A lo largo de mi corta vida he aprendido algo, y es que la vida da muchos giros. Algunos buenos, otros malos, unos premeditados y otros espontáneos; pero siempre traen con ellos algo, y eso significa cambio. No importa el momento, no importa el lugar. No importa tu sexo, no importa tu edad, no importa tu procedencia, y mucho menos importa qué tan listo te encuentres para ello. En cualquier momento de tu vida vas a cambiar.
Qué curioso, ¿no lo crees? Aun si lo necesites o no lo quieras, vas a cambiar. Incluso, sin darte cuenta, en este mismo momento estás cambiando. Porque hoy no eres la misma persona que eras ayer, y mañana dejarás de ser la que fuiste hoy. Y no hablo de cosas grandísimas y notorias. Con pequeñas acciones y decisiones ya estás cambiando. Con solo decidir levantarte en la mañana un poco más temprano, o quizá, algo más tarde, tu rutina está cambiando, tu vida está cambiando, tú estás cambiando.
Ahora, estos cambios no siempre ocurren a voluntad de nuestros deseos. A veces los eliges, los moldeas y los acomodas a tu vida. Puedes prepararte para dar ese gran paso y lo esperas con ansias. Pero en otras ocasiones solo llegan, sin aviso, sin llamada preventiva, sin invitación. Solo nos queda resignarnos y enfrentarlos. Es como en el amor; en ocasiones esperamos a que sea nuestro momento para dar el "sí" y que inicie un nuevo capítulo en nuestra vida; y en otras, simplemente no esperamos la llegada del fin.
Eso es lo que le da el toque mágico a nuestra vida: cambiar. Sin los cambios, viviríamos del mismo modo, hasta...quién sabe, nuestra muerte. Aunque nuestra muerte también es un cambio inevitable, así que de una manera u otra debemos atravesar por cambios. A ti, y a mí; a todos nos llega el momento de cambiar en cualquier instante. Ya sea porque lo deseemos, o sencillamente porque nos ha tocado.
Como en mi caso, que no lo esperaba y solo tuve que atenerme a lo que se aproximaba. Fue una sorpresa, y no muy grata, pero tampoco la peor que pude recibir. Solo les diré que un día estaba en mi casa, viviendo tranquila mi vida, y al siguiente estaba empacando mis cosas, porque me mudaba, y no de vecindario, de ciudad.
Fue...como dirían algunos un "shock" impresionante, porque estaba más que habituada a esa ciudad; mi ciudad. Siempre había vivido allí, en la misma casa, de dos pisos y un antejardín lleno de flores. Siempre había vivido en la misma calle, del mismo vecindario. Pero sobre todo, siempre estuve en la misma ciudad, aquella que me ayudó a crecer, que me cuidó, me enseñó, me hizo reír y también llorar.
La conocía a la perfección. Sus calles, sus parques, sus edificios, sus desvíos, sus secretos; conocía todo, hasta los lugares menos comunes y sus rincones más recónditos. Y ella me conocía a mí. Sabía todo y mucho más que cualquiera, pues ella era la que me veía llorar y reír; vivir y soñar; me seguía a todos lados y cuidaba de mí. Mi conexión con esa ciudad era muy fuerte. Con ella, éramos una sola, porque una parte de mí siempre estaría con ella. Esa ciudad, era mi hogar.
Lastimosamente me iría y la dejaría atrás. Tendría que cortar nuestro lazo y moverme sin derecho a quejas, reclamos, peticiones o declinaciones. Este fue un cambio drástico, uno que jamás hubiera esperado, porque fue sorpresivo e indeseado. Pero en definitiva, uno al que no pude negarme, pues la decisión no estaba en mis manos; era una decisión de los más grandes, de mis padres.
Con el corazón desbordado en sentimiento, reuní todo lo que la mudanza pudo llevar y le dije adiós a mi casa, mi vecindario, mis amigos y mi ciudad. Sin embargo, no me podía sumir en la pena por abandonar mi querido hogar. Tenía que enfrentar a mi nueva realidad y superarla. A lo mejor y sería divertido. Un nuevo comienzo, una oportunidad para crecer.
Así que sin mucho que hacer, me atuve a las consecuencias: enfrentarlo. Un cambio duro, la verdad, porque estaba dejando parte de mi vida atrás, dejando todo a lo que estaba habituada, para comenzar de cero; pero tampoco era un cambio imposible de manejar. Ya había superado algunos momentos de mi vida para nada agradables, mudarme no sería la excepción.
De este modo, llegué a lo que sería la capital, un universo supremamente distinto, del que por supuesto yo no era parte. Las cosas allí eran diferentes de muchas maneras. Al llegar, me sentí una completa extraña, ajena a lo que sucedía. Pero con la esperanza de que lo que se avecinaba. Un nuevo capítulo, una nueva etapa. Un nuevo escenario que me traería un sinfín de eventualidades inesperadas.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...