Capítulo 7

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 —Muy bien clase, eso es todo por hoy, ya pueden retirarse. Feliz fin de semana.

Cada una de las presentes comenzó a guardar sus pertenencias y a salir del salón. Solté mi lápiz y me dejé deslizar en mi asiento. ¡Por fin se acababa la clase! Enseguida me apuré a guardar todo dentro de mi mochila; eran varias cosas las que estaban fuera: calculadora, libro, cuaderno, regla y mi estuche en el que almacenaba un centenar de lapiceros para adornar mis apuntes. Con todo dentro, salí casi corriendo del salón para encontrarme con las chicas quienes me esperaban.

Ya juntas, bajamos y salimos. En la entrada nos separamos porque a Sofía y a Lina las iban a buscar sus respectivos familiares, mientras que Wendy y yo debíamos irnos por nuestra cuenta. Caminamos juntas hasta la estación cercana, porque sí, siempre nos movíamos en autobús. Todas las mañanas tanto ella como yo llegábamos en carro, pero en la tarde, era nuestra responsabilidad regresar a casa.

—Ah, ¿por qué nadie puede venir a buscarme como a las demás?—mencionó Wendy, mientras esperábamos a que el semáforo cambiara a rojo— Así me ahorraría toda esta estúpida caminata hasta la estación y sería feliz.

—Porque nadie te quiere, todos te odian y ya no quedan gusanitos.

Soltó una carcajada.

—Hablo en serio. Si alguien viniera por mí, sería una persona muy feliz.

—¿Por qué no le dices a tu hermano?

—Ese bobo no lo va hacer—bufó ella—. Ya le dije, pero dice que está muy ocupado estudiando como para hacer de chofer.

—Bueno, está en la universidad, de seguro tiene muchas cosas por hacer—comenté—. Recuerda a tus otros hermanos. Cuando estaban en la universidad, Pablo y Sebastián no tenían tiempo para nada.

—Exacto, Pablo y Sebastián no tenían tiempo, Mateo sí.

El semáforo cambió y cruzamos la calle.

—¿A qué te refieres?

—Pues eso, que el perezoso de mi hermano no está ocupado, está más que libre.

—¿Cómo lo sabes?

—Querida, es  Mateo de quien hablamos. Mi hermano no es como Pablo o Sebastián, que eran adictos al estudio y por eso andaban tan ocupados. Mateo necesita tener tiempo libre o se muere...Su pereza no le permite ocuparse mucho... Solo matriculó cuatro clases para este semestre—explicó—. Además, conozco su horario, a esta hora está más que libre.

Ante su comentario no pude evitar reír. Para ser honesta, no creía que mintiera o estuviera exagerando sobre Mateo. La verdad es que los dos hermanos más grandes, eran adictos al estudio, hasta el punto de estudiar dos carreras y graduarse un año antes de lo esperado. Al igual que los padres de Wendy. Pero ni ella ni Mateo habían heredado ese amor por el estudio. Aunque bueno, Wendy se esforzaba y estudiaba lo debido. Mateo, no tanto. Y lo sé porque lo conocía y porque estudiamos en el mismo colegio hasta que se mudaron.

—¿Y qué hace entonces?

—Lo de siempre.

—¿Dormir o salir con sus amigos?

—Bingo.

Después de caminar un poco más llegamos a la estación. El camino no era tan largo realmente, pero tener que hacer dicha caminata todas las tardes no era algo muy divertido; peor los viernes, cuando todo el cansancio acumulado de la semana amenazaba con desbordarse en cualquier instante. Además, debíamos tener en cuenta el factor "clima". En esta ciudad el clima era impredecible. A veces hacía frío que te calaba hasta los huesos, pero no llovía. Y otras más, había presencia del sol, y de un momento a otro, comenzaba a llover, hasta en algunas ocasiones convertirse en tormenta.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora