La semana transcurrió tranquila y sin ningún inconveniente de por medio, al punto de sentirse irreal. Con el ritmo al que últimamente me había acostumbrado, la palabra "tranquilidad" no tenía espacio en mi diccionario o en mi vida. Y no era la única en la misma situación, pues el asunto de la universidad, el año escolar y sus derivados, tanto mis compañeras como amigas, tenían demasiado por hacer y reflexionar.
Sin embargo, y como un milagro después de tanta tragedia, por primera vez luego de algún tiempo, tuvimos una semana pacífica. Nuestras únicas preocupaciones se redujeron a decir "presente", no quedarnos dormidas sobre los apuntes y fingir interés en los últimos temas que estábamos estudiando. Porque a este punto, con lo saturadas que estaban nuestras cabezas, lo último que queríamos era que nos enseñaran nuevos temas que muy seguramente no iríamos necesitar para nuestro diario vivir.
De este modo, y gracias a quien deba atribuir aquella maravilla, pude llegar al fin de semana sin contratiempo alguno para mi
—Identificación, por favor.
Ambos le tendimos nuestros documentos. Después de que el chico en la caseta revisara cada una de las identificaciones, nos mirara un par de veces repetidas intentando verificar si éramos los de las fotos, y cobrara por los tiquetes de ingreso, nos regresó los documentos junto con los tiquetes.
—Gracias por visitar el museo—empleó un tono robótico y desinteresado—. Esperamos que disfruten el recorrido—su expresión molesta hizo que sus palabras se sintieran como sarcasmo—. Siguiente.
Sin siquiera dejarnos contestar, nos sacó de la fila para soltar un «Siguiente», algo más irritado.
«Parece que alguien odia su trabajo», me dije a mi misma, para luego seguir a Leonardo hasta la entrada donde se suponía debíamos esperar a que el grupo estuviera completo para que el guía comenzara el recorrido.
—Aquí tienes—Leonardo me tendió mi identificación—. No querrás perderla.
—Gracias...
Al tomarla, en lugar de guardarla de inmediato, me tomé un par de segundos para detallarla. Si algo tenía claro era que el documento no guardaba mi mejor foto. De hecho, ni me gustaba, porque a mi criterio me veía espantosa por mi expresión malhumorada. Y saber que ese día me hice mi mejor maquillaje y me lo hicieron quitar porque según el registrador estaba "muy cargado", no ayudaba en nada.
—¿Por qué salí así en la foto?—comenté en voz baja
—¿Así cómo?—habló de repente Leonardo, quien por lo visto me escuchó.
—Con cara de enojo—respondí—. Parece que odiara no sé...estar viva.
Leonardo se echó a reír.
—Déjame ver...
—Mejor no—escondí mi identificación—. Preferiría que no tuvieras esa imagen en tus recuerdos.
—Ya la he visto antes—recordó él—. Así que no veo cuál es el lío.
—Y me arrepiento de eso—respondí—. Es una foto horrorosa como para ir enseñándola por la vida.
Leonardo me observó divertido para luego soltar lo siguiente «Como tu digas. Pero para que sepas, cantes de que la escondieras alcancé a ver que llevabas un semirrecogido con trenzas». Con este último dato, me sentí boba por intentar ocultar mi identificación cuando él consiguió detallar que tenía determinado peinado, así que finalmente se la dejé ver una vez más.
—¿Verdad que parezco malhumorada?
—Yo diría que excesivamente seria...
—No, pues qué halago.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...