51.- Ojalá no me hubiera enamorado de ti.

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Me agradaba sentir que todo poco a poco volvía a su sitio

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Me agradaba sentir que todo poco a poco volvía a su sitio. Volver a Londres estaba decidido, había empacado gran parte de mis pertenencias, no podía llevármelas todas a Londres, así que lo más probable es que el departamento se quedara desocupado, era demasiado desconfiado como para alquilarlo, y me rehusaba a venderlo.

El sudor me cubre por completo cuando termino el recorrido, mis pulmones queman mientras intento regular mi respiración. Adam a mi costado luce igual, se deja caer sobre la acera mientras observa el medidor que trae en el brazo.

—¿Soy yo acaso eso pareció más de cinco kilómetros? —inquiere con pesar.

Sonrío.

—Creo que fueron más de cinco kilómetros —aseguro. Él se incorpora, ambos caminamos con pesar hacia el interior del club.

—Novato, alguien te busca —Regina capta mi atención, estoy a punto de reclamar por la manera en la que me ha llamado, pero reparo en la chica detrás de ella.

Alessandra está aquí.

—Less —murmuro con sorpresa—. ¿Qué haces aquí?

Regina se aparta, llevándose a Adam con ella. Soy consciente de la manera en la que ambos nos miran y retengo el impulso de rodar los ojos.

—Bueno, fui demasiado grosera la última vez que hablamos —me recuerda—. Solo estabas siendo amable conmigo, y yo fui realmente desagradable.

—En realidad...

—Aguarda —pide—. Yo malinterpreté todo ¿sí? Lo lamento, es solo que no es la primera vez que ocurre. No eres el primer chico que se acerca intentando mostrarme una faceta maravillosa y luego quieren un pago por eso, ya sé que es patético generalizar, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza. No quería darte unas disculpas por teléfono, porque mereces más que eso.

—¿Cómo sabías del club?

—Gracias a google —dice con una sonrisa—. Basta con poner tu nombre en el buscador para obtener la información que necesitaba.

—¿No era mejor que me llamaras y preguntaras?

—Soy demasiado tímida para eso.

Sonrío sin poder evitarlo.

—No quiero acostarme contigo, y no espero ningún pago por lo que he hecho por ti —la firmeza en mi voz es más que notable, ella parece aliviada ante eso.

—Lo siento.

—Deja de disculparte, no pasa nada.

Ella mira a nuestro alrededor, soy consciente de la manera en la que parece apenada, se acomoda el cabello antes de centrar su atención en mí.

—Tengo que irme, probablemente estés ocupado y no quiero interrumpir más.

—¿En el café a la misma hora?

Contra las cuerdas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora