Para mí, que Daniel se mudara con nosotros, nunca me pareció un evento que podría afectar mi día a día. Desde el momento en que supe que viviría con nosotros, solo lo vi como una persona más en la casa, y ya. Si al caso, lo único que cambiaría es que tendría al incordio de primo siendo un dolor de cabeza, pero nada más. Ese fue mi pronóstico y creí fielmente a él. Sin embargo, su llegada logró hacer más de lo que podría haber esperado.
Principalmente, porque gracias a ese tonto, ahora Leonardo no me caí tan mal. Es más, nos llevábamos bien. Podíamos charlar con naturalidad como si fuéramos conocidos de tiempo. Claro, tampoco es que fuéramos los super amigos, como lo era él con mi primo. Pero al menos, yo ya había conseguido que nuestra relación fuera menos hostil. Incluso podía decir que era amigable. Por supuesto, sin sobrepasar el hecho de que seguíamos siendo profesor y estudiante, y que él era lo que diríamos, el mejor amigo de Daniel.
Pero, ¿cómo no iban a mejorar las cosas si ahora veía más a Leonardo que lo que en algún momento hubiera esperado? Ya no solo lo veía todos los días en clases, por ese tiempo, se pasaba de vez en cuando por mi casa para ayudar al molesto de mi primo a buscar un departamento. Pues por lo visto, este hombre era profesor de vocación, pero en su tiempo libre jugaba al agente de bienes raíces y les buscaba techo a sus amigos desamparados. Es más, casi parecía un cuidador de algún refugio, buscándole dueño a un perro abandonado.
Total, eso era asunto de ellos dos. Lo importante de todo esto era que las aguas estaban calmadas, y eso me resultaba: MA-RA-VI-LLO-SO.
—Torres, entréguele esto a sus compañeras—me tendió un paquete de hojas; se trataba de un examen que habíamos tenido hace una semana—. Por favor.
—Vale.
Agarré el montoncito de hojas y comencé a repartirlo. Cada dos de tres compañeras recibían sus exámenes con una cara de tragedia. La realidad era que, las notas no eran tan favorables como ellas esperaban. Vi muchos puntajes por debajo del setenta. Lo que significaba que habían suspendido. No es que fuera chismosa, o sea, sí, pero no. Es solo que, al momento de repartir las hojas, naturalmente tenía que leer los nombres, por consiguiente, terminaba viendo las notas. Así que aproveché la oportunidad y el momento. ¿Qué más les digo?
A medida que repartía las hojas, y que veía muy pocas notas por encima de los setenta y cinco puntos, tuve miedo; yo no había estudiado nadita para ese examen y tuve muchos problemas resolviendo el último punto. Para colmo, entre el paquete de hojas que Leonardo me dio, ni siquiera podía encontrar mi examen. Eso no me daba buena espina.
—Bueno, Sofi bella, aquí está tu examen—me acerqué a ella, quien hablaba con Lina.
El profesor nos había dado los últimos minutos de clase para que yo entregara los exámenes.
—Gracias, preciosa—hizo amague de tomar el examen, pero se detuvo—. Antes de que recibir ese papel maligno—Lina se rio—, dime, Vic: del uno al diez ¿qué tan mal me fue?
—Pues...no sacaste una nota muy baja—una sonrisa comenzó a formarse en su boca—. Pero tampoco sacaste una muy alta.
Su sonrisa se esfumó.
—Ay, madre mía. Ya valí—se llevó las manos a la frente—. Suspendí, ¿verdad? ¿VERDAD?
—Míralo por ti misma.
Tomó el examen entre sus manos y lo revisó detenidamente. Su nota era de sesenta; por diez puntos y pasaba.
—¡Rayos! Un poquito más y el truco me salía a la perfección—chasqueó su lengua—. Bueno, se hizo lo que se pudo—y con resignación guardó la hoja en su carpeta.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...