Capítulo 32

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Los días transcurrieron, uno más rápido que el otro, hasta que finalmente un mes desde que comenzamos a salir había pasado. ¡Un mes entero!, y a veces me cuestionaba si lo que estaba viviendo era cierto, o sencillamente se trataba de un invento mío. La realidad era que, a pesar de que oficialmente éramos una pareja, seguíamos actuando igual que antes con la ligera diferencia de que los sábados en la mañana salía de casa con la excusa de dar una caminata para "tener una vida sana",  para verdaderamente encontrarme con Leonardo en el café de siempre.

Dadas las circunstancias de nuestra nueva relación, y del minúsculo detalle de que lo nuestro era un secreto, nuestras "interacciones" eran más bien pocas y solo se reducían a beber café los sábados en la mañana y hablar de la vida. Más allá de ello, y los mensajes de texto, no sucedía mucho. Al no ser una pareja "convencional", las actividades típicas de pareja no eran una opción.

Si beber café se podía considerar como un riesgo, ahora imagínense, no sé...ir al cine, cenar, dar un paseo y sus asociados; sería problemático. Cualquiera podría vernos, y lo que menos esperaba era que nos pillaran con la guardia baja. Terminaríamos en graves problemas que muy seguramente podrían desembocar en algún despido y una expulsión.

Por ello, nadie aparte de los dos sabía que estábamos saliendo. Ah, bueno, y Wendy. Ella era la única excepción a la regla. La señorita sabía suficiente de mi historia con Leonardo. Aunque intentara esconderle la verdad, quisiera o no, terminaría descubriéndome; ella me conocía lo suficientemente bien como para saber que tenía algo entre manos.

De resto, nadie más tenía conocimiento de este asunto; mucho menos de los pormenores. Y así era mejor. Digo, ya había transcurrido el primer mes siguiendo aquel modus operandi, y todo iba.

—Muy bien, clase—todas nos giramos en su dirección—. Es hora de entregar el examen.

Terminé de anotar el resultado que la calculadora me daba, escribí mi nombre en la hoja, y con el borrador, intenté quitar un par de garabatos que había hecho a modo de decoración mientras el profesor explicaba cada punto del examen. Sin embargo, y aunque borré con todas mis fuerzas, no pude eliminar el rastro de varios de ellos.

—Pasen los exámenes a la primera persona de la hilera.

Wendy, quien siempre se sentaba frente a mí, se giró para que le entregara mi hoja. Le di una última  mirada a la hoja sobre mi escritorio. Estaba a tope de operaciones, y apenas se podía distinguir cuál era el resultado de cada ejercicio. Eso sin mencionar que un par de garabatos tontos seguía rondando por la hoja. Pero bueno, al menos había respondido todo el examen. Peor era nada.

—Vamos, entrégame eso ya.

No me permitió responderle, porque de un solo movimiento me quitó el examen de las manos y se lo entregó a la chica frente a ella.

—No tenías por qué rapármelo.

—Y tú no tenías que demorarte tanto en entregármelo.

Revisé el reloj de pulso, y este marcaba las dos en punto; solo quedaban quince minutos para que las clases finalizaran. Ese tiempo que restó, el profesor lo empleó para organizar un par de cosas en su escritorio y terminar de revisar algunos exámenes de otro curso. Así que las estudiantes pudimos optimizar esos quince minutos para hacer lo que quisiéramos. Claro, dentro de lo estrictamente permitido en el aula de clases.

En cuanto nos dieron luz verde, varios grupitos se unieron alrededor del salón; Lina y Sofía aparecieron frente a nosotras. Como las chicas de la hilera junto a la nuestra se habían ido a revolotear por el salón, Sofía y Lina ocuparon sus lugares

—¿Cómo les fue en el examen?—fue lo primero que Lina preguntó en cuanto apareció.

—Yo digo que bien—respondió Wendy—. Este en particular me pareció fácil.

Pure Love [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora