Capítulo 57

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Tener fines de semanas más turbulentos que un ciclón se había convertido en una eventualidad recurrente durante las últimas semanas. Incluso, podíamos considerar esto como parte de mi rutina, pues vivir algún acontecimiento poco convencional entre el sábado y el domingo era algo que venía ocurriendo cada semana...sin excepción. Y si creen que exagero, tan solo repasemos las últimas cuatro semanas de mi vida.

Primera semana, mis papás me pillan con Leonardo y les cuento que tenemos una relación. Segunda, Leonardo nos visita y conoce formalmente a mis papás. Tercera, tengo un colapso mental por la presión para escoger carrera, así que me aíslo. Cuarta y última, el dolor de cabeza llamado Daniel descubre que tengo algo con su amigo (casi novio, porque lo cela como tal), Wendy termina con su novio y sufre una crisis en mi habitación.

En definitiva, la tranquilidad que caracterizaba a los fines de semana de antaño había desaparecido casi que por completo. Lo que me llevaba a preguntarme qué tipo de mal le había hecho al mundo en mi vida pasada como para experimentar tantos sucesos indeseados. Porque verdaderamente llegaba a creer que debía estar pagando algún karma pasado para que ni los fines de semana pudiera darme un respiro de mi trabajo como Ama y Señora de las tragedias.

Pero bueno, al menos después de tanto drama, corrí con la suerte de que la semana comenzara con un lunes feriado.

Cuando me enteré de que luego del fin de semana poco convencional el día siguiente era festivo, se sintió como la mejor noticia que pude haber recibido, pues como se podrán imaginar yo no tenía ni la más remota idea de que tendríamos otro día libre. Había estado tan ocupada enredándome en diferentes temas (y tragedias), que se me borró de la memoria la existencia de un festivo.

Fue debido a que durante la cena del domingo mi papá sacó el tema para decidir si debíamos tener un almuerzo familiar fuera o no. De lo contrario, probablemente me habría enterado hasta el otro día, cuando bajara a desayunar lista para irme a clases y viera que mis papás seguían dormidos. ¿Suena exagerado? Tal vez, pero con lo despalomada que solía ser, podría haber sido el caso. Además, algo similar me había sucedido con anterioridad, por lo que no habría sido novedad.

Pero bueno, mis errores estúpidos de un pasado lejano no tienen relevancia en esta historia. Lo importante es que gracias a lo que sea que hubiéramos estado conmemorando en el país, tuve otro día para descansar en serio. Así que, aquel lunes aproveché para dormir como un bebé, despejar mi mente, ser feliz y preocuparme únicamente porque mi estómago no estallara después de almorzar.

—Ah...Estoy tan llena que creo que voy a explotar—señalé mi vientre—. Pero no importa, fui feliz.

Oí a mis padres reír.

—En ese caso, será mejor no tener postre—comentó mi madre.

—¿Postre?—me acomodé mejor en mi lugar— ¿Cómo que postre? ¿Va a haber? Porque a mí nadie me comentó de eso.

—Fue algo que se me ocurrió hace poquito—contestó ella—. Pensé que sería buena idea pedir la carta de postres para terminar el almuerzo con algo dulce...Pero como dijiste que ya estás satisfecha, entonces se cancela. Qué pesar—sonrió divertida.

Sí, mi mamá estaba lamentando absolutamente nada. Solo quería molestarme.

—No, no. Para el postre siempre hay espacio. Así que no canceles nada.

—¿Cómo? ¿No me acabas de decir que estás llena?

—El postre no va al estómago, va al corazón.

Mi papá se echó a reír, mi mamá me dedicó una de sus miradas juzgonas de madre consternada mientras me llamaba "glotona", y yo me encargué de pedir la carta de postres a uno de los meseros que iba de paso; yo no me iba a ir de la mesa sin antes tener mi platillo dulce. Y menos si ya me habían ilusionado con comer postre.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora