47.- Salvarse

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Me detengo justo en la entrada de la casa de los padres de Carter, tomo una larga inhalación antes de atreverme a tocar el timbre

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Me detengo justo en la entrada de la casa de los padres de Carter, tomo una larga inhalación antes de atreverme a tocar el timbre. Una voz detrás de la puerta se escucha, pidiendo que aguarde.

Cuando se abre, la señora Lerman aparece en mi campo de visión. Porta un delantal con machas de harina y chocolate en él, y el olor a mantequilla llega hasta mí.

Luce sorprendida de verme, sin embargo, consigue recomponerse y un par de instantes después, me envuelve en sus brazos. La calidez llega, la manera en la que se aferra a mi cuerpo y permanece así por largos minutos me reconfortan.

—¡Cariño, ve quien vino de visita! —dice con emoción—. Pasa, hijo.

—Lamento no haber venido antes —me disculpo.

—No, nada de eso. Por favor no te disculpes —pide con una leve sonrisa. Se aparta, permitiéndome el acceso a la casa y cuando llego a la sala, el señor Lerman eleva la vista.

—¡Muchacho! —exclama—. Me alegra mucho ver que estás bien —dice con sinceridad.

—Puedo decir lo mismo —aseguro. Me giro hacia su esposa—. ¿Está haciendo galletas de mantequilla con...?

—Con cubierta de chocolate —termina la frase por mí —. Eran sus favoritas.

Camina hacia la cocina, perdiéndose en el interior.

—Las hace todos los días —dice el señor Lerman en un suspiro—. Creo que es su forma de sentirlo cerca.

Un par de ladridos se escuchan por las escaleras, no tengo tiempo de prever al pastor alemán que se lanza contra mí. Doy un par de traspiés retrocediendo por el peso de Rex y termino cayendo sobre la alfombra.

—Hey, amigo —saludo, el ladra un par de veces mientras se acerca a mi rostro. El señor Lerman tiene que incorporarse para quitarlo de encima y darme oportunidad de incorporarme.

—¿Cómo has estado, hijo? —inquiere el padre de Carter. Sonrío sin mirarlo.

—Tan bien como puedo. Las cosas comienzan a mejorar, pero sigue siendo complicado. Hay días en donde todo vuelve a irse al carajo.

Él asiente con comprensión.

—Es parte del proceso —asegura—. Me da gusto verte repuesto, y que comienzas a seguir tu vida.

—No podía quedarme estancado por siempre ¿o sí? —inquiero. Acaricio el lomo de Rex, el pasea frente a mí antes de subir al sillón y dejar su cabeza sobre una de mis piernas.

—Es bueno verlo animado, desde su partida no ha querido salir de la que fue su habitación —susurra.

—¿Les han dado alguna novedad? —inquiero.

Un suspiro pesado brota de él.

—Hemos ido más de una vez a la oficina de policía ¿y sabes que es lo que dicen? —inquiere con molestia—. Que están investigando, que tan pronto como sepan algo nos llamarán, que estas cosas llevan tiempo.

Contra las cuerdas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora