Capítulo 30

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Sobresaltada, me giré en la dirección que aquella voz provino. Me llevé la mano al pecho, sintiendo como el corazón me latía a tres mil por hora. Les aseguro que estaba a nada de salirse de mi pecho. En cuanto mi mirada chocó con la del incognito, pude sentir como mi alma abandona mi cuerpo y regresaba en cuestión de segundos.

—Increíble...—fue lo único que salió de mis labios.

Estaba perpleja, confundida y aliviada, pero principalmente, perpleja. Escaneé al individuo parado a unos cuantos metros de distancia. Su miraba era de conmoción en su máxima expresión. No sé sabía quién estaba más sorprendió, si él o mi persona; pero una cosa era segura, ninguno terminaba de procesar lo que estaba viendo.

El hombre avanzó hasta mí, para posicionarse a mi lado, claro, siempre dejando una distancia razonable. No me podía creer nadita de lo que estaba pasando.

—Bueno, esto sí que es una coincidencia. No pensé encontrarte aquí.

—Y yo menos, señor DiCaprio.

Una suave risilla se le escapó en el momento.

—¿Cómo estás?

—¿Actualmente? Confundida a la par que un pelín espantada. Casi me matas del susto—volví a llevarme la mano al pecho; el ritmo desenfrenado ya estaba menguando—. Eso de hablar de la nada y repetir lo que digo no es divertido.

Leonardo soltó una carcajada mostrando sus blanquecinos dientes.

—Me parece que la que repitió mis palabras fue otra persona—respondió divertido—. Pero bueno, qué sorpresa verte por aquí. Cuando salí ni se me ocurrió que fueras tú quien se recostaba en la barandilla. Te ves diferente...muy diferente...Es decir, hoy no traes tus distintivas gafas que sueles llevar todo el tiempo.

—Bah, como si fuera la primera vez que no las usara. En la feria tampoco las tenía—le resté importancia.

—Sí, sí. Lo recuerdo. Pero por algún motivo hoy tienes un aire diferente

—¿Diferente cómo?—elevé una de mis cejas—¿Diferente como si me hubiera hecho una cirugía plástica? ¿O diferente porque me veo horrorosa?

—No, no. Para nada. Te ves bien.

—¿Acaso no me veo así todos los días?

—Sí. Pero hoy particularmente luces...hermosa.

Quise responderle alguna tontería de esas que sabía decir, pero su comentario me dejó muda. Esa no me la esperaba. Pero por supuesto que no. Al instante sentí cómo cambiaba la temperatura de mis mejillas. Nuevamente estaba yo avergonzándome por un sencillo cumplido. Como ustedes ya se han dado cuenta, Victoria y los cumplidos no se llevan de la mejor manera. No porque los odie o sienta que no los merezco. No, no. Lo que pasa es que nunca he sabido cómo responder a ellos.

Entre la vergüenza y la sorpresa solo pude articular un tímido «gracias», seguido de un «tú también lo estás».

—¿Me estás diciendo hermosa?—preguntó juguetón.

—Sí...es decir ¡no!—solté de golpe— O sea...no te estoy diciendo horrendo. No pienso que lo seas. Solo quería decir—traté de explicar atropellándome con mis propias palabras—, que te ves bien. El traje te luce. Sí, sí. Eso.

—Gracias, supongo—sonrió.

En ese preciso momento quise que pasara un tornado y me llevara consigo, para escupirme en algún lugar desierto y que no tuviera la posibilidad de un viaje de regreso. «¡Ah! Qué estúpida» me reprendí mentalmente por actuar como una. ¿Era tan difícil solo hablar como un ser humano decente?

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora