Nunca fui fanática de las peleas, jamás he entendido del todo por qué dos chicos querrían subir a un cuadrilátero para golpearse entre ellos, no tenía sentido para mí. Y las peleas clandestinas, Dios, eran mucho más brutales que los campeonatos de boxeo a los que mi hermano prácticamente me obligaba a asistir con él.
Sin embargo, parecía que ahora quería conocer nuevas experiencias y así fue como terminé arrastrada en medio de esa bodega, sintiéndome ahogada entre tanto olor a sudor y cigarrillos.
Intento hacer el menor ruido posible cuando ingreso a la casa, sin embargo, no termino consiguiéndolo del todo porque en un descuido, dejo caer las llaves de la casa, causando que el metal resuene sobre las losas.
Suelto una maldición, mientras las recojo con rapidez y me encamino hacia las escaleras.
—¿Dónde estabas? —cierro los ojos mientras me detengo, justo apenas unos peldaños después. La voz de mi hermano suena a mis espaldas. Era increíble que incluso en mi propia casa tuviera que darle explicaciones.
—En una fiesta —respondo retrocediendo el par de pasos para girarme, él enciende la luz, cegándome por un par de segundos.
—No me digas que fuiste a la fiesta de celebración de las peleas clandestinas—masculla con molestia.
—Y si fue así, ¿qué? —reto.
—Liv, por favor —murmura con diversión —Las peleas clandestinas solo sirven como diversión, y para ganar dinero fácil. Lo descubriste esta noche. Tuviste suerte, Robert era el favorito.
Ruedo los ojos.
—No creas que solamente por ser boxeador profesional vales más —reprocho con molestia —Y no sabes apostar, eso quedó claro hoy.
—Olivia, mi quería Liv —pronuncia caminando en mi dirección —no puedes comparar los campeonatos nacionales con peleas en donde lo único divertido es a dos hombres pelear como salvajes.
Chasqueo la lengua.
—¿Qué acaso no es lo mismo que haces tú? —inquiero con diversión —Que obtengas un cinturón, no hace la diferencia.
Me doy la vuelta, retomando mi camino hacia mi habitación.
—¡La clase hace la diferencia! ¡Tu hermano es el campeón, no lo olvides! —grita cuando he llegado al segundo piso. Le enseño el dedo corazón, y lo escucho reír mientras ingreso a mi habitación.
Un suspiro cansado brota de mi cuerpo mientras me dejo caer sobre el colchón, mantengo la mirada fija en el techo mientras recuerdo al chico rubio, presentarse.
Solo Luke.
Una sonrisa tonta se posa en mis labios, Dios, el hombre vaya que era apuesto. Demasiado. Ni siquiera los golpes en su rostro lo hacían lucir mal, de hecho, incluso podría decir que se veía sexi con ellos.
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Contra las cuerdas. ©
Teen FictionLuke Lewis tenía un solo sueño: Convertirse en el próximo ganador del campeonato nacional de boxeo en peso ligero. Tenía un único plan: Ganar. Lo único que debería de hacer, era seguir las líneas perfectamente trazadas y planeadas con anterioridad...