Capítulo 33

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La mañana del sábado llegó sin mucho problema, de modo que a eso de las nueve ya estaba sentada en el café de siempre esperando a Pedro Armando, alias Leonardo DiCaprio. Aquella mañana era particularmente fría, por lo que antes de que el hombre hiciera su aparición estelar, me pedí un café negro sin azúcar y bien caliente.

Mientras aguardaba a que mi nuevo tutor llegara, revisé los mensajes que tenía pendientes por responder; de por sí eran muchos. Primero contesté el de mi madre, quien me preguntaba si necesitaba que fuera a buscarme a la casa de mi "amiga". Se suponía que en este momento yo estaba en la casa de una "amiga" repasando para el examen de física. Esa fue la brillante excusa que le di a mi queridísima madre para salir ese sábado.

Normalmente no le mentía a ella sobre mis planes, sin embargo, y dadas las circunstancias, ahora que salía con Leonardo, de vez en cuando me veía en la penosa tarea de maquillar un poco mis salidas. Me sabía mal no ser honesta del todo, pero como nuestra relación era secreto de estado, pues no le iba a soltar: «Oye, madre querida, voy a verme con mi novio quien va a enseñarme física, y es mi profesor titular. Besitos».

No, ni que estuviera loca. Además, no le estaba mintiendo del todo, solo cambié la identidad de Leonardo por una falsa amiga. Repito, no me gustaba estar disfrazando la verdad a mi conveniencia, pero aún no era momento de soltar verdades de tal magnitud a mi progenitora. Si la relación llegaba a más, de seguro terminaría contándole, pero por el momento, me reservaría esa información para mi solita.

Respondí a mi madre diciéndole que no era necesario; que podía llegar a casa por mi cuenta. Ella solo me envió un emoticono de la mano con el pulgar arriba y se desconectó. Luego revisé los mensajes del grupo que tenía con mis amigas: era el enlace de una lista de reproducción de Spotify que Sofía compartió para nosotras. Se trataba de una lista dedicada a la banda de coreanos que les quitaba el aliento a Wendy, Sofía y Lina: BTS.

Esa la escucharía después, porque me intrigaba saber por qué les gustaba tanto esa agrupación, y por qué insistían en que la escuchara. Seguí con un par de mensajes del pesado de Daniel, quien ya estaba amenazando con regresar de visita a casa, ese sábado en la noche. Solo le mandé un «Bien por ti», y bebí un poco de mi taza de café.

—Disculpe, señorita—despegué mi mirada del teléfono—¿La silla está ocupada?

No pude evitar sonreír al verle.

—Para su desgracia, mi estimado caballero, sí.

—Vaya, ¿estará esperando a alguien?

—En efecto. Y esta vez no es mi madre.

Leonardo se echó a reír. Yo retiré la chaqueta de la silla restante para que tomara lugar.

—Veo que iniciaste sin mí—señaló mi taza de café—. Traidora.

—En mi defensa, me estaba congelando. Así que ni bien llegué, pedí una taza—respondí—. Deberías hacer lo mismo.

—Quizás luego—dijo para tomar asiento en la silla libre—. Ah, qué grosero. ¿Dónde dejé mis modales?...¿Cómo estás?

—Aún estoy procesando que llevo despierta más de dos horas, pero bien. ¿Qué hay de ti?

—Mi cabeza está a punto de estallar por tanta información sobre circuitos—una carcajada se me escapó de los labios—. Así que...¿empezamos?

—Seguro.

Y así dio inicio la sesión de estudio que estaba segura me salvarían el pellejo. Tenía altas expectativas sobre la ayuda que Leonardo sería, porque si algo hacía bien este hombre era enseñar con claridad. Desde que se convirtió en mi profesor no hubo tema que no le entendiera. Y si ya lo hacía bien en matemáticas, no dudaba de su capacidad para enseñar física.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora