«Baile»
Dentro de la mansión Phantomhive era notable el ambiente de concentración y prisa que poseían los sirvientes de la estancia. Moviendo sus cuerpos de un lugar a otro, en busca de los preparativos para una fiesta que tendría lugar allí. La situación se había dado a causa de una petición de la prometida del Conde Ciel, Elizabeth Midford, quien había insistido durante varias horas por el permiso de un festejo. La de cabellos rubios solo quería disfrutar una noche con su prometido y alegrar el entorno de aquel hogar. Tras su continua persistencia y sus acciones irritantes, el dueño de la casa dio una respuesta afirmativa con el fin de tranquilizarla.
Sebastian, el mayordomo, y ________, la ama de llaves, eran los encargados de supervisar y ayudar al resto de los empleados domésticos con sus tareas. Tanto uno como el otro, contribuían en los quehaceres con la intención de que todo quedase perfecto para la noche tan esperada. Con sus acciones coadyuvaban a preparar la cena y elaborar los postres; a asear los muebles y lustrar los suelos; a alistar el decorado y perfumar el aire. Cada detalle era verificado con el fin de asegurar el disfrute de los invitados para las horas nocturnas.
El tiempo ansiado arribó con celeridad y con cada minuto los visitantes se hacían presentes. Lizzy, la prometida del Conde, se veía feliz con su rostro iluminado con una sonrisa y luciendo un elegante vestido de su gusto. Había considerado una gran oportunidad esa noche, tomándose la molestia de invitar a algunos de sus parientes y conocidos. Como siempre pensaba, quería alegrar a Ciel, aunque también deseaba que observaran la escena de ambos bailando en medio del salón. Fantaseando en su mente, imaginándose moviéndose al compás de la lenta música junto con su contrayente, regresó a la realidad al observar a los sirvientes del joven Phantomhive de pie en un rincón esperando órdenes de su superior. Su entusiasmo fue reemplazado por desasosiego y recelo al verlos allí, vestidos como la servidumbre que suponían y complaciéndose de la fiesta solo con la vista.
Sumergida en la indignación e incredulidad se acercó a ellos a paso decidido. Con su frente en alto y expresando sus recientes emociones, exigió que se deshagan de sus ropajes para que sean reemplazados por vestimentas sofisticadas dignas de presentar en un encuentro como aquel. Sin embargo, sus órdenes fueron ignoradas e interrumpidas por la voz del dueño de la mansión.
—Déjalos, están trabajando a causa tuya —dijo Ciel observando los rostros de sus empleados.
—¡Al menos permíteles disfrutar del baile! —rogó Lizzy uniendo sus manos.
La mirada del joven con el parche en su ojo derecho se limitó a fijarse una vez más en los rostros de sus criados. Expresaban emoción y deseo, se notaba en sus ojos el querer divertirse y entretenerse con el evento. Permitírseles un tiempo para descansar por sus esfuerzos, no era tan mala idea. Determinado a realizar una excepción, y aún más percatándose de que su mayordomo observaba de reojo a su ama de llaves, tal vez deseando bailar o pasar unos minutos junto a ella.
—Está bien, por esta vez —aceptó Ciel, soltando un suspiro, siendo abrazado sorpresivamente por Lizzy.
Los sirvientes expresaron su gratitud y contento dando saltos sobre sus lugares, para luego retirarse a cambiar sus ropas por algo más adecuado. De regreso en el salón, tras pasar un tiempo, presentándose con elegantes trajes por parte de los hombres, y con primorosos y bellos vestidos por parte de las mujeres. Enérgicos con grandes sonrisas, uniéndose al festejo, regocijándose con los aperitivos y melodías encantadoras de fondo.
—Se ve muy bien en esas ropas, my lady —dijo Sebastian mirando a ________ de pies a cabeza.
Las mejillas de la mujer ardían tras oír el cumplido de parte de aquel atractivo hombre. Tomándola por sorpresa, provocando que la vergüenza se haga presente unos segundos en su ser. Agradeciendo en voz baja, notando como una sonrisa se dibujaba sobre el rostro de aquel simple mayordomo.
El delicado y placentero sonido de violines acompañado de la suave armonía del piano reinaba en la sala. Un hermoso conjunto de notas musicales que indicaban el comienzo del más importante y destacado baile de parejas. Caballeros y damas uniendo sus manos, acercándose al centro del salón, moviendo sus cuerpos dejándose llevar por la canción.
—¿Me concedería esta pieza, my lady? —dijo el mayordomo extendiendo su mano hacia la mujer frente a él.
—Sebastian... —pronunció su nombre asombrada por la petición.
Los ojos rojos del hombre mirando fijamente los de ________, esperando su respuesta de manera paciente y tranquila. Las manos de la mujer aceptando amable su deseo, con notables nervios y el matiz carmín sobre sus pómulos. Uno de los brazos del mayordomo rodeando su cintura, atrayéndola a su cuerpo, y entrelazando sus manos en posición para danzar.
Moviendo sus pies, siguiendo el ritmo de la melodía a su alrededor, con sus miradas conectadas sin algún intento de apartarlas. Ojos que reflejaban sentimientos, susurros halagadores y pasos emuladores al compás. En un mundo externo, donde todo su entorno desaparecía y solo existían ellos junto con el dulce canto de la música rodeándolos melodioso como aves en plena primavera.
Las últimas notas sonando, dando fin a la balada. Despertando de su mundo de ensueño, acabando su baile en la posición inicial. Conmovidos por el momento, corazones acelerados, y actos fortuitos desencadenadores de sensaciones pasionales y afectuosas. Un cariñoso beso por parte de Sebastian sobre los suaves labios de ________, efímero, de pocos segundos, expresando bienquerencia y un amor creciente a través del tiempo. Un acto de estima que daría comienzo a una pareja en mansión Phantomhive, un simple mayordomo y una ama de llaves, unidos por un sentimiento revelado en una noche de invierno durante un irreal baile ameno.
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