Luego de que el último visitante partiera, sentí cómo una carga desaparecía de mis hombros. Y una muy pesada, porque esa corta reunión fue lo suficientemente desgastante como para desear que nunca más sucediera. Después de cerrar la puerta tras de mí, pude sentirme libre y un pelín en paz. Tenía el corazón yendo a mil por segundo y probablemente el rostro más rojo que una cereza o un tomate, pero al menos sabía que con esto podía darle fin a tan vertiginoso día y descansar en la comodidad de mi hogar.
O eso me habría gustado decir, pues en realidad, el desenlace de ese sábado aún no llegaba, ya que un par de eventos inesperados se avecinaban. Porque vamos, qué es de mi vida, si no hay imprevistos hasta el último minuto. Así que prepárense para continuar con los disparates que viene a continuación, porque son bastantes...e intensos.
Por ello, iremos por partes, porque aquí hay mucho para contar, así que vamos por el principio. Y es que todo se remonta a los sucesos posteriores a mi cuasi infarto como producto del subidón de adrenalina provocado Leonardo y sus acciones imprevistas. Esta eventualidad logró no solo aumentar mi ritmo cardiaco a niveles inimaginables; así mismo, también disipó cualquier señal de sueño.
Si antes estaba que me caía del sueño gracias al día tan ajetreado, después de que nuestro querido Leonardo de confianza prácticamente me acorralara en la entrada de MI CASA (en un espacio bastante visible), y se pasara de listillo con las muestras de afecto, consiguió que me quedara más despierta que nunca. ¿Seguía cansada? Por supuesto que sí, pero sabía que por al menos las próximas horas no me iba a dormir.
—Estoy convencida de que va a llegar un día en que simplemente me dé un infarto por culpa de ese tonto...—murmuré bajito mientras caminaba rumbo a la cocina.
Con la cabeza llena de unicornios, arcoíris, algodones de azúcar, corazones y alguna que otra inquietud sobre si alguien había notado lo sucedido, busqué algo de tomar en la nevera. Indudablemente, me incliné por una lata de Sprite (mi bebida favorita en todo el mundo), que terminé acompañando con un paquete de papas.
Con la comida en mano, y un Zeus siguiéndome para que le diera papitas, tomé lugar en el sofá y me puse lo suficientemente cómoda para disfrutar de la tranquilidad de la sala de estar. En cuanto abrí el paquete, tuve un Zeus sentado en el sofá, observándome con ojitos de corderito para que le diera de lo que comía. Y como no podía resistirme a lo adorable que se veía, terminé dándole puede que casi la mitad del gran paquete de papas.
Mientras Zeus y yo degustábamos muy a gusto del snack nocturno, revisé las notificaciones pendientes de mi teléfono. Desde que había llegado a casa, no había tenido chance para ver a detalle si había algo nuevo. Alcancé a responder uno que otro mensaje, y a medio leer la conversación de nuestro grupo de amigas, pero nada más. Así que como no tenía mucho que hacer, me ocupé leyendo mensajes y respondiendo cuando era necesario; y vaya que tenía suficientes conversaciones pendientes como para entretenerme un rato.
Primero contesté los mensajes de mi papá; decía que llegaría pronto a casa. Luego regresé a leer una vez más la larga "discusión" que Wendy y Sofía habían mantenido en el grupo que teníamos. Y todo porque Sofía pidió que el pasaran los ejercicios de química. Fue la "pelea" (porque se notaba que estaban fingiendo discutir), más ridícula que pude lee, y que cien mensajes después terminó gracias a Lina, quien con un inminente «¡Vayan a estudiar o las saco!», logró pararlas.
A veces Sofía y Wendy eran demasiado bobas...
Mientras continuaba con mi tarea de leer conversaciones (y de vez en cuando mimaba a Zeus), de repente el timbre anunció la llegada de alguien. Inmediatamente mi perrito, saltó del sofá para correr hasta la puerta, y ladrar tan fuerte como sus pulmones le permitían. Aquello me resultó un poco extraño, pues realmente no esperaba a nadie y la hora no era precisamente una adecuada como para atender visitantes.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...