Capítulo 44

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Pensar que la semana de receso sería mi oportunidad para descansar plácidamente fue la tontería más grande que mi cabezota pudo cavilar. Porque aquellos pocos días de receso tuvieron de todo menos espacio para el reposo; y todo gracias a mi querido huésped, quién se encargó de no dejarme en paz ni medio segundo. Después de todo, el apodo de "pegote" no era solo eso, sino un estilo de vida que Samuel adoptaría por los siguientes días, comenzando el sábado desde temprano.

Ese día, alrededor de las siete de la mañana un Samuel lleno de energía apreció en mi guarida, para echarse sobre mi espalda y aplastarme, mientras clamaba que ya era hora de despertar pues «necesitábamos aprovechar los pocos días que estaría de visita para crear memorias por todo el tiempo que estuvimos separados». Así, tal cual. Sin detenerse medio minuto a pensar que tal vez algunos necesitábamos recuperar el sueño perdido, y descansar.

—¡Vete a dormir!—intenté aventarle un golpe con uno de los cojines de mi cama.

—Ni de chiste. ¡Vamos a hacer recuerdos juntos!—me arrebató el cojín de las manos y lo lanzó lejos.

A pesar de intentar que me levantara, no logró su cometido. De hecho, sucedió algo inesperado, pues tras batallar por un rato, y que yo no diese el brazo a torcer, se rindió y me liberó de su peso de mamut; cosa que agradecí porque mi espalda ya no aguantaba más a ese pesado...en todos los sentidos. De este modo se dejó caer en el lado de la cama que estaba vacío para luego acaparar la mitad de esta, quitarme la cobija y cómo no, quedarse dormido.

Luego fui yo quien tuvo que hacer mil y una cosas para que el condenado regresara al mundo real, en lugar de seguir de visita en la morada de Morfeo, porque ese sujeto cayó profundo cual Bella durmiente. Por más que traté de todas las maneras existentes, no conseguí perturbar ni por medio segundo los sueños de Samuel. Fue Zeus quien logró revivirlo al clavarle una mordida en los pies. Eso lo dejó sentado de inmediato.

La mejor manera de comenzar el día.

—¡Tu perro es un violento!—lloriqueó sobándose la parte herida.

—A eso yo le llamó karma—sonreí burlona.

Honestamente yo era fiel creyente del karma, y en definitiva eso debía ser parte de su retribución por ser un huésped terrible. Bueno, no tan terrible, simplemente malo, pues mi opinión sobre él llegó a mejorar después de que intentara redimirse con un pie de limón que trajo como souvenir de su excursión por el vecindario.

Porque sí, soy fácil de comprar. Y no, no puedo pasar tanto tiempo molesta con alguien, y menos si se trata de ese tonto que de vez en cuando me caía bien y era buen amigo. Incluso si me hacía esperar eternidades a que terminara de acicalarse...como la tarde de ese mismo sábado a finales de marzo, en la que por su culpa íbamos tarde para vernos con Dalia y Wendy.

Para ponerles en contexto, al saber que el joven había adelantado su llegada y que Dalia llegaba antes del fin de semana, el grupo llegó a la conclusión de que nuestro "reencuentro" debía adelantarse. Y hablo de la mayoría porque yo no entro en ese grupo, pues en lo que fui a tomar una ducha refrescante después de un viernes de locos, Samuel, Dalia y Wendy decidieron que lo más prudente era quedar al día siguiente...aun si la mismísima Dalia llegaba casi que en la madrugada.

Así que ahí estaba yo, acostada en mi cama aguardando a que Samuel decidiera salir de su habitación de una vez por todas. En lo que el chico hacía su aparición estelar, me entretuve viendo reels en Instagram, hasta que un mensaje de Wendy me distrajo. En este comunicaba al grupo que acababa de encontrarse con Dalia e iban en camino. EN CAMINO, y yo sabía ni sabía si Samuel ya estaba si quiera bañado. Por lo que en cuestión de segundos estuve llamando a la puerta de mi huésped estrella para que se apresurara, porque definitivamente yo no iba a llegar tarde.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora