Aquella noche de abril, fue y será uno de esos bellos momentos que se añaden a los mejores recuerdos desde mi mudanza a la capital. Sencillamente fue una noche bastante linda que no se puede olvidar (ni con el tiempo), porque la pasé de maravilla. Por primera vez en lo que llevaba saliendo con Leonardo, sentí que estaba teniendo una cita normal como cualquier mortal.
Después de todo, conociendo nuestras circunstancias, que anduviéramos por la vida como cualquier pareja era algo complicado. Si bien no estábamos al nivel de celebridades que salían en secreto y debían cuidarse de los paparazzi o sus carreras irían en picada y el público nos quemaría vivos, tampoco podíamos relajarnos del todo. Como algún conocido llegara a vernos juntos, podría malinterpretar todo y provocar un alboroto innecesario.
Recordemos qué, aunque fuéramos dos adultos conscientes de lo que estábamos haciendo, el hecho de que fuera mi profesor y yo estuviera en el colegio hacía todo más dramático.
Sin embargo, esa vez no reparamos mucho en ese asunto, y anduvimos de lo más tranquilos disfrutando del momento. Nada más recordemos que fue el mismísimo Leonardo quien tuvo la iniciativa de salir a cenar. Y si para él no significó problema alguno, mucho menos para mí. Sorprendentemente por esa vez mi yo especialista en preocupaciones se tomó unas vacaciones y me dejó tranquila; mis únicas inquietudes se redujeron a llegar a tiempo a casa y que a Leonardo le gustara su obsequio.
Para que se den cuenta que ese día mi dramática interior andaba tranquila.
Ahora, ya que hago mención del presunto obsequio, es momento de hacer la gran revelación al público, pues estoy segura de que les pica la curiosidad por saber cuál fue el famoso regalo. Yo los conozco. Así que, damas, caballeros y personas no binarias, agárrense de sus asientos porque su fiel servidora revelará una de las incógnitas más grandes que ha perseguido a la humanidad. Con ustedes, el obsequio que me sacó canas me hizo experimentar varias crisis y me costó encontrar. Un aplauso para...¡un reloj!
Ya sé lo que deben estar pensando: «Victoria, ¿tanta escama por un simple reloj? Qué tontería». Y los entiendo. Créanme que lo hago, pues luego de tanto revuelo, hasta yo habría esperado cualquier cosa menos que un simple reloj. Pero recordemos dos cosas. Primero, yo no soy una persona a la que le encanten las sorpresas estrambóticas; y segundo, no tengo una personalidad tan extrovertida que me permitiese hacer cosas extravagantes por mi propia cuenta como por ejemplo ponerme un moño rojo en la cabeza y decir «El regalo soy yo». Simplemente, no.
Yo iba por lo seguro y confiable, no por lo alocado y vergonzoso. De ahí a que me decantara por algo tan sencillo como un reloj. Sin embargo, SIN EMBARGO, aunque sí, puede que se vea como algo simple, y sí, tal vez se pueda ver mi escasez de creatividad, el reloj tiene su historia. Y es que luego de darle mil vueltas al asunto (y otras mil al centro comercial), mientras me paseaba por un pasillo para despejar la mente, tuve una visión providencial al darle una mirada a un almacén de joyería y ver un bonito reloj negro expuesto.
Ahí mi mente tuvo uno de esos flashbacks que aparecen en momentos oportunos, y recordé que Pedro Armando había estropeado el suyo. Para la curiosidad del público, no mucho tiempo atrás, nuestro buen Leonardo —y no DiCaprio—, dejó caer su reloj de confianza al suelo, y este se quebró de una manera, que repararlo era simplemente imposible; yo estuve ahí cuando sucedió. Por ello, sin dudarlo ni una milésima me decidí por comprárselo...aun cuando aquel ejemplar salía de mi presupuesto estimado.
Ya que estamos revelando verdades, he de admitir que el obsequi estrella hizo un hueco en mi cartera de adulta joven, estudiante y tras de todo mantenida. Seamos honestas, hizo un pequeño cráter. Pese a ello, y a que tal vez debería ser más mesurada con mis gastos por algún tiempo, lo compré. Principalmente porque gracias a las manos de mantequilla de Leonardo logré dar con su obsequio. Pero también porque en cuanto aquel objeto se coló en mi campo visual, pude imaginar a Leonardo usándolo.
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Pure Love [En proceso]
Teen FictionVictoria solo iba para hacer las compras. No pensó conocer a Leonardo. Mucho menos esperó volverlo a ver después de aquel incidente de la caja registradora. Tampoco creyó que podría enamorarse de él en tan poco tiempo. Y mucho menos imaginó que desp...