Capítulo 36: Malditas interrupciones

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Emily

¡Qué vergüenza! Jimmy quiso hacer algo dulce por mí y yo estaba en un momento algo... íntimo con el vampiro. Mi cuerpo recupero todas sus fuerzas de repente con todas las caricias, besos, abrazos y su lengua.

Cada vez que la sentía recorrer mi cuerpo, me estremecía. Sus cálidos besos en mis labios, sin darme cuenta los relamí. Como sus ojos me observaban desnuda o bueno semidesnuda. Cuando apretó mi seno y quería gritar. Le pedí a Sara que no me colocara un sostén porque rosaría con las heridas. ¡Mi clítoris iba a estallar! No podía respirar al verlo sin camisa desde otro ángulo ¡Debajo de él! Todo tan bien ejercitado, suave y fuerte al tacto. Su fría piel hacía que la mía ardiera. Quería todo de él y ser suya. Lo hice sufrir maliciosamente al jugar con sus labios de esa manera sin besarlo. Nunca me cansaría de tocarlo o de sentir sus labios rozando los míos. ¡Emily, reacciona! Tu cuerpo está entrando en calor otra vez y hay otras personas presentes que no son precisamente él.

¿Si, verdad?- me sentí avergonzada.

Dime que no viste eso.

Te di toda tu privacidad después de todo aún no puedo mantenerme tan constante en tu mente como antes. Ese brujo ¡Se las verá conmigo!

-Hermosa, tu cara está completamente roja.- me tape rápidamente con las manos.

Lo que me faltaba. Mi cara ardía y me delataba, en cambio él con su perfecto rostro angelical de vampiro nada podría delatarlo. ¡Idiota! Tengo que sentir vergüenza por su culpa.

-Creo que tengo fiebre.- mentí.

-Nicolas también se veía un poco agitado y muy alegre. ¿Entré en mal momento?- ¡Sí! Me provoco gritarle.

-No, no. Él y yo solo estábamos hablando.- claro Emily, ni tú misma te lo crees.

-Ajá.- dijo dubitativo.

Le di un mordisco a uno de los cinco emparedados que me trajo. El relleno era de papa y queso, estaba riquísimo. Tenía tanta hambre que me devore tres en diez minutos y Jimmy no paraba de reír.

-Comes muy apresurada.- dijo entre carcajadas.

-Si hubieras estado tres días sin comida ni agua serías igual.- rugí. Las carcajadas cesaron y me encontré con su mirada triste.

-Discúlpame hermosa, debería haberte protegido mejor.

-Me protegiste y te lo agradezco. Cuando distraje a Edgar fue para que Lázaro y tú pudieran escapar, así le contarían todo a Nicolas y vendrían a buscarme.

-Siempre preocupándote por otros más que por ti.- sonrió.

-¿Qué has querido decir con eso?- inquirí.

-Nada, nada.- se excuso.

-¡Eh! Dime.- le di un golpe en el hombro y comenzó a reír.

-Eres tan inocente y- me observo un momento- cuchi.- me apretó los cachetes.

-¡Auch! ¡Eso duele!

-¿Sabes? Nicolas sufrió mucho cuando no estabas. No se alimentaba, golpeaba todo a su paso, nos gritaba cuando no encontrábamos algo sobre tu paradero y su mirada estaba perdida en el firmamento.- eso fue un golpe directo a mi corazón.

-¿Él- trague saliva- estaba preocupado por mí?

-Más de lo que aparentaba. Emily,- tomo mis manos- tú lo eres todo para él. Nunca se dio por vencido y busco todas las maneras posibles de volver a tenerte. No es el mismo cuando tú no estás.- se me hizo un nudo en la garganta.

-¡Hey! ¿Estás bien?- asentí y lo abracé.

-Gracias por contarme todo.- me separé de él.

-Sufriste mucho ¿verdad?

-No tienes ni idea pero ahora estoy con todos ustedes otra vez y eso me alegra mucho.- sonrió.

-Vale, vale. Nunca te desharás de nosotros ¿ok?- rodeo mis hombros con su brazo.

-¡Vale!

Me tope con Lázaro, Sara y Charlie en la sala, todos me recibieron con los brazos abiertos, incluso el gemelo. La cuñada de Nicolas me guiño el ojo y fue cuando recordé que ella leía la mente. ¡Rayos, qué vergüenza! ¿Qué pensará de mí? Bueno, soy mayor de edad pero igual es vergonzoso. De repente estallo en carcajadas y supe que escucho mi debate mental.

Lo escuché todo, querida.

¡Qué vergüenza! Lo siento.

No me respondió pero me regalo una enorme sonrisa. Charlie por otro lado palmeó mi hombro nervioso e intento sonreír lo más que pudo.

-Me alegra que estés bien.- se limito a decir.

-Tanto alboroto por una niña pérdida.- dijo irónicamente Lázaro.

-Está niña pérdida te salvo el trasero.- rugí y miro a otro lado. ¡Ja! ¡Gané!

-De igual manera... me da gusto que te encuentres bien.- susurro.

-Si porque ya Nicolas iba a acabar con la casa.- entro alegre Jimmy.

-¡Jimmy!- les gritaron todos.

-¿¡Qué!? Oh, vamos. Todos nos dimos cuenta.- se defendió.

-Eso no te corresponde a ti decirlo.- lo recrimino Sara.

Nicolas está en el jardín. Ya regreso de cazar pero no quiere entrar.

¿Por qué?

Edgar. Ha intentado contactarlo y no responde sus llamadas. Eso lo frustra.

Quiere vengarse.

Me temo que sí, querida.

Iré a buscarlo.

Dejé a mi nueva familia discutiendo sobre todas las cosas que no se le puede contar a Jimmy. Pobre. Todos están en su contra. Nicolas se encontraba en el jardín como había dicho Sara. Arrojo su teléfono como a cincuenta metros y no paraba de caminar de un lado a otro, frustrado. Me acerque lentamente y cuando poso sus ojos en mí una sonrisa fugaz se le dibujo en el rostro.

-Hola.- saludo.

-Hola para ti también.- sonreí.

-¿Has comido?- asentí.

-¿Sara te pidió que vinieras?

-Se supone que no debo delatarla.- sus carcajadas resonaron.

-Ya lo hiciste.- ¡Idiota! Golpee los pies en el suelo y me cruce de brazos.

-¡Claro que no!- refunfuñe.

-He llamado a Edgar demasiadas veces y no contesta. No podremos escondernos aquí por siempre.- cambió el tema.

-Lo sé. ¿Qué tienes en mente?- me senté en una de las sillas cercanas al gran sauce de la esquina.

-Creo que deberíamos atrapar a Edgar y obligarlo a que nos diga dónde están tus padres.

-¿Lo has hablado con los gemelos?- negó con la cabeza.

-Tenemos que hablar todos juntos y así tendremos un plan para rescatarlos.

-Tienes razón. Entre más pronto, mejor.- me dio la espalda para dirigirse a la casa.

-Nicolas.- lo llamé al mismo tiempo que comencé a caminar hacia él y me observo con sus centelleantes ojos verdes.

-¿Ocurre algo?- inquirió. ¿Es que ya se le había olvidado la pequeña escenita en su cuarto? Yo solo podía pensar en eso. ¡Qué morbosa, Emily!

-Eso en tu habitación...- no pude seguir porque las palabras no salían de mi boca. Toda mi cara ardía. ¡Ay dios! Una ráfaga de viento apareció por el lugar durante unos segundos.

-Bienvenida, mi lady.- rosó mis labios dulcemente y se acerco a mi oído.

-Te extrañe.- susurro antes de adentrarse en la casa. De repente me quede sin oxígeno y mi cabeza comenzó a dar vueltas. ¿¡Qué... había dicho!?

Reencarnación #1  Trilogía ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora