21.- Estatus.

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Luke Lewis en la cama era impresionante, más de lo que siquiera pude haber imaginado

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Luke Lewis en la cama era impresionante, más de lo que siquiera pude haber imaginado.

Ingreso a la casa, sacando la caja con las pastillas necesarias de la pequeña bolsa de plástico que me habían entregado en la farmacia.

—¿Liv? —. La voz adormilada de Luke se deja escuchar por las escaleras.

—Hola. —saludo—. Buenos días ¿Cómo te sientes?

—Mejor ahora que te veo —confiesa—. Creí que te habías marchado sin despedirte.

Elevo la mirada, una mueca avergonzada se dibuja en sus labios, robándome una sonrisa.

—No sería capaz de dejarte abandonado en la cama —aseguro con diversión—. Dije que quería hacer las cosas bien.

—Sí, recuerdo eso —asegura—. ¿A dónde fuiste?

Le enseño la caja que sostengo entre mis manos, él arruga la frente mientras se acerca, toma la caja entre sus manos y cuando lee de que se trata, una leve risa brota de él.

—Oh.

—No queremos niños pronto —afirmo cruzando por su lado en dirección a la cocina. Tomo un vaso de la alacena, sirviéndome un poco de agua para conseguir tomar la pastilla.

Luke permanece en silencio todo el rato, cuando volteo, él se encuentra apoyado contra la barra de la cocina, observándome con una leve sonrisa en el rostro.

—¿Qué pasa?

—Nada, solamente me permito admirarte un poco más —confiesa encogiéndose de hombros.

—Oh, eres tan dulce debajo de toda esa apariencia de chico malo—. La sonrisa de Luke se desvanece.

—¿Chico malo? ¿Pero qué dices? No tengo apariencia de chico malo. —objeta —soy el chico más bueno que podrás ver en tu vida, eso te lo aseguro.

Una leve carcajada brota de mis labios. Camino hasta conseguir colocarme justo frente a su cuerpo.

—Ya, eso creo que ya pude confirmarlo—. Una sonrisa traviesa se posa en mis labios mientras dejo un toque contra su nariz.

Él está por responder algo, cuando el sonido de mi celular lo interrumpe. Lo saco del bolsillo de mi pantalón, deslizando la pantalla en cuanto leo el nombre de Alexa.

Olivia, necesitas venir a la empresa. —pide con urgencia.

—¿Por qué? ¿Ocurre algo? —inquiero.

Es más complicado, no conseguiría explicártelo por teléfono —manifiesta —necesitas estar aquí, Lucas quiere hablar contigo.

Cierro los ojos, escuchar la mención del nombre es suficiente como para permitirme saber que algo está mal, y probablemente sea peor de lo que ahora mismo pudiera imaginarme.

Contra las cuerdas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora