¿Recuerdan que les dije que mi suerte estaba cambiando e incluso iba mejorando? ¿Sí? ¿No? Bueno, pues dejen que les diga una cosa: estaba totalmente equivocada. EQUIVOCADÍSIMA. Como siempre. No sé ni por qué me sorprendo a este punto, cuando ya era más que habitual que las cosas me salieran diferente a como normalmente se esperaría que fuera.
Vamos, es que soy Victoria. ¿Cuándo se ha visto que en mi vida sucedan hechos comunes y corrientes? Exacto, casi nunca, por no decir jamás. En definitiva, las cosas normales y sencillas no iban conmigo; ni porque así lo deseara. No, no. Para nada. No sé si era culpa de la vida, el universo, Dios, o ve tú a saber quién o qué, pero ciertamente a ese qué o quién le gustaba que todo lo que me pasara a mí fuera más complicado y sádico.
Para muestra de un botón: encontrarme ese sábado con Leonardo, después de haber llorado por una película de animales y de escuchar el desastroso canto de Mateo solo porque lo había dejado solo. Dios Santo, es que más absurda no pudo ser esa escena, porque ya sería un golpe muy fuerte como el que por un pelito casi le aviento a Leonardo. Ya les contaré cómo estuve a punto de golpear accidentalmente a Pedro Armando.
Después de abandonar el cine y salir en dirección a la calle, intenté dejar atrás al rarito de Mateo, quien se burlaba de mi persona. Este pobre personaje en un intento de alcanzarme, por poco se estampa contra el suelo por culpa de alguna sustancia de dudosa procedencia que había regada a las afueras del cine. Así que, aprovechando la coyuntura, entre risas y a paso apresurado, avancé por la calle para dejarlo botado.
Pero el señorito en cuestión me siguió mientras hacía una malísima interpretación de Regresa a mí a la par que pretendía ser el quinto integrante de Il Divo. Ahí en la calle, que por el momento no era tan transitada se escuchó perfectamente «Regresa a mí, quiéreme otra vez...Borra el dolor, que al irte me dio». Yo me eché a reír y apresuré mis pasos; alcancé a sacarle algo de distancia.
Ya cuando iba al final de la calle y estaba a punto de doblar a mano derecha, de la nada apareció el DiCaprio falso frente a mis narices, y estuvimos a poco de chocarnos. Suerte que no, porque el golpe habría sido doloroso. Instantáneamente retrocedí un par de pasos llevándome la mano al pecho. Esa pequeña sorpresa consiguió sobresaltarme un poco. No esperaba verle por allí.
—Dios mío...qué susto.
—No sabía que ya espanto.
—Solo cuando haces apariciones de la nada.
Una suave risilla se escapó de sus labios.
—¿Cómo va la tesis?
—Estoy a nada de dejarla.
Ahora fue mi turno de reír.
—Ánimo, camarada. No todo está perdido.
—Eso espero...Por cierto, ¿has estado enferma?
—¿Por qué?
—Tienes los ojos colorados y la nariz tan roja como la de Rodolfo el reno.
Instintivamente me llevé las manos al rostro, recordando que acaba de salir de una sesión de llanto por culpa de un perro. Perfecto.
—Ah... no es nada—intenté restarle importancia.
—Mentirosa—tocó con la punta de su índice mi nariz.
Cualquiera que haya sido la idea que tenía para replicar, no llegué a decirla, pues a mis espaldas se escuchó la inconfundible voz de Mateo. Leonardo y yo intercambiamos miradas. Justo ahí recordé un minúsculo detalle; uno muy pequeño, pero importante: el quinto integrante de Il Divo me estaba acompañando. Y justo había hecho acto de presencia en el momento menos oportuno. Santo Dios. Qué emoción.
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Pure Love [En proceso]
Ficção AdolescenteVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...