44.- Por él

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No debería de estar aquí, mi mente me repite eso una y otra vez mientras atravieso el estacionamiento, varias personas cruzan a mi costado, mirándome por escaso tiempo antes de continuar con sus asuntos

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No debería de estar aquí, mi mente me repite eso una y otra vez mientras atravieso el estacionamiento, varias personas cruzan a mi costado, mirándome por escaso tiempo antes de continuar con sus asuntos.

Joder ¿Qué es lo que estoy haciendo? Me detengo justo un par de metros antes de la entrada, aprieto la mandíbula tan fuerte que, al cabo de unos segundos, mis dientes duelen.

Maldición.

La bodega de Northwest sigue idéntica a comparación de la última vez que sigue aquí, el mismo olor a tabaco, el mismo ruido ahogado por las gruesas paredes, la misma apariencia de que este es el último lugar en donde debo encontrarme.

Después de enterarme de que probablemente he perdido las mejores oportunidades de mi vida, de la manera en la que Olivia no solo arruinó mi carrera sino también mi futuro, estoy aquí, debatiéndome sobre si debo o no entrar.

Sentía la necesidad de sacar toda la furia que no se ha ido de mi sistema, necesito encontrar una manera de dejar ir todo esto, aprieto los puños, mirando a las personas ingresar sin duda, doy un par de pasos, pero termino regresando sobre ellos.

La idea de pedir una pelea fue tan tentadora que no la rechacé, aun cuando sabía que eso podía arruinar lo poco que quedaba de mi carrera, si alguien me veía aquí, mi reputación se iría por un caño, no necesitaba eso.

—Creí haberte dicho algo —volteo hacia la persona que aparece frente a mí, Damián, el organizador de las peleas me observa con cierto aire de molestia—. Pero me da curiosidad ¿acaso has venido por una pelea?

Ronald sonríe a su costado.

—¿O acaso la paliza que te dieron fue suficiente para alejarte del boxeo? —inquiere Ronald con diversión—. Has vuelto a nosotros ¿No te dije que lo haría, Damián?

—No he vuelto —mascullo—. Ni siquiera he entrado, y no pienso hacerlo—. Sentencio.

—Si quieres una pelea esta noche, puedo darte una. No será mucha paga, pero seguro con las apuestas...

—No, solo traje a un amigo. Pero no he decidido volver—. Les dedico una sonrisa forzada antes de cruzar por su lado, gracias al cielo no insisten, y parecen no haberle dado demasiada importancia al hecho de verme aquí.

—Te has vuelto loco —mascullo cerrando la chaqueta, escondo las manos en los bolsillos para calentarlas mientras atravieso con rapidez el estacionamiento.

Esta vez no quise dejarlo cerca, la idea ridícula de que tal vez alguien pudiera reconocerlo lleno mi mente en todo momento.

Un leve humo brota de mis labios cuando suspiro, el estacionamiento es oscuro, había olvidado lo asqueroso que este sitio era.

Contra las cuerdas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora