Aquella bromita planeada por la mejor amiga del año, y patrocinada por el señor Rectitud, fue sin duda alguna una estupidez; incluso estuvo a punto de ser la cereza del pastel para ese viernes a finales de marzo tan peculiar, de no ser poque otra eventualidad ocurrió al llegar a casa. Pues como dicen por ahí "todo lo que comienza mal, termina mal" y todos sabemos que el día no comenzó precisamente bien.
Para ponerlos en contexto, hablemos de las eventualidades posteriores a mi retorno del planeta de los sueños para ser abofeteada por la fea realidad en la que mi mejor amiga coordinaba a toda la clase (incluido al profesor), para hacerme una broma y abandonarme en el salón mientras soñaba con mi boleto de lotería robado...Ah, y de paso babeaba una parte de la manga del abrigo del uniforme.
Porque sí, justamente esa vez tuve que babear como si fuese una bebita que no puede mantener guardadas sus babas dentro de su boca. Qué espectacular. Y a ello sumémosle el manotazo monumental que le aventé a mi querido profesor del alma creyendo que se trataba de Wendy. Pero claro, tampoco ignoremos que Leonardo tuvo que verme con marcas en el rostro por culpa de las costuras del abrigo. Ma-ra-vi-llo-so.
«Ojalá que no haya reparado mucho en lo desastrosa que me veo recién despierta», consideré para mis adentros viendo a un par de mujeres abordar el autobús.
Tras aquel suceso dentro del salón y que Wendy me alcanzara en el camino, tuvimos una pequeña sesión de teatro en la que yo pretendía estar molesta y ella se disculpaba por ser tan mala amiga. Fue una sesión corta pero intensa. Llegamos al extremo del chantaje emocional (la habilidad de Wendy), pero luego de que ella me amenazara con llorar si no la disculpaba —y yo me riera en su cara por creer que realmente estaba furiosa—, nos fuimos a casa. Claro, no sin antes encontrarnos a un coordinador Ramírez molesto, que nos echó a patadas del colegio.
Con esto mencionado, regresemos a lo importante: ¿Habrá tenido tiempo de detallar mi careto dormido o no? Honestamente la idea de que Leonardo viese mi rostro de recién despierta no me hacía mucha gracia. Primero, porque si algo que he tenido claro desde que tengo uso de razón es que cuando acabo de despertar, mi rostro no es el más lindo; siempre lo acompaña una expresión de hastío como si acara de beber tres litros de vinagre vencido. Y no exagero; ya me he visto varias veces al espejo como para no ser consciente de ello.
Segundo, si ya me veía desastrosa al despertar, adicionarle el hecho de que babeé era sencillamente algo catastrófico a la par que vergonzoso; solo pensar que quizás Leonardo pudiese haberme visto así me inquietaba. Porque, tercero, aun si ya me había visto lloriquear como un bebé e incluso en piyama (dos situaciones en las que odiaba ser vista por otros), babear mientras dormía era incluso peor. Es que, si me había visto, no sabría dónde esconder mi vergüenza.
Además, para ese punto ya estaba cansada de agregarle más eventualidades bochornosas a mi trilogía titulada «Las estupideces que Victoria hace frente a Leonardo». Una trilogía de mis vergüenzas era más que suficiente; no quería llegar al nivel de saga. Aunque pensándolo un poco mejor, era más probable que hubiese estado ocupado meditando sobre sus acciones, o tal vez creyendo que me había enfado por lo sucedido.
¿Y cómo no? Si después de todo simplemente abandoné el salón sin mediar ni una sílaba y con cara de haber chupado veinte limones podridos. Cualquiera que hubiese presenciado los hechos creería que estaba furiosa. Digo, si mi actuación logró ser lo suficientemente convincente para Wendy, quien hasta se disculpó por ello, ¿por qué Leonardo no?
«A lo mejor y por eso se estará haciendo ideas locas» consideré internamente.
En efecto...tuve razón, pues al instante obtuve un mensaje suyo en el que ponía «¿Estás molestas?», y que solo pude dejar "en visto", pues en ese preciso instante, el bus se detuvo en mi parada. Así que solo me quedó guardar el móvil y bajarme antes de que al conductor se le ocurriera arrancar, pues así eran esos sujetos: tardaban eternidades en aparecer en las estaciones y paradas, pero cuando se detenían, solo aguardaban medio segundo para que los pasajeros bajaran.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...