Capítulo 37

15 4 0
                                    

Santo Cristo, ¿qué estaban viendo mis ojos?

—Vaya, ¿esta es la forma de recibir a tus invitados?—me crucé de brazos—.Tu mamá lloraría si viera tus modales.

—No pensé que llegaras tan rápido—respondió desviando la mirada.

—Pues perdóname por ser puntual—agregué yo.

Esa fue la primera vez que vi a Leonardo incómodo. Se le veía entre apurado y un tantito apenado. Qué divertido.

—Bueno, ¿me vas a dejar entrar...o me voy?—enarqué una de mis cejas—Porque el proyecto de arte no se hace solo.

—Ah, sí. Adelante.

Terminó de abrir la puerta, y se movió para que ingresara. Sin hacerme de rogar, me adentré en su hogar. A primera vista te encontrabas un apartamento con un estilo minimalista inclinado al concepto abierto: la sala, comedor, y cocina estaban juntos. Esta última estaba cerca al pasillo que daba a la puerta. Avancé hasta la sala, seguida del propietario, que iba en silencio como si le hubiesen comido la lengua.

—Así que esta es la morada del DiCaprio falso—hablé yo examinando con la mirada el lugar —. Interesante.

—Puedes ponerte cómoda...—señaló el sofá— Mientras tanto yo termino...

—Sí, sí. Anda a vestirte, nudista.

El dueño del apartamento, ni bien escuchó mis palabras se perdió pasillo adentro para terminar de vestirse. Me mordí la lengua para no reírme; verlo salir despavorido fue graciosísimo. Avancé por la estancia, tomándome unos segundos para echarle un vistazo a lo que había. El lugar estaba perfectamente ordenad; tanto... que espantaba. Después de todo Leonardo no era tan desordenado como aparentaba su escritorio del salón, que siempre estaba hecho un desastre.

Mientras esperaba que Pedro Armando terminara con sus asuntos, me tomé la libertad de inspeccionar un poco el lugar, lo que en otras palabras sería, darle un breve vistazo al estante junto el gigantesco televisor de la sala. Tampoco era tan atrevida como para irme de tour por su apartamento y pegarle un susto. Aun cuando esa opción era tentadora.

La mayoría de los objetos en el estante eran libros; desde Fundamentos de las matemáticas, hasta Las historias de Sherlock Holmes. De resto, había uno que otro recuerdo de viajes y ya. Seguí observando el resto de los objetos en el estante, en lo que aprovechaba para para rescatar los descubrimientos que había hecho tras esa bienvenida poco convencional, y los pocos minutos que llevaba allí.

Primero: Leonardo era una persona de tonos neutros, pues toda la decoración que había entre la sala y la cocina se inclinaba por esa gama de colores. Segundo: se ejercitaba. Vamos, no crean que desaproveché el bug para apreciar su torso descubierto. Se notaba que trabajaba en su cuerpo y probablemente iba al gimnasio. Qué bueno que no era un vago como yo, quien no movía ni un solo dedo. Y tercero: tenía un curioso tatuaje en uno de sus hombros.

Ni bien pasaron unos cinco minutos, apareció nuevamente Pedro Armando, por el pasillo en el que se había perdido antes. Con colocarse una camiseta y peinarse, parecía un nuevo ser humano. Alguien renovado y fresco, porque por su cabello ligeramente húmedo, deducía que no mucho antes de que llegara, este hombre estaba abandonando la ducha.

—Pero miren esto. Alguien dejó de lado el nudismo—sonreí burlona—. Mis felicitaciones.

—No fue apropósito, eh—se apresuró a decir.

—Eso dicen todos—comenté yo.

Se acercó para dejar un dulce y corto beso sobre mis labios. Ahí las mariposas en mi estómago comenzaron a danzar y yo sonreí como una tonta. Ah, las proezas del amor.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora