«Pequeño error»
En el reino de Camelot, más específicamente en el castillo, se encontraban dos mujeres practicando magia. Una de ellas era Merlín, el pecado de la gula del jabalí y una gran maga muy reconocida; la otra era ________, una joven de dieciséis años de edad, aprendiz de aquella hechicera. Ambas trabajaban en nuevas formas y técnicas para utilizar su magia, mientras que _______ aprendía cada día más y lo ponía en práctica. Aún era joven, comparada a la experiencia de su maestra, pero lo intentaba para volverse más fuerte y poder proteger a su reino.
—Solo piensa a donde quieres ir y haz lo que te enseñé —habló la de ojos dorados.
El caso que se encontraban practicando era la teletransportación, algo muy importante que daría muchas ventajas en una batalla. La jovencita seguía los pasos al pie de la letra, preparada para dar el salto y reaparecer en el lugar deseado. Tenía planeado aparecer fuera el castillo y regresar a su posición, pero otra imagen se cruzó por su cabeza arruinando su objetivo.
Una luz la envolvió haciendo que desaparezca viendo la sonrisa de Merlín. Al instante volvió a aparecer llevándose el susto de su vida. Había aparecido de repente en el campo de entrenamiento y uno de los caballeros estaba a muy poco de atacarla. Sin embargo, una armadura dorada se adelantó y detuvo el ataque de aquel hombre, protegiendo a la chica. Se trataba de su rey, Arthur, él la defendió para luego voltearse con una sonrisa al verla pero también algo preocupado.
—¿Estás bien? —preguntó acercándose a ella—. Lo lograste, que bien.
Algo sorprendida asintió con su cabeza. Su rostro se encontraba sonrojado, Arthur se alegraba por su logro, pero a ella le avergonzaba el hecho de haber aparecido justo allí. Su mente la traicionó en el último segundo abriendo paso a los deseos de ver a aquel chico de cabellos naranjas. Sabía que se encontraba entrenando y con tan solo pensarlo apareció allí, cumpliendo su deseo.
—L-Lamento interrumpir su práctica, majestad —se disculpó avergonzada.
—No te preocupes. De hecho, estaba pensando en ir a verlas —respondió el rey con una sonrisa.
Ya no resistía, con cada acción de aquel joven la enamoraba cada día más. Su mente batallaba, intentando olvidar sus sentimientos. No podía permitirse enamorarse de su rey, pero ya era demasiado tarde. Cada vez que veía su sonrisa o la trataba con amabilidad su corazón latía con rapidez y su cabeza se iba a las nubes. Había caído en el amor y no había hechizo que pudiera revertirlo.
—Regresaré con Merlín, si me disculpa —dijo la chica haciendo una reverencia ante su majestad.
—I-Iré contigo —habló Arthur con un leve sonrojo en sus mejillas.
Eso fue extraño pero a la vez tierno, nunca había podido observar al de ojos morados con el rostro color rojo. No tuvo otra opción más que aceptar su compañía, después de todo iba al mismo lugar. ________ aún no controlaba su habilidad por lo que tuvieron que ir a pie por todo el castillo hasta la habitación donde Merlín se encontraba.
Ambos chicos mantenían sus bocas cerradas y avanzaban a paso lento. Sus nervios se notaban por el aire mientras los rodeaba aquel silencio incómodo. Deseaban hablarse pero de alguna extraña manera sentían vergüenza. Los minutos pasaban, aún con el mismo ambiente, hasta que el rey decidió hablar.
—¿Por qué apareciste allí? —preguntó algo confundido y recordando lo sucedido.
La joven bruscamente detuvo su paso mientras su compañero continuaba caminando hasta percatarse de aquel detalle. ________ mantenía su mirada en el suelo, su rostro sonrojado y su mente decidida a confesarlo todo. No sabía muy bien de donde había salido aquella misteriosa valentía.
—D-Deseaba verlo —confesó la chica.
El sonido del metal chocando contra el suelo reinaba en el salón donde estaban. Arthur se había acercado a ella colocándose frente a frente. Sus palabras lo llenaron de confusión, al principio creía que la joven quería verlo para pedirle algo como el rey; pero notó que no era así. Descifró que ________ deseaba verlo por algo mucho más profundo, amor.
—Yo también deseaba verte. Por eso iba a donde Merlín, porque sabías que tú estabas ahí —habló el rey acariciando su mejilla y observando su sonrojado rostro.
Una sonrisa se dibujó en sus labios, aquellas acciones le dejaban más que claro que la joven de la cual estaba enamorado también lo quería. Mirándola fijamente a los ojos se acercó cada vez más y más hasta besar sus labios. Ambos se querían y lo demostraban en aquel beso lleno de amor. Pensar que él era el mismísimo rey de Camelot y ella una joven camino a ser una protectora del reino, muchos dirían que su amor no podría ser posible, que el rey merecía algo mejor; pero aún así los que decidían eran ellos y se habían elegido el uno al otro para compartir sus sentimientos y sus vidas.
—Vaya... Y yo me preguntaba por qué tardabas tanto —se oyó la voz de aquella maga.
De inmediato se separaron con sus rostros excesivamente de color carmín. Jamás hubieran imaginado que justo ella se apareciese allí y observe la amorosa escena dada por aquellos jóvenes.
Con total vergüenza los tres partieron nuevamente hacia donde la maga realizaba sus experimentos para continuar con las prácticas. Su encuentro fue inesperado pero aún así ya se habían confesado y eso era lo que importaba. A partir de aquel momento podrían estar juntos y expresar sus sentimientos. Tal como lo hacían siguiendo a Merlín con sus manos entrelazadas.
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