Capítulo 25

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¿Se acuerdan de que yo les dije que luego me enteraría de lo que el par de sujetos habló ese martes? Bueno, terminé enterándome más rápido de lo que pensé. Dos días después de la visita de Leonardo, específicamente el jueves a la hora de la cena, Daniel soltó el chisme. Y vaya que fue un acontecimiento memorable.

—Familia—tomó la palabra; los demás lo miramos—. Hoy quiero tomarme un momento de nuestra linda cena familiar para agradecerles lo mucho que me han ayudado estos días. Principalmente a mi tía y Marcos por darle techo a este pobre niño desamparado.

—No es nada, Dan. Siempre estaremos para ti—respondió mi madre con una cálida sonrisa.

—Así es—apoyó mi padre.

—También quiero agradecerle a la bola de pelos salvaje, quien reafirmó mi resolución sobre nunca tener una mascota—Zeus lo miró, se dio la vuelta, lo ignoró y se echó en el suelo.

Todos reímos. De verdad que hasta ese día, a Zeus le podía importar menos Daniel, si no era para gruñirle, ladrarle o perseguirlo. No lo quería ni un poquito.

—Y bueno, con respecto a mi primita...bueno, ella—mi observó indeciso—...Ella, no hizo mucho...

—¡Ey!—me quejé. Ni que lo hubiese hecho vivir un infierno.

—PERO, al menos me hizo reír—dijo—. En medio de su malhumor y su odio desmedido hacia mi persona—él seguía convencido de que yo lo odiaba—, me hizo reír bastante. Así como me demostró que la entrené bien para ser comediante. Me doy por bien servido.

—Por Dios. Qué discurso tan emotivo. Mira como lloro—ironicé—. Sobre todo, la parte en la que me decías payasa—le dediqué la sonrisa más falsa que pude hacer.

—Aw, qué bueno que mis sentimientos alcanzaran a tu corazón de piedra, Pennywise.

Mis papas se echaron a reír. Y así quería que yo no me enojara. Idiota.

—¿Algo más para decir, Pinocho?

—Ah, sí. Como les venía diciendo. Tienen mi gratitud, por todo lo que han hecho por mí en este último mes—continuó—. Con esto dicho, ahora llega la parte triste de mi discurso. Aunque han sido muy buenos conmigo, ha llegado mi momento de despedirme. Damas y caballeros, bola de pelos salvaje y primita, les tengo un anuncio muy importante: ¡me mudo!

Y ahí fue cuando yo dije:

—¡Aleluya!

Así es, mis queridos, el primo del año se mudaba. Resulta que, después de su ardua búsqueda de casi tres semanas, finalmente había conseguido el lugar de sus sueños y a un precio de locura. Según él, una ganga. Porque no solo era un lugar amplio y económico; también le quedaba cerca al trabajo y prohibían el ingreso de mascotas. Al parecer Lucía quería un gato y Daniel no estaba listo para una mascota. Bien, por él. Y maravilloso por mí. Por fin se iría y la paz volvería. ¡Oh sí!

No me malentiendan, no es como que vivir con Daniel fuera detestable, o que de verdad yo le odiara. No, no. Yo no odiaba a nadie por nada del mundo, y lograba soportar las boberías de mi primo. Simplemente que durante esos días me di cuenta de que la compañía de otra persona fuera de mis padres, y por más de una semana, no era algo con lo que pudiera lidiar. Supongo que ya me había acostumbrado a mi familia de cuatro y ya: padres, hija y Zeus.

Además, a veces Daniel era un pelín intenso.

—Me alegro, Dan—dijo mi madre—. Aunque ciertamente te vamos a extrañar.

—Ah, sí. Qué pesar—ironicé.

Mi mamá me observó seria. Casi pude sentir que me reñía con la mirada.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora