Capítulo 29

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Escuchar semejante información de alto calibre generó más dudas que respuestas. Esa sí que no me la esperaba. ¿Lina y Mateo? Qué locura. Quise indagar un poco para tener contexto y entender mejor ese rollo, pero no me dieron chance de hacerlo, porque como dicen por ahí, los bobos tienen una suerte de infarto. Y esta vez la suerte jugó a favor del bobo de Mateo, ya que como por arte de magia, apareció Santa Claus, para salvar la Navidad; mejor dicho, para salvar el pellejo de Mateo.

—Señorita Claus—canturreó Alba moviéndose de un lado a otro con su gigantesca barriga falsa—. Aquí estás—tomó mis manos entre las suyas cubiertas con unos gigantescos guantes—. Ya es hora de volver a los brazos de tu querido Santa—levantó las cejas de una manera muy cómica.

—Ew, Alba. Eso sonó asqueroso—mencionó María que venía con ella—. Y todavía te quejas porque te dije viejo verde.

El resto reímos. Ahí, María cayó en cuenta de que había un polizón entre nosotras.

—Oh, ¿qué tenemos aquí?—examinó a Mateo con la mirada—. ¿Serás algún cliente?

Mateo intentó responder, pero Wendy fue más veloz.

—No es nadie, solo un extraño que estaba de paso. Pero ya se iba—hizo ademán de sacarlo a empujones—. ¿Cierto?

—¿De qué hablas, Dydy?—elevó una de sus cejas—¿Vas a negar a tu hermano?

Alba vio al par perpleja.

—¿Ustedes son hermanos?

—Para mí desgracia, sí—contestó mi mejor amiga.

—Yo también te aprecio un montón, hermanita.

Me tapé la boca para disimular una risita.

—Bueno, ahora que lo mencionan, hay cierto parecido entre ustedes...—Wendy le dio una mirada asqueada—¿Entonces?— María interrogó a Mateo con la mirada—¿Vienes por la foto con este barbudo decrépito o solo estás de pasón?

—¡María!—chilló Santa.

—Solo digo la verdad...—contestó ella.

Alba, blanqueó los ojos y pasó de su amiga.

—De hecho, sí. Vengo a crear recuerdos familiares con mi hermanita favorita—pasó su brazo sobre los hombros de Wendy.

—¡Perfecto!— fue a buscar la cámara fotográfica sobre el escritorio en el que imprimían las fotos— En ese caso, Santa y Lady Claus, a sus lugares—ordenó—. Wendy, y hermano de Wendy: ubíquense junto a los Claus.

Alba, Mateo y yo obedecimos a María; Wendy ni movió un dedo. Con gesto apático, dijo que no le apetecía salir en la foto. Así que los tres nos ubicamos de la siguiente manera: Santa en el extremo izquierdo del trineo, Mateo en el extremo derecho y yo en el medio.

—Muy bien, chicos. Júntense un poco más—pidió María en lo que acomodaba el lente; Santa se pegó más a mí, mientras que Mateo a penas y se movió—. Hermano de Wendy, muévete un poco más hacia Lady Claus. Ella no muerde.

—Eso no lo sabemos—contestó él.

Yo me reí y él se movió un poco más, pasando su brazo izquierdo sobre mis hombros. María dio el visto bueno y se preparó para tomar la foto  diciendo «¡Sonrían!». Sin embargo, antes de sacar la fotografía, en tanto Wendy notó dónde estaba el brazo de su hermano, salió despedida como un cohete y se colocó en medio de los dos gritando «¡Hay que dejarle espacio al Espíritu Santo!».

Lo siguiente que sucedió se los resumiré en unas cuantas líneas: Mateo casi se cae, Wendy por poco destruye el trineo, a Alba se le calló la barba y yo recibí un codazo en el pecho; pero la foto salió fantástica. Eso sí, después mi booby izquierda me dolió por un tiempo. Pero repito, la foto salió maravillosa, que luego del evento le pedí a María que me la enviara.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora