—¡Hija, ya es hora!
Me di una última mirada en el espejo. Acomodé unos cuantos mechones de mi cabello, tomé mis pertenencias junto con la maqueta y bajé enseguida. En el umbral de la casa me esperaba mi padre. Le pedí que me cuidara la maqueta mientras iba a y me despedía de mi madre, quien desayunaba en la cocina. Antes de irme, me recordó como por décima vez que, si en algún momento de la jornada me sentía mal o algo, les avisara y ellos iban a buscarme.
La noche anterior, no culminó para nada bien. Después de llegar y saber que el labial que llevaba ese día se había perdido, un dolor de estómago apareció de la nada, pero no le presté mucha atención. Probablemente se debía a que esa noche comí de más. Después de irme a dormir, no sin antes tomar algo para el dolor de la caída, el dolor de estómago se intensificó y las náuseas hicieron su entrada estelar. Yo pensé que, con dormirme, todo iba a pasar. Grave error.
Por lo que a mitad de la madrugada terminé sentada en el suelo junto a la taza del inodoro, con mi madre de lado sosteniéndome el cabello, y yo expulsando todo lo que mi pobre estómago albergaba. Una escena que ojalá pudiera olvidar, porque fue asquerosa. Para mí que la caída me desacomodó mi sistema digestivo y pasó lo que pasó.
—Hija, ya sé que tomaste una decisión, pero me parece que es mejor que te quedes—aseguró mi madre—. Apenas y pegaste el ojo.
Ah, porque con ese dolor fastidioso molestando, solo pudo dormirme hasta después de la eventualidad, que prefiero no mencionar, porque me da asquito.
—Ma, ya estoy mejor...de verdad—insistí—. No te preocupes.
—¡Imposible! Eres mi hija, naturalmente debo preocuparme—mencionó—. Y más si se trata de una hija terca que va a ir enferma a clases, solo porque "necesita entregar una maqueta", que estoy más que segura que con una excusa médica te la dejarían entregar después...
—Ya te he dicho que la profesora es muy complicada—indiqué—. Además, ya me siento mejor.
Me observó con su mirada llena de desconfianza.
—Si tú lo dices...Pero ya sabes, como te empiece a doler algo, aunque sea un poco, nos dices—advirtió.
—Sí, sí. Nos vemos después.
—Que te vaya bien—besó mi mejilla.
Regresé a la entrada para ahora sí irme. Papá me regresó la maqueta y abrió la puerta para que saliera; estaba haciendo bastante frío. Después de encender el auto y que me ayudara a subir para no dañar mi preciado trabajo, nos fuimos. Sinceramente, no me sentía al cien, como quise que mi querida mamá creyera. De hecho, por mí me habría quedado en casa, porque si bien el estómago ya no dolía como, me sentía exhausta. Y de mi pobre trasero ni hablemos, me dolía peor que antes y tenía un feo moretón; pero ey, al menos nadie vería esa aberración, punto positivo.
Sin embargo, yo no iba a faltar. No, señor. Yo iba a clases porque iba, necesitaba salir de una vez por todas de esa maqueta que me sacó canas azules. El resto de clases, me importaban menos, yo quería que esa profesora me supiera mi nota y ya.
—¿Llevas todo?—preguntó papá revisando su teléfono.
—Sí.
—Pues andando.
Y así, partimos de casa para comenzar otra semana; esa sería la última en la que me llevaría a clases. El camino fue silencioso y pacífico. Por primera vez, papá no encendió la radio y puso sus canciones que me producían sueño. Las extrañé bastante, porque justo en ese momento lo que necesitaba era dormir un poco. Aunque bueno, incluso sin la música de fondo, me quedé dormida hasta que llegamos al colegio, donde mi papá me despertó con un ligero toque en el hombro.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...