Capítulo 34

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Aquel fin de semana, se esfumó en un pestañeo. Supongo que se debe a la particularidad de estos días, y que fueron bastante movidos como para no reparar en aspectos como el tiempo. Ocupadas. Por ello, vamos a hablar de estos días no como un conjunto, sino como individuales, pues tanto el sábado como el domingo merecen tener su espacio.

Así que comencemos con el sábado. Fue un día lleno de aprendizajes ciertamente curiosos. Principalmente, y el menos extraño fue todo el conocimiento adquirido gracias a la sesión de estudio: aprendí un montón sobre circuitos, que yo ya veía un cien en mi examen. Todo estaba más claro que un manantial,

También aprendí varias cosas sobre Leonardo. Entre esas que, intentar comunicarle algo a Leonardo con señas era una auténtica pérdida de tiempo; no las iba a captar, ni aunque un profesional lo hiciera. Del mismo modo, descubrí que la imaginación de mi queridísimo Pedro Armando era grande, porque se le ocurrían unas ideas alocadas cuando se lo proponía. Ya sabrán por qué lo digo.

Para ello es preciso mencionar los hechos posteriores a Mateo, quien será nuestro punto de referencia. ¿Listo? Bien, podemos continuar. Tras la salida triunfal del joven «Salúdame a la tutora», llegó mi momento de lidiar con el DiCaprio falso, quien era más confusión que persona. Naturalmente, aclaré ciertos puntos, para evitar malentendidos. Porque hubo varios.

Con decirles que Leonardo creyó que Mateo era algún rarito que me estaba acosando, y que mis señas eran porque necesitaba ayuda. Desde ahí todo mal.

—Así que...el tipo que chocó conmigo...es el hermano de Reyes.

—Exactamente.

—Estuvo en la feria, ¿verdad?

—Así es.

—Y ustedes son amigos.

—De toda la vida.

Guardó silencio por unos segundos, como si estuviera procesando la información que acaba de suministrarle.

—¿Puedo confesar algo sin que me juzgues?

—Depende del disparate que digas.

Se pensó un momento lo que iba a decir para después soltar:

—¿Me creerías si digo que...en la feria navideña pensé que ustedes dos salían?

Y yo estallé en carcajadas. Afortunadamente para ese entonces ya estábamos fuera del café, sentado en una de las bancas del parque cercano al local. Después de aquella eventualidad, nos trasladamos a ese lugar. Las personas que iban de paso se giraron en mi dirección para verme como si fuera un bicho raro. Sentí sus miradas, pero me importó menos. Yo estaba ocupada ahogándome con mi propia risa.

—¡Ay, Dios mío!—limpié una lagrimita que se escurría por mi rostro de tanto reír—. Qué divertido.

—Sí, sí...graciosísimo.

Su semblante estaba serio.

—¿Sabes? Tú sí que dices unas cosas bien locas—lo codeé—. ¿Mateo y yo? ¿Saliendo? ¡Qué espanto! Eso es simplemente...raro. Dime, ¿de dónde se te ocurrió eso?

—Se les veía muy cercanos y cariñoso...no sé.

—Eso es una completa locura—respondí divertida.

Leonardo no dijo nada más y apartó su mirada. Yo solo pude seguir riéndome. ¿En serio creyó que Mateo era mi pareja? ¡Santo Ra! Era Mateo de quien hablábamos. Era lo más cercano que tenía a un hermano. No había manera de que él y yo saliéramos.

—Si lo ves desde mi perspectiva, parecen más que amigos.

—¿"Parecen"?—enarqué una de mis cejas—¿No estábamos hablando de eventos pasados? Porque eso me suena a pensamiento latente—lo escudriñe con la mirada.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora