Capítulo 28

15 4 2
                                    

Esperé un tiempo, impaciente por saber lo que sucedería, y me sentí una completa tonta por ello. Aguardé cinco, diez, incluso hasta veinte minutos para que respondiera. Pero nada. Le mandé otro mensaje, mejor dicho, un emoticono, y seguí esperando, hasta que se cumplió una hora y ahí le mandé otro mensaje, que únicamente consistía en un signo de interrogación. El sueño se hizo presente, pero yo aguardé un poco más hasta que se cumplió una hora y media desde que le mandé el primer mensaje, y ahí fui consciente de que no me iba responder. Me sentí como una autentica payasa.

«Ese idiota me está ignorando» consideré para mí misma viendo la pantalla de mi celular, enfadada. Cerré la aplicación y lamenté ser tan estúpida. Debí darme cuenta de que no iba responderme cuando lo vi en línea la primera vez y ni siquiera vio mis mensajes. Lo peor de todo fue que se conectó dos veces más. Apagué el teléfono y decidí irme a dormir, total estaba cansada y no ganaba mucho quedándome despierta. Esa noche, me acosté a dormir sin una respuesta.

Sin embargo, al día siguiente, después de levantarme, vi que Leonardo me había dejado un par de mensajes ese sábado a eso de las ocho de la mañana. Revisé el reloj de mi mesita de noche, eran las diez. No le respondí de inmediato, en cambio bajé a desayunar y le contesté a eso del medio de día. Ahí comenzó un pequeño juego, en el que uno mandaba mensajes, y el otro le respondía dos o tres horas después. El que respondía en el menor tiempo posible perdía.

Aquel jueguito se detuvo a la tercera ronda, cuando después de enviarle un mensaje, al instante obtuve su respuesta. Desde ahí las respuestas fueron más rápidas y los mensajes más largos, hasta que estuvimos ambos en línea. Ese sábado me quedé despierta hasta las tres de la mañana del domingo, nada más y nada menos que intercambiando mensajes con Leonardo.

Recordé cuando nos estábamos conociendo. Una vez mi mamá me pilló hablando con él hasta bien entrada la madrugada y me riñó con ganas. Bueno, ella nunca supo con quién hablaba, pero no le hizo mucha gracia que estuviera hasta tan tarde pegada al teléfono. No me quitó mi antiguo teléfono de puro milagro, porque de que estuvo ensañada a hacerlo, lo estuvo. Pero finalmente, después de prometerle que no lo volvería a hacer, declinó.

Luego de un fin de semana de intenso intercambio de mensajes, continuamos hablando, claro que no con la intensidad del sábado y la madrugada del domingo. Ambos estuvimos ocupados en nuestro asuntos, pero hubo en el que coincidíamos y fue la feria navideña. De hecho, todos en último año estábamos ocupadísimo con ello. Hubo tanto por hacer y solo tuvimos cuatro días para llevar a cabo los planes de la presidenta estudiantil. Tiempo para el esparcimiento y la relajación no existió en esos cuatro días.

Y así fue hasta que el día de la dichosa feria navideña por fin llegó. Ya era la mañana del viernes, una mañana bastante movida, en la que todas las chicas de último año corríamos de un lado a otro asegurándonos de que todo estuviese en su lugar antes de que el evento oficial comenzara. Mientras nosotras hacíamos lo nuestro, la mayoría de la institución estaba encerrada en el auditorio viendo la obra que el grupo de teatro había preparado para ese día: el nacimiento de Jesús.

—¡Vic!—escuché un alarido de Wendy desde fuera—Mueve ese trasero tuyo que no hay tiempo. La feria ya va a comenzar.

Acomodé el cinturón del traje en su lugar, y de inmediato salí del cubículo del baño.

Uh lala... qué elegancia la de Francia—mencionó ella—. A ver, una vuelta— yo le seguí el juego y giré en mi lugar—. Me gusta.

—¿Tú qué opinas, Sofí?

La nombrada se llevó una mano al mentón y después de hacer un análisis detallado del traje dijo:

—Te doy diez estrellas—levantó ambos pulgares, con una sonrisa amigable plasmada en su cara—. Ni la poderosísima Kylie Jenner se vería así de espectacular.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora