Capítulo 26

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Luego de ello, en cuestión de minutos ya estuvimos bajando en el ascensor para irnos. Descendimos  hasta el sótano del edificio, donde se encontraba la zona de parqueo. Cuando vi su auto sentí que una preocupación se iba. Por un mini segundo pensé que terminaríamos andando a los cuatro vientos en su super motocicleta, y eso me espantó. Eso ya sería pasar los límites, e iría a lo surreal. A ver, es que seamos honestos, ¿quién demonios se pasea en la moto de su profesor un sábado por la noche? Exacto, nadie. Y como un conocido nos viera, lo podría malinterpretar. Yo no estaba para más dramas.

Eso por un parte. Ahora, ir juntos en una moto significaba un contacto que quería evitar. Naturalmente por ir en un medio de transporte que casi es individual, habría contacto físico. Y lo que menos deseaba en esos momentos era subirme en su motocicleta y terminar pegada como una lapa a él, por temor a caerme. Las motos no eran mi medio de transporte favorito; son lo más cercano a una bicicleta y mis recuerdos de bicicletas no eran muy buenos. Capaz por el miedo de caer como un plasta en plena carretera y ser aplastada por un camión terminaba abrazándolo.

No, no. Eso sí que no. Prefería mil veces estar encerrada en un auto que ir en moto con él. Al menos con la ventana cerrada sería poco probable que alguien me viera y la situación se diera para malentendidos. De paso, habría más espacio entre nosotros. No mucho, pero habría. Eso sin mencionar que me sentiría mil veces más segura resguardada en un vehículo que en una motocicleta. Por lo menos, si chocábamos o teníamos un accidente no saldría volando por los aires y las probabilidades de morir serían menores.

En cuanto estuvimos dentro del auto, nos fuimos. Por alguna razón su auto no era tan extravagante como la motocicleta. Era más bien pequeño y sencillo. Casi lucía nuevo, porque no tenía ni medio rasguño. Al subirme, tuve la intención de sentarme en la parte de atrás. Sin embargo, el señor DiCaprio no me lo permitió. ¿Recuerdan que yo les mencioné que Leonardo era un tipo sumamente caballeroso que tenía esos pequeños detalles que lo hacían encantador? Bueno, pues antes de subirnos, abrió la puerta del copiloto para mí.

Qué considerado. Pero aquella vez no quería su consideración. Habría preferido ir en la parte trasera.

—Gracias...

—No es nada.

Dio vuelta por el frente y se subió en la parte del piloto. Me quedé ahí debatiéndome entre subir en el asiento del copiloto y dejar de ser una boba, o, por el contrario, cerrar la puerta y subirme en la parte de atrás, para sí quedar como una grosera.

—¿Algún problema?

—No...para nada.

Le dediqué una mirada indecisa. ¿Dejar de ser tonta o ser grosera?

—Tranquila, no muerdo—lo miré desconcertada. Creo que notó que andaba pensando boberías. Él me devolvió una mirada divertida y sin más continuó—. Así que no hay por qué temer. Sube.

—Ja, ja. Como si te temiera—me adentré en el auto—. Más me asusta el examen de ciencias de la próxima semana.

Él soltó una carcajada y encendió el auto para partir. Así fue como inevitablemente terminé de copiloto en un viaje más largo de lo que pude esperar. Inicialmente, el camino fue un poquitito incómodo. Principalmente por mi culpa. Resulta que cuando me encierras en un auto con Leonardo, me pongo tímida. O al menos así fue al comienzo. Porque el pobre intentó entablar una conversación, pero esta señorita decidió que era buena idea optar por monosílabos e incluso silencios.

Al cabo de los tres minutos, se cansó de intentar conversar. Por alguna extraña razón, esa vez estaba nerviosa. Mi ritmo cardiaco iba como a tres mil por hora. Podía escuchar mis propios latidos. Una cosa de locos. Saqué el teléfono de mi bolso a modo de escape y de paso, para revisar si mi madre ya daba señales de vida. Sin embargo, nada. No respondió a los mensajes, y mucho menos a las dos llamadas que hice. De seguro seguía ocupada con su paciente.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora