55.- Nada ha cambiado.

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Volver a Portland significó volver al sitio que me había hecho pedazos

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Volver a Portland significó volver al sitio que me había hecho pedazos. No me sentía completamente listo para regresar, pero estaba haciendo mi mejor intento.

Observo con diversión a Luisa y a Caleb discutir sobre quién debe cargar el portabebés que trasporta al pequeño Andrew, mi hermano insiste en que debería ser él, Luisa replica que suficiente hace llevando sus maletas.

Ellos siempre habían sido amigos, en las visitas que Caleb hacía cuando vivía en Portland coincidieron un par de veces, pero pareciera que, en los últimos meses, la relación se había afianzado.

—De tanto movimiento tu hijo acabará mareado —reclamo tomando de sus manos el portabebés. —Ninguno es digno.

Continúo mi camino con una mano sosteniendo al pequeño y con la otra arrastrando la maleta.

Atravesamos el aeropuerto, un mes exactamente había pasado desde que Zack aceptó la pelea, mes en donde tuve que arreglar absolutamente todo para conseguir volver. Bruno llegaría a la ciudad un par de días después, Justin decidió que fuese él quien continúe entrenándome. Bruno tenía más experiencia entrenando a campeones, sabía cómo manejar las peleas, que tan intenso debían ser los entrenamientos.

Un auto ya se encuentra esperando por nosotros afuera, Luisa toma a su hijo en brazos antes de subir al auto, y coloca el portabebés sobre Caleb.

—Claro, ahora que ya no tiene a Andy me lo entregas —reclama él cerrando la puerta del auto.

—Si quieres ser niñero perfectamente puedo contratarte —bromea Luisa. Mi hermano responde con una imitación chillona de ella.

—Por Dios, ¿quieren callarse? Acabarán con mi paciencia —reclamo—. Gracias al cielo no viviremos juntos porque terminarán volándome la cabeza.

Ellos lucen divertidos.

—Yo si viviré contigo —me recuerda Caleb—. Lo que me hace recordar ¿Cuándo llega el equipo de seguridad? Papá dijo que deberían estar desde el aeropuerto.

Ruedo los ojos.

—No necesito un equipo de seguridad, no soy el presidente —mascullo con molestia—. Estaré bien.

Cuando nos detenemos frente al departamento, no bajo enseguida. Ellos lo hacen, y ambos parecen desconcertados al notar que sigo dentro del auto.

—¿Luke?

Hacía meses que lo dejé atrás, que volver era...ni siquiera sé cómo explicarlo. Bajo con lentitud mientras saco las llaves de mi bolsillo y se las lanzo a Caleb para que abra la puerta.

Los padres de Luisa pasarían a recogerla, así que los tres ingresamos a la casa. El ambiente es fresco, todo luce exactamente igual como lo dejé la última vez que estuve aquí.

—Habrá demasiado polvo aquí así que tal vez debas llevarlo a la habitación —le indico a Luisa—. Ahí no hay sábanas.

Asiente, sube las escaleras y cuando se ha marchado, aparto la sábana que cubre el sillón. Tomo una inhalación antes de dejarme caer con descuido sobre este.

Contra las cuerdas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora