Capítulo 47

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Confiar en la discreción de chicas entre los diecisiete y diecinueve años fue como esperar a que lloviera para arriba: simplemente una locura. Y más si se trataba de las mismas señoritas con las que compartía siete horas de mi vida de lunes a viernes. Para ellas, la palabra "discreción" no existía dentro de su léxico y era un invento del gobierno, porque de discretas no tenían nadita de nada.

Con decirles que era más discreta mi vecina chismosa que ni las veintitantas chicas con las que estudiaba de lunes a viernes. Y no exagero, porque tengo pruebas de ello. Pues para muestra de un botón: la "sorpresita" que planeaban para nuestro titular por poco deja de serlo, ya que gracias a la carencia de moderación de unas cuantas, la víctima de toda esta movida empezó a sospechar que traíamos algo entre manos.

Justo el sujeto al que se suponía debíamos sorprender, ni bien pasadas las primeras veinticuatro horas de la creación de nuestro plan, notó que tramábamos cosas y nos observaba receloso. Y todo esto porque escuchó a Cristina (la entrometida del salón), hablar con Alba y vociferar a los cuatro «¡Te digo que debemos escondernos en cualquier parte, llegar de repente con globos de colores y darle un buen susto!».

Así es, precisamente la persona que menos debía enterarse de lo que estaba pasando tuvo que escuchar los alaridos de Cristina, quien aparte de ruidosa, no podía mantener su boca cerrada ni por medio segundo. Como consecuencia de ese minúsculo incidente, el profesor del milenio estaría atento ante cualquier movimiento extraño del grupo, e incluso llegaría hasta el punto de acercarse a su estudiante de confianza (y a de vez en cuando novia), para indagar sobre el asunto.

—Hablemos con honestidad—comentó de repente.

—¿Seguro?...—respondí algo confundida.

—¿Qué tontería están planeando?

Instantáneamente detuve mi andar y me giré para verle.

—¿Quiénes?

—Ustedes...

—¿Y por "ustedes" te refieres a...?

—Mi curso.

Inmediatamente supe de qué me estaba hablando: Cristina y su grito sobre "globos", "esconderse" y "y sustos".

—¿Nosotras?—pretendí ignorancia.

—Sí, ustedes —hizo énfasis en esta última palabra.

—Nada en especial.

Mi respuesta no pareció gustarle pues su mirada recelosa denotaba incredulidad. «Muchas gracias, tonta Cristina», pensé.

—¿Segura?

—Sí.

—¿De verdad?

—De verdad.

—¿Muy... muy...muuuy de verdad?

Le observé burlona mientras internamente quería gritarle a la bocona de Cristina.

—Vaya...Se supone que la de las dudas soy yo.

Conseguí sacarle una risita floja.

—Creo que ya me contagiaste tu manía de no confiar.

Inevitablemente me reí.

—Mira...sinceramente, no sé qué es lo que estás pensando—por supuesto que sí lo sabía—, pero una cosa es cierta: no estamos planeando nada—sí que había un plan—. Así que, confía en mis sabias palabras y relájate un poco—me miró no muy convencido—. ¿Sí?

Se lo pensó por unos instantes hasta que finalmente pareció aceptarlo.

—Bien—sentí un pequeño alivio—. Pero como sea mentira y estén tramando alguna broma pesada con globos...

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora