la explosión me alcanzó un poco y mi cuerpo quedo completamente herido. Alcé la vista y solo se podía ver polvo, sangre, trozos de paredes. Era un completo desastre.

¿Lo logramos?

No lo sé.

Utilicé un hechizo de búsqueda y no encontró ningún rastro de Sebastián, está muerto. Cuando él me beso, si es que se le puede llamar beso, Anastasia lo mordió y su sangre entro a mi sistema ligándonos por el momento. A mi ancestra se le ocurrió hacer un conjuro de sangre el cual lo destruiría solo que, nosotras tendríamos que utilizar las últimas gotas de energía que nos quedaban. Observé el campo donde se encontraba los chicos pero la vista era borrosa, caí sobre el charco de sangre, mi sangre, la sangre de los Devane.

-Después de todo tu linaje morirá conmigo.- susurre.

Muchas gracias, Emily.

No hay de qué.

Ahora podré morir en paz. Cuídate mucho, querida.

Mi cuerpo está comenzando a pesar al igual que mis párpados, siento como si estuviera volando y fuera lo más genial del mundo. ¿Después de tanto esto terminará solo así? ¿Moriré sola sin nadie a mi lado? Sebastián gano después de todo. En el momento que utilizo su magia oscura conmigo mi parte de bruja reconoció la magia empleada y comenzó a morir, luego cuando clavo sus colmillos en mi piel murió la parte sacerdotisa. Estoy muriendo, la poca sangre que quedaba en mi cuerpo ha comenzado a salir por las heridas y ya no logro regenerarme. Dicen que cuando estas llegando a tu fin ves una luz cegadora que te atrapa llevándose consigo tu alma pero yo solo veo un hermoso mar de estrellas, el mismo cielo que pude apreciar con Nicolas en nuestra primera y por lo visto única cita.

Reencarnación #1  Trilogía ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora