Capítulo 28: Una última bala directo al corazón

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—¿Estás lista, _______?

—Sí, tengo todo lo que necesito —confirmé mientras apretaba en mi bolso las cosas que me había pasado Luke.

—Solo pudimos conseguir una dosis de Ivabradina, así que solo tienes una oportunidad para hacer esto bien _______.

—Lo sé, estoy lista.

Luego de haber pasado una noche entera aprendiendo cómo inyectarme un medicamento a la vena y dónde disponer de las evidencias en los escasos segundos que tendría de conciencia luego de eso, finalmente estaba lista para marchar. Me darían un auto que se reportaría como robado, y tendría que manejar sin ningún tipo de compañía por varios estados para encontrarme a mitad de camino con Justin.

Luego, todo tenía que salir a la perfección, o era mi muerte y la de Justin las que estaban en juego.

—Mucha suerte —dijo Luke y me dio un gran abrazo antes de entregarme un celular—. Luego de cinco minutos manejando, ni un segundo antes, ni un segundo después. No puedes parar, debes manejar las 10 horas seguidas si es que el helicóptero no está disponible. ¿Crees que estarás bien?

—Dejaré que mis ganas de no morir asechen cuando tenga ganas de quedarme dormida —intenté bromear, pero Luke estaba demasiado nervioso como para tomárselo como un juego.

—Vuelve a salvo con mi hermano, _______. —me pidió, y veo en sus ojos que extraña a Aiden tanto como lo extraño yo.

—Te lo prometo. Sabes que daría mi vida por él —aseguré.

—Bueno, ¿qué tal si mejor ninguno de los dos hace promesas suicidas y vuelven a salvo?

—Lo haremos —le di un sonrisa reconfortante, a pesar de que me siento como un manojo de nervios incontrolable—, así que no te preocupes por eso.

Luke me dio una última sonrisa mientras me veía entrar al auto. En cuanto el motor rugió a la vida, empezó al show.

Salí con gran velocidad del terreno, sin una dirección en específico. Mi única tarea por los próximos cinco minutos era manejar el auto como si estuviera escapando por mi vida y no supiera dónde estaba ni adónde iba.

Y quizá no lo hacía de una forma u otra.

En cuanto los cinco minutos pasaron, tomé varias bocanadas de aire para hacer el mejor show de mi vida. Nunca había sido buena mintiendo, pero esta vez había demasiado en juego como para ser obvia. Tendría que hacerlo bien.

—Agente Bieber—respondió Justin al tercer tono.

—¡Justin! ¡Justin, soy _______! —di mi mejor voz de damisela en apuros—. Por favor, necesito tu ayuda.

—¡_______! —exclamó, y enseguida escuché varios murmullos viniendo de su alrededor—. Amor, ¿dónde estás? ¿Estás bien?

—No sé, ¡no lo sé! —mi respiración salió agitada—. Apenas he conseguido escapar. Me robé un auto y estoy en medio de la nada. ¡No sé donde estoy!

Comencé a llorar para que fuera más creíble.

—Tranquila, amor. Vamos a solucionar esto juntos. Necesito que respires y me des unos segundos. Sigue manejando y no mires atrás, vamos a rastrear la señal de tu celular.

—Apúrate, Justin, no sé si ya se dieron cuenta de lo que hice —lloriqueé.

Mientras lo único que escuchaba por la línea era gente gritando y corriendo, me mantuve gimoteando, a pesar de que ninguna lágrima era capaz de salir de mis ojos.

—Está bien, _______. Estás a diez horas en auto de nuestra ubicación. Sigue manejando, no mires atrás y acelera tanto como puedas.

—Por favor, Justin. No me dejes.

—Nunca, _______. Estamos preparando el helicóptero en este momento. Estaremos junto a ti en dos o tres horas, solo debes seguir manejando y asegurarte de que el celular siga prendido para que podamos rastrear tu ubicación. ¿Cuánta batería tienes?

—Suficiente, y hay un cargador en el auto.

—Estarás bien. Quédate conmigo al celular. Estarás bien —volvió a repetir.

Hice todo lo que Justin me dijo durante el tiempo que estuvimos hablando. En ningún momento paré de llorar, solo cambiaba de llanto horrible a lloriqueo lastimero según las cosas que Justin decía por celular. Durante las tres horas, le estuve explicando que me tuvieron en una celda sin decir nada, que me daban agua y comida y me preguntaba cosas sobre mi estancia en la CIA, tal como había ensayado por horas. Cualquier discordancia en mi historia significaba mi muerte, así que no había espacio para decir ni siquiera una palabra errónea.

Hice que mi acto fuera lo suficientemente creíble para que nadie dudara que había escapado de los radicales y que no tenía absolutamente ninguna idea de las intenciones de la CIA o las supuestas intenciones de Justin.

Había perdido la cuenta de cuánto tiempo habíamos estado hablando y yo manejando cuando finalmente Justin me dijo que me detuviera en una gran pradera cuyo pasto apenas era visible en la oscuridad de una noche sin luna. Podía escuchar el helicóptero en el cielo, así como también podía escuchar cada uno de los latidos de mi corazón y todas las razones por las que este plan era horrible, pero ya no había vuelta atrás. No había vuelta atrás cuando salí en el auto, menos había vuelta atrás ahora que el helicóptero estaba aterrizando.

Sostuve con fuerza contra mi pecho el bolso con todas las cosas que necesitaría para llevar esto acabo, casi como si creyera que el viento producido por las astas del helicóptero lo harían volar lejos y perderse en la oscuridad de la maleza.

Si lo que sabía era cierto, solo tenía algunos minutos antes de que llegaran refuerzos.

Justin fue el primero en bajarse del helicóptero. A su lado, mi padre, o quien fuera, le seguía el paso con una estoica mirada desprovista de cualquier lamento o empatía. Verlo hizo que mis instintos de supervivencia se agudizaran y mis intenciones tuvieran todo el sentido del mundo. Una ira que nunca había sentido me invadió, y saqué la pistola del bolso.

—¿Creíste que no lo sabría, papi querido? —dije con una sonrisa maliciosa y apunté al arma. Luego de meses de práctica, sabía usarla y apuntarla a la perfección, por lo que el disparo fue certero en el estómago.

—¡No! —escuché que gritó Justin y su disparo también fue certero en el centro de mi pecho. El dolor fue real, y parte de la sangre también lo era.

En cuanto estuve en el suelo, saqué la jeringa del bolso y me la inyecté con rapidez en la vena, a pesar del dolor punzante que me había producida la bala de Aiden.

Aprovechando los segundos que me quedaban, guardé las cosas en el compartimento secreto debajo del auto, al mismo tiempo que sentía mis párpados pesados. No pude evitar tocarme el pecho, sin estar segura de qué parte de la sangre era real y cuál no. De todas formas, lo averiguaríamos pronto.

O eso esperaba.

Y de pronto, todo era negro, y ya nada dependía de mí.

Era la hora de la verdad.

Ángel Guardián [Proyecto 127 #1] (Justin Bieber Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora