50.- Alguien a quien puedes recurrir.

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Estaba decidido, volvería a Londres

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Estaba decidido, volvería a Londres.

No temporal, no solo para acción de gracias, volvería para quedarme.

Caleb estaba realmente emocionado por eso, llamó a mamá para informarle la noticia y tuvimos que tolerar sus gritos emocionados al teléfono diciendo que nos haría un buen recibimiento.

Sin embargo, sabía que antes de marcharme, tenía asuntos pendientes. Menos de dos semanas faltaban para acción de gracias, así que tenía ese tiempo para arreglar los pendientes que dejaría en Portland. Y solucionar los asuntos importantes, Luisa era uno de esos asuntos.

—¿Te has vuelto loco? —inquiere—. ¿Llevarme a Londres contigo?

—¿Por qué no? —cuestiono—. Lu, no estaré tranquilo con el hecho de que tú estés sola aquí.

—¿Y dónde se supone que viviré? Además, mi trabajo...

—Hablé con mi padre, está dispuesto a darte un empleo en las empresas. —Ella luce incrédula—. Y vivirás conmigo ¿en dónde más pensaste?

—Has perdido la cabeza— asegura mirándome con incredulidad.

—No, sigue aquí —me señalo.

—No seas payaso, y ese es un chiste horrible—golpea mi hombro y no puedo evitar reír—. Luke, no quiero ser una carga en tu vida, si vuelves a Londres es para dejar lo sucedido atrás, no quiero...

—No eres un recordatorio —admito—. Eres mi mejor amiga, estás embarazada y le prometí a Carter que los cuidaría ¿Cómo se supone que lo haga a cientos de kilómetros de distancia? Además, mamá está emocionada por esto, sabes que te adora.

—No lo sé.

—Bien, tienes dos semanas para pensártelo y venir conmigo de buena voluntad, de lo contrario tendré que secuestrarte—. Lanza un cojín en mi dirección.

—Lo pensaré —asegura—. Pero que conste que dejaré un escrito en la oficina de policía de que, si desaparezco sin dejar rastro, es porque tú me has secuestrado.

—Bien, de acuerdo —respondo entre risas.

Observo la hora en mi reloj.

—Tengo que irme, necesito hablar con Justin —manifiesto—. No estoy seguro de cómo lo tome.

—¿Cómo más? —inquiere—. Estás haciendo esto por tu bien, no puede oponerse.

Me inclino, dejo un beso en su mejilla mientras le dedico una sonrisa.

—Nos vemos, Lu.

—Adiós. Te llamaré cuando decida qué hacer.

Asiento. En estos días en los cuales había pensado lo que haría, me sentí más tranquilo que en los tres meses anteriores, es como si una parte de mí estuviese realmente decidida a comenzar otra vez.

Contra las cuerdas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora