Capítulo 49

14 4 1
                                    

El día en que mis papás se enterarían de que estaba con Leonardo siempre lo había visto como un evento supremamente lejano; uno que tomaría lugar mucho después en el futuro. Del mismo modo, siempre había creído que esa eventualidad se daría únicamente que por mi voluntad y mi motivación a ser una persona honesta. Sin embargo, como ya ha quedado más que claro en lo que va de esta historia: una cosa era los planes en mi cabeza, y otra muy diferente el cómo estos verdaderamente sucedían.

De ahí a que mi fin de semana se viera arruinado por la anticipación de la gran charla que en definitiva no había planeado tener por esos días.

Ese sábado y domingo fueron días oscuros en los que mi tranquilidad se tomó unas vacaciones y me abandonó, para dejarme en medio de una crisis. Y no precisamente porque hubiese conocido las consecuencias de mis actos con antelación. Por el contrario, fue toda una tortura no tener idea de qué sería de mí tras ser vista bajándome del auto de un desconocido. O si, por el contrario, ellos ya sabían de quién se trataba.

Pues irónicamente, después de que todo parecía ocurrir antes de lo estimado, tuve que aguardar hasta el domingo para conocer qué vendría después. Para bien o para mal, luego de ese encuentro incómodo y el «Tenemos que hablar» del estupefacto doctor Torres, tanto mi madre como mi padre anduvieron ocupados casi que las veinticuatro horas del día y no los volví a ver hasta el domingo, a la hora del almuerzo, cuando anunciaron que el par había coincidido en sus micro vacaciones de unos días.

—¿Cómo lo lograron?—pregunté.

—Quién sabe—respondió mi papá—. Lo importante es que desde hoy vamos a tener mucho tiempo para estar los tres juntos.

—Y, sobre todo—intervino mi madre—, para poder hablar.

Yo deseé que la tierra pudiera tragarme, y me escupiera en cualquier otro universo.

De este modo, y gracias a las jugarretas que la vida de cuando en cuando acostumbraba a hacerme, el gran momento llego; que de "gran", no tuvo nada, pues la ansiedad por dialogar con ellos me estuvo carcomiendo hasta el final. Creo que en ese lapso desde el almuerzo hasta que ocurrió, mis niveles de estrés superaron sus propios límites, porque no recordaba haber estado tan inquieta con anterioridad.

Pero bueno, como no estar desesperada cuando no solo iba a confirmar las sospechas de mi madre, sino que también iba a soltarles que su querida hijita andaba nada más y nada menos que con su profesor. No cualquier persona: MI PROFESOR. Desde ahí todo mal, pues, aunque mis progenitores eran personas comprensivas, decirles que andaba con mi titular no sonaba a algo que realmente les gustaría escuchar. Vamos, es que a ningún padre cuerdo le haría gracia escuchar que su hija se metió no solo con una persona considerablemente mayor que ella, sino que para colmo se trata de su profesor.

Y si de por si la sola idea sonaba terrible, hablemos de las posibles consecuencias, que de todo pintaban menos de ser buenas. Cosas como ser reñida y castigada, para que después me prohibieran si quiera interactuar con el implicado, hasta ser enviada a un convento con monjas de clausura eran algunos de los escenarios que mi cabezota negativa podía cavilar por esos momentos; e iban escalando de mal en peor. Incluso había considerado la idea de que esto podía causar un revuelo, y tal vez causara problemas familiares y terminara dañando el vínculo entre el señor Vega y mi padre.

En fin, había mucho por preocuparse y yo ya no podía con ello.

Tenía tantas cosas en mi cabeza que por un momento llegué a considerar que el cerebro me explotaría. Aparte de que estaba sumida en la negatividad y los pensamientos fatalistas eran demasiados, no tener la más remota idea de cómo abordar el tema me dificultaba relajarme un poco. Y si adicionamos el hecho de que mis papás estaban esperando a que fuera yo quien diera el primer paso, mi día terminó complicándose el doble.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora