—Tú...
—Sorpresa.
El hombre en cuestión, inmediatamente se acercó con una sonrisa divertida plasmada en su rostro. Parecía que mi expresión de pavor le causaba gracia.
—Diría «qué gusto verte», pero acabas de darme el susto de la noche...
—Comienzo a creer que de verdad parezco un espanto.
—No, no—hice un movimiento de mano despreocupado—. Solo cuando hablas de la nada y haces apariciones casi que de ultratumba.
—Muchas gracias por el cumplido—mencionó sarcástico.
—Cuando quieras.
El gesto que mi querido Leonardo hizo fue graciosísimo; cuando pretendía estar ofendido me daba risa. Saber que era él y no los espíritus del hospital fue un alivio. Porque como hubiese sido un ser de otro plano, quizás y a lo mejor, me daba un infarto y hasta ahí llegaba mi existencia.
—Pero bueno, omitiendo mi casi infarto...¿A qué debemos esta...? ¿Coincidencia? Aunque ya no sé si sea mera coincidencia o algo más...
—¿Azares del destino?—sugirió.
—El destino no existe...—canturreé.
—Ya lo sé...—me imitó—. Sucede que, nuevamente fui arrastrado a algo en lo que no planeaba participar: la inauguración.
—Pues ya somos dos. ¿Vienes muy seguido a estas cosas?
—No. ¿Y tú?
—Por Dios, yo ni sabía que este tipo de eventos existían.
Una risita divertida se escapó de él.
—A propósito, tengo una duda—dije.
—Te escucho....
—¿Cómo sabías que se trataba de mí y no de otra persona? Pudiste asustar a alguien diferente y eso habría sido incómodo.
—Te vi caminando por ahí.
¿Ja?
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Hace poco estaba hablando por teléfono, cuando cierta señorita pasó frente a mí sin siquiera darse cuenta de que yo estaba ahí. Luego la perdí de vista, pero en lo que vagaba por ahí, volví a dar con ella, al parecer la asusté, y aquí estamos.
Ah, bueno.
—Si eso es cierto...lo lamento, pero nunca veo a nadie. Y no porque me guste ignorar a las personas—a veces sí—, mi escasa visión me lo impide...aun si utilizo gafas.
—No me quiero imaginar cómo debe ser tu vida sin ellas.
—Una vida en tinieblas porque no veo nada.
Parecía incrédulo.
—En ese caso hagamos una prueba de visión.
—¿Quién eres? ¿Mi oculista?
—Casi, pero no. Préstame tus gafas...
Le observé confundida.
—¿Para?
—Solo préstamelas.
—Las quiebras, las pagas.
—Como ordene la damisela.
No muy segura, le entregué el par de lentes. Intentó usar mis gafas, pero en menos de dos segundos se las quitó, para después soltar un «Dios, estás ciega». Se separó un par de pasos y elevando un poco su brazo dijo lo siguiente:
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...