—Siguiente.
Avancé un par de pasos para así encabezar la fila. Ya casi sería mi turno; solo faltábamos pocas personas de la cola tan larga en la que estaba formada desde hace un rato. Inicialmente, cuando llegué, dentro de aquel sitio no había más de tres personas comprando. Pero en un parpadeo, el establecimiento se llenó, y en cuanto fui a formarme en la fila para pagar, esta era larguísima, porque para colmo, de las tres cajas existentes, solo una estaba funcionando.
—Siguiente, por favor.
Por fin. Con rapidez empujé el carrito hasta la única caja disponible. Comencé a sacar con algo de apuro los productos dentro de él. Estaba cansada, solo quería pagar e irme.
—Buenas tardes, señorita.
—Buenas tardes.
Seguidamente el cajero, un joven bajito y de tez morena, fue pasando uno a uno los productos por el lector de precio: desde lapiceros de colores hasta una nueva mochila; todo lo necesario para el regreso a clases, porque estaba segura de que eso sería pronto . Los artículos que iba a llevar eran una cantidad considerable, lo que significaba que el proceso no sería muy rápido. Para pasar el rato, saqué mi teléfono en busca de algún mensaje nuevo. Y como no era de extrañar, ninguno relevante. Todos eran de aplicaciones o alguno que otro mensaje de mis tías para que compartiera cadenas de oración. Típico. ¿Pero qué les digo? No soy la mujer más popular de este mundo. Me extrañaría que en realidad tuviera algún mensaje nuevo.
Luego de unos minutos, el cajero me pidió que seleccionara el medio de pago. Busqué entre mi pequeño bolso la tarjeta de mi madre, quien por primera vez en su vida había accedido a que yo la usara. Algo sorprendente si tenía en cuenta de que su confianza en mí algunas ocasiones era muy poca. Según ella, podría perderla, hacer alguna compra absurda, o peor aún, alguien podría robarla. Ja, como si tuviera cinco años para no saber cuidar una tarjeta.
Le entregué la tarjeta al chico, la pasó por el datafono y me pidió la contraseña. Todo estaba yendo bien. En lo que vagaba por las aplicaciones de mi celular el moreno me habló.
—Señorita.
—¿Sí?—respondí sin levantar la mirada del aparato.
— Lamento molestarla, pero creo que tenemos un inconveniente.
—¿Qué sucede?
Me miró algo ansioso. Eso me dio mala espina.
—Verá, mientras efectuaba el pago, la caja dejó de funcionar...Al parecer la caja se bloqueó, porque no responde a ningún comando.
—¿Disculpe?—le miré fijamente.
—Sí, sí. Qué pena con usted. Hace unos minutos estaba funcionando y de repente ya no sirvió.
Excelente, mi primera compra en solitario con la tarjeta de mi madre y aquello sucedía. Magnífico.
—¿Y ahora?—pregunté angustiada— ¿Qué pasa con la tarjeta? ¿Se puede arreglar?
—Tengo que buscar al supervisor para darle una solución. De momento, solo queda esperar.
«Carajo» pensé. Justo cuando mi mamá me dejaba andar unos minutos sola, cosas como esas sucedían. Increíble. Si llegaba en ese preciso momento y veía lo de la tarjeta, de seguro nunca más volvía a dejarme sola. Aunque no fuera mi culpa. El chico revisó una última vez por si la caja reaccionaba, pero nada, ahí continuó bloqueada. Como acto seguido, carraspeó un poco y alzando la voz se dirigió al resto:
— Apreciados clientes—las personas que hablaban entre ellas callaron—. La caja registradora acaba de tener un falló y me veo en la penosa tarea de decirles que la caja queda cerrada.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...