Mis Reglas©

CAPÍTULO 49

8 meses

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CHLOE WILSON

Me gustaría poder ver algo,pero todo está oscuro, y además me han atado de pies y manos.

Solo sé que estoy en un coche y que estoy tumbada, posiblemente en el maletero, no puedo escuchar nada más que la carretera y eso no ayuda. También podría gritar, con suerte alguien me oiría y vendría en mi ayuda, pero tengo una cinta cubriendo mi boca.

No se si para mi suerte o para mi desgracia el coche se detiene y escucho varias puertas abrirse, y entonces se hace la luz. Tardo un poco en acostumbrarme a ella. Ya es de día, y prefiero no pensar en el tiempo que he pasado inconsciente.

Me sacan del maletero de malas maneras y un tipo agarra mi pelo para arrastrarme por el césped. Puedo ver como Evan baja del coche y se arregla el traje mientras este capullo me destroza el cuero cabelludo.

Forcejo un poco y trato de gritarle lo hijo de puta que es, pero todo es en vano. Entonces se detiene y escucho una cadena, que después cae al suelto, junto a mi. Vuelve a arrastrarme hasta el interior de una oscura y mugrienta habitación.

Hay una pequeña ventana en la parte de arriba que deja pasar un poco de luz, también hay una cama asquerosa y con pinta de ser bastante incómoda. Una estantería con algunos libros, una  mesa de metal anclada al suelo y una silla que también se encuentra unida  al suelo por una cadena, que permite que se mueva un poco.

Ni siquiera hay algo que pueda usar para defenderme.

El tipo me lanza a la cama y comienza a desatarme. Entonces Evan entra y pone una mueca de asco al ver el lugar.

- Pensé que sería peor - dice. Una vez desatada trato de correr hacia la salida, pero solo consigo un empujón de vuelta a la cama, que suena a podrida cada vez que me nuevo. - Te preguntaras que haces aquí y no en el fondo de un lago.

- ¿Eso haces con los cadáveres? ¿Los lanzas a un lago? - digo y él rie un poco.

- Solo con los que más desprecio.

- Entonces me alegro que estuvieses dispuesto a hacerlo conmigo

- ¿Dónde está mi sumisa esposa? La prefiero a ella - dice.

- Ibas a decirme por qué no estoy muerta - le recuerdo

- Cierto - dice - Fácil, tienes un hijo mío dentro.

Mierda.

- ¿Y que?

- No voy a acabar con su vida porque su madre sea una puta - se acerca a mi y toma mi mentón - Además, no puedo matarte, te amo.

- ¿Vas a tenerme aquí encerrada hasta que nazca? - apartó su mano de un manotazo.

- Exacto - dice. - ¿Y sabes que pasará después? Que morirás en el parto, y en el caso de que no sea así, estarás a mi lado de por vida. - sonríe.

No me atrevo de decirle que no es suyo, puedo encontrar la forma de salir de aquí durante ese tiempo.

- Eres un hijo de puta.

- Yo también te quiero - dice antes de darse la vuelta para salir del lugar

- ¡Pudrete! - le grito y corro hacia la puerta una vez se ha cerrado.

No, no, no.

Me detengo un segundo para detallar cada una de las paredes de este lugar. La puerta es de madera y se ve algo deteriorada, quizá si encuentro algo puedo romperla. La ventana está demasiado alta y es demasiado estrecha como para salir por ahí. Pero tiene cristal. Eso es un punto a mi favor si tengo algo de suerte.