El sábado había llegado antes de lo previsto, más pronto de lo pensado. El rugido emocionado de la estancia consigue escucharse a pesar de que me encuentro varios metros lejos, en la pequeña habitación que se nos asigna a cada competidor.
—¿Estás listo? —inquiere el entrenador ingresando.
Asiento.
—La pelea comenzará en cinco minutos, vamos —indica. Me incorporo, tomando las cosas que necesitaré antes de seguirlo.
Subimos las escaleras, estas rechinan a cada paso que damos, sacudo los brazos antes de golpear mis puños entre sí, en un intento de calmar la adrenalina que recorre mi cuerpo.
Los focos del pasillo parpadean en repetidas ocasiones, emitiendo una luz amarilla tan escasa que el pasillo está prácticamente a oscuras. Desde el lugar soy capaz de escuchar los gritos emocionados provenientes del otro lado del pasillo, estos parecen incrementar de intensidad apenas aparezco, varias personas gritan un par de cosas a las que no les presto atención mientras nos acercamos al cuadrilátero.
Una vieja bodega era usada a modo de estadio, un cuadrilátero viejo que probablemente había tenido mejores años se encontraba justo en medio, rodeado de barandales en donde la gente solía subirse a ver las peleas. No habían normas de seguridad, tampoco equipo médico, no había absolutamente nada que garantizara que podías salir vivo si algo ocurría.
Me quito la bata de color rojo que cubre mi cuerpo, mientras escucho al entrenador repetir todas las indicaciones luego de cada pelea, probablemente era uno de los pocos peleadores que traían a un entrenador consigo, no había nada que lo permitiese, claro, pero al no haber ninguna regla, prefería que Trevor estuviese en mi esquina. Era un par de ojos extra, analizando a los competidores, para luego darme instrucciones de que hacer en cada round.
—¡En esta esquina, señoras y señores...! ¡El favorito de jóvenes y grandes...! ¡Luke Thunderbreaker Lewis! —La voz suena por los altavoces y el entrenador me empuja hacia el cuadrilátero luego de colocarme los protectores, sonrío, elevando mis puños que se encuentran cubiertos por el guante de medio dedo, demasiado ligero si lo comparamos con los que se usan en el boxeo profesional. Mientras doy una pequeña vuelta, el rugido de gritos ansiosos me envuelve por completo.
La adrenalina corre por mis venas, el animador llama al contrincante y lo observo subir, es fuerte, joder, es probablemente uno de los favoritos de la noche. Conocía perfectamente a Robert, llevaba años dentro de las peleas ilegales, era conocido por no tener ninguna consideración con los oponentes, probablemente solo había perdido un par de peleas en toda su, si es posible llamarlo de ese modo, carrera como peleador.
Mi corazón golpea con fuerza cuando el réferi nos llama al centro, nos repite las escasas reglas que ya me sé de memoria y luego el primer sonido de campana se escucha.
—Esto va a ser divertido, niño —casi quiero soltar una carcajada ante la manera en la que habla. ¿Niño? ¿Pues qué edad tiene? ¿60?
Él ataca primero, consigo esquivarlo un par de veces antes de lanzar un golpe hacia su rostro, él se tambalea hacia atrás, oportunidad que aprovecho para golpear sus costados con fuerza.
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Contra las cuerdas. ©
Teen FictionLuke Lewis tenía un solo sueño: Convertirse en el próximo ganador del campeonato nacional de boxeo en peso ligero. Tenía un único plan: Ganar. Lo único que debería de hacer, era seguir las líneas perfectamente trazadas y planeadas con anterioridad...