Capítulo 37: ¿Fue un sueño?

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Emily 

Han pasado dos días desde que me sacaron de esa celda y no hemos sabido nada sobre Dark Blood o Edgar. Nicolas no ha parado de llamar a todas aquellas personas que podrían proporcionarle algo de información y cada vez que le pedían verse, se negada porque no quería dejarme sola otra vez. Mandaba a los pobres Lázaro y Jimmy en su lugar, y buscaban todas las posibles pistas sobre su paradero. Charlie se encontraba en este momento en París visitando a los de más alto rango para ver que sabían sobre la guarida de Dark Blood o Edgar. Sara y yo nos pasábamos la mayoría del día practicando magia o cocinando para los gemelos, que déjenme decirles ¡Son el terror de la comida! Jimmy no para de comer y no sé cómo no tiene barriga. Lázaro era un poco más decente pero no podía ver una fruta mal parada porque se la llevaba a la boca. De Anastasia no había ni rastro cada vez que le hablaba nadie me respondía. Busque el hechizo que realizo Lázaro con nosotras y se supone que la removería por completo de mi mente pero ella se escondió, y ahora está intentando volver. Lo que los gemelos y Nicolas vieron fue que su alma salía de mi cuerpo pero en realidad fueron sus poderes que poco a poco irán regresando a través de la marca de estrella en mi brazo. No puedo contarles que Anastasia volvió porque ella podría ayudarme con esta locura y ellos no lo permitirían. En este momento estoy practicando mi poder para teletransportarme porque Sara dice que podría terminar hasta en otra dimensión.

-Está vez piensa en el jardín.- me recomendó.

La última vez pensé en la cocina y fue un desastre. Ollas por todos lados, aceite en la mesa y hasta ocasione que los rociadores se activaran. Me imaginé en el jardín de Sara con los tulipanes azules cerca del árbol dónde Nicolas llego empapado. Un destello de luz me cegó y resulta que acabe justo enfrente de ese árbol. Un hermoso roble súper alto con hojas sumamente verdes como los ojos de aquel vampiro sobreprotector y tan resistente como él.

-¿Qué haces, hermosa?- pegué un brinquito.

-¡Me has asustado!- grité.

-No grites. Me duele la cabeza.- se quejo.

Observe su vestimenta y estaba llena de tierra, pólvora, azufre, entre otras cosas. Una maraña de cabello con trozos de escombros cubría su cabeza y tenía rasguños en los brazos.

-¿Qué ha pasado?- la preocupación se apodero de mí.

-Unos demonios lunáticos que nos atacaron cuando estábamos en Egipto.

-Oh.

Nicolas les pidió que fueran a Egipto a reunirse con unos vampiros pero esa zona siempre es asechada por demonios. También se encuentran muchas sacerdotisas porque sus poderes son necesarios para mantener la paz entre humanos y demonios. Esos seres se las traen últimamente. Cure las pocas heridas que tenía y me regalo una enorme sonrisa.

-¿Lázaro está bien?- pregunté.

-Mi hermano salió sin un rasguño porque se la pasaba detrás de una barrera protectora. ¿Puedes creerlo? Jimmy has esto, Jimmy has aquello.- imitaba su voz- Siempre se lleva todo el crédito y quien hace todo ¡Soy yo!- no pude evitar reírme ante su actuación.

-Sin ti Lázaro no puede ser el gran brujo ¿no?- le guiñe el ojo.

-¡Es injusto! Deberíamos llamarnos los hermanos súper poderosos o los hermanos fantásticos.- movía sus manos en forma de grandeza.

-Ay, Jimmy.- mis carcajadas resonaron por todo el lugar.

-¡Eh! ¿De qué te ríes? Soy el gran Jimmy, el más poderoso brujo de todos los tiempos. ¿¡Oíste Lázaro!?- su risa maliciosa acompaño mis carcajadas que cada vez sonaban más fuerte.

-No creo que pueda oírte pero Nicolas sí.

-¡Nicolas! ¡Ni se te ocurra decirle a Lázaro sobre esto!- grito tan fuerte que creo que lo escucharon fuera de esta dimensión.

-¡Vamos, vamos! Tienes que ir adentro a descansar.- le palmee la espalda pero de mis dedos salieron chispas de electricidad y Jimmy cayó al suelo.

-¿Jimmy? Lo siento.- me arrodille a su lado y me fulmino con la mirada.

-Mejor cuídate la espalda, hermosa.

-¿Eso es una amenaza?- pregunte indignada mientras me levantaba junto con él.

-Ya lo verás.- comenzó a reírse como uno de los villanos de la televisión.

Chasquee los dedos y su boca automáticamente se cerró. Definitivamente, soy mala. Me miro fijamente y protestaba con sus manos, ¡Qué divertido! Una oleada de viento me tumbo y mi cara quedo enterrada en las gramas, el hechizo desapareció y una horrible risa inundo el lugar. ¡Maldito seas Jimmy!

-Adiós, hermosa.- corrió hasta la casa.

-¡Jimmy! ¡No corras, cobarde!- corrí tras él pero un grito hizo que frenará.

-¡Emily! Vuelve aquí.- gritaba Sara.

Vaya. Ya debería haber vuelto. Sara es una persona muy dulce pero cuando se trata de entrenar se vuelve muy estricta y gruñona, en dos oportunidades me había amenazado con dejarme afuera hasta que pudiera entrar en la casa utilizando mis poderes. Nicolas se negó a su loca idea y lo dejo así, por ahora. Me concentré en aparecer en el bosque, cerca de la cascada donde fue mi primera y única cita con Nicolas. Ya me encontraba allí al frente de una mujer muy enojada y cruzada de brazos.

-¡Estaba preocupada! Pensé que habías caído en otra dimensión hasta que oí las idioteces de Jimmy- me reprendió.

-Perdona.

-¡Ahg! A veces me siento tan vieja.- coloco dos dedos en el puente de su nariz.

-Diría que eres como una madre.- sonreí y ella solo rió.

-Podría verlo de esa forma. Eres muy dulce, mi niña.- acarició mi rostro.

-¡Bien! Sigamos.

Camino unos diez metros lejos de mí con una espada extraña en la mano. Tenía runas antiguas junto con el elemento del fuego dibujada en la empuñadura, está era de oro y la hoja relucía un poco de vez en cuando. Eso no es de Sara.

-No, no lo es.- me respondió ella.

-¿De quién?

-Luego te lo diré. Ahora ¡En guardia!

Comenzó a correr hacia mí empuñando la espada. ¿Está loca? ¿Qué hago? ¡Ya sé! Cerré mis ojos y aparecí justo donde ella había estado hace unos segundos. Miraba a los lados buscándome hasta que me encontró.

-¡Eso es trampa!- gritó.

-¡Es magia!- grité y le mostré mi lengua divertidamente.

-Pues crea un arma con ella y defiéndete.

Otra vez corría hacia a mí pero no iba a huir. Pensé en una hermosa espada de hoja azul brillante, empuñadora de plata con rubís y un torbellino de agua a nuestro alrededor. Sara me miro asombrada aunque, eso no impidió que siguiéramos con el ejercicio. Me abalancé frente a ella y nuestras armas chocaron entre sí, el sonido fue asombroso como si estuviera dentro del océano. La mujer con la que luchaba no paraba de intentar desarmarme mientras que yo solo la esquivaba. ¡Qué difícil!

-¡Vamos!- me animaba.

Unos lazos de agua envolvieron mi espada y cuando la de Sara choco con ella salió disparada a tres metros lejos de donde estaba. Se levanto y volvió a abalanzarse contra mí, me ataco más salvajemente y para ser mayor que yo es muy rápida. Su espada se movía tan veloz que caí sentada en las gramas mientras me protegía con la mía, comencé a gatear hacia atrás y cada vez me sentía más presionada. Imágenes de Edgar golpeándome inundaron mi mente, su látigo dorado haciendo sangrar cada parte de mi cuerpo. El dolor punzante, la sangre derramada y lágrimas nublándome la vista. La persona que tenía enfrente no era la dulce Sara de siempre sino Edgar. ¡No, no, no! Esto es una pesadilla, por favor. Nicolas me salvo y estoy entrenando con su cuñada ¿verdad? No sigo en esa asquerosa celda con él.

-¿Qué te pasa, querida? ¿No estás feliz de verme?- esa voz. ¡No!

Reencarnación #1  Trilogía ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora