Sabito ◈ Kimetsu no Yaiba

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«Promesas»

Desde una de las ventanas de aquella casa en medio del bosque, miraba atenta el entrenamiento diario en el que Tanjirō siempre se esforzaba.  Determinado en cada ejercicio que hacía, poniendo todas sus fuerzas para avanzar por su querida y preciada hermana. Solo le quedaba una prueba por superar, debía cortar esa gran roca en el monte Sagiri.

Durante los últimos meses pude ver como ese chico se esforzaba como ningún otro, comenzando desde que el sol salía hasta llegar por la noche repleto de heridas, cayendo dormido en su futón luego de saludar a Nezuko. Era admirable, verlo luchar cada día traía recuerdos nostálgicos a mi cabeza, me hacía recordar a esos momentos donde entrenaba junto a mis amigos y los ayudaba a sanar sus heridas luego de largos días.

En uno de esos tantos días, disfrutando de un tiempo libre, paseaba por medio de los tantos árboles del bosque cuando la curiosidad de ver el avance del Kamado con aquella roca llegó a mi cabeza. Subir el monte era peligroso si no estabas preparado, había trampas mortales por doquier, una sorpresa en cada paso. Pero eso no era en extremo complicado, después de tantos años viviendo con Urokodaki uno aprendía algunos atajos o trucos para evitar ciertos problemas.

Y allí estaba yo, que había logrado llegar a la cima después de unos largos minutos y con algunos rasguños en el cuerpo. Podía ver la roca intacta desde lo lejos, entre el viento se oía el rechinar del metal de la katana de Tanjirō siendo blandida y golpeada acompañado también de algunos gritos de ese muchacho. En silencio pude acercarme, mi plan era observar desde la lejanía sin interrumpir la concentración del chico; mientras que si de casualidad me notaba, estaba dispuesta a ayudarlo en lo que necesitara y darle algunos consejos, después de todo yo también había pasado por todas esas etapas.

Algo peculiar llamó mi atención en el entrenamiento de Tanjirō, ese detalle extraño en su forma de moverse que daba la impresión de estar peleando con alguien de verdad. Sus brazos movían la katana con agilidad, sus pies retrocedían a la vez que simulaban esquivar ataques y, lo más extraño para mí, era que siempre terminaba en el suelo como si alguien lo hubiese golpeado con fuerza y derrotado. No comprendía que estaba sucediendo, tal vez era un chico con una gran imaginación o incluso podría estar tan exhausto que veía ilusiones, no estaba segura.

—¿Qué sucede? ¿Hay alguien ahí? —habló Tanjirō frente a la nada para luego dirigir su mirada hacia mí— ¿_______?

Mantuvo su mirada confusa por unos pocos segundos para luego volver a mirar al frente, mostrándose aún más confundido. Sus ojos viajaron por todo el bosque buscando algo o alguien, pero a mi parecer allí solo estabamos él y yo.

—¿Sabito? —llamó al aire— ¿Se marchó?

Al escucharlo mi cuerpo se paralizó, por un minuto dejé de moverme, dejé de pensar, incluso de respirar. Ese nombre salido de los labios del Kamado comenzaba a repetirse sin parar en mi cabeza, no había duda en que el chico había dicho su nombre. ¿Cuál era la razón? De alguna forma Tanjirō sabía sobre esa persona, ese amigo tan especial que permanecía encerrado en mis recuerdos, en una profunda y dolosora herida que a pesar de los años aún seguía sangrando.

—_______, ¿Te encuentras bien? ¿Sucedió algo? —preguntó el chico algo preocupado.

—Recién, tu dijiste...

No pude terminar mi oración, en verdad quería preguntarle porqué había mencionado ese nombre y si de alguna manera estaba relacionado con la forma de pelea que había observado hace rato; pero no pude hacerlo. Las imágenes en mi cabeza solo hicieron que sintiera náuseas, mi cuerpo cambió de temperatura haciéndome sudar frío de pies a cabeza, perdí el equilibrio y lo único que logré hacer junto a toda mi voluntad fue tapar mi boca con fuerza.

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