|16| Ánimos arrastrados

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Tan pronto el yanqui la deja a solas en el vestíbulo, Lady Cheryl no hace más que precipitarse hacia las escaleras que llevan al segundo piso y encerrarse en su respectiva habitación  para enseguida desparramarse sobre la cama. 

¡Vaya que se siente tan terriblemente con los ánimos arrastrados! Un denso nudo le tranca la garganta y empiezan a escocerle un tanto los ojos. Mismos síntomas que antes experimentaba cuando hacía tontos berrinches de niña. Pero esta vez sabe que se trata de los efectos colaterales de estar sufriendo una desilusión tan desagradable como esta.

Lady Cheryl ya ha oído por parte de las otras mujeres de su familia cómo es sufrir por un hombre. Sin embargo, nunca creyó que iba a experimentar tan amargamente este sentimiento por Derek Evanson. Oh, no. ¡Si ella ingenuamente había planeado volver a verlo para enamorarlo con dulzura y lograr casarse con él! En sus tantas fantasías nunca se había planteado resultados infructuosos. Había estado tan convencida de que lo lograría que ahora, al darse cuenta de las pocas probabilidades que realmente tiene para lograrlo, no evita agobiarse.

 Y es que, contrario a lo esperado, lo único que ha conseguido es exponerse como una patética ante el yanqui.

¡Que horror! Ha sido una bruta colosal al ser tan directa y precipitada con él. Lo más ideal para esta proeza habría sido ser muy sutil, dejar que las cosas fluyesen con ritmo, despertándole el interés poco a poco hasta conseguir cautivarlo. Pero, en cambio, ¡lo había hostigado! Lady Cheryl toma una almohada y se la  estampa en la cara, reprochándose a sí misma su estupidez. 

Pero ¿quién la puede culpar? Por un momento llegó a pensar que, teniendo el tiempo a contrarreloj, las cosas serían más sencillas si actuaba con explícita sinceridad. Sin embargo, muy tarde se ha enterado de que los Evanson estarán más a menudo en la ciudad ahora que reestablecerán el comercio en estas rutas. Si esta información la hubiera sabido ayer, mucho antes de haber sido tan espontánea cuando ambos se encontraban solos en la habitación de la criaturita, ella sin dudas no se hubiese desesperado y la historia fluiría de otra manera.

Pero ahora lo ha espantado. Y no sólo eso. En vez de provocar en Derek un esperado sentimiento de atracción, ¡más bien lo ha hecho enojar! ¿Cómo se le ha ocurrido mencionarle tan pronto el matrimonio? ¡Bruta, bruta y mil veces bruta! 

Su tía Lorraine ha tenido razón al oírle decir en repetidas ocasiones que el amor muchas veces empaña el buen juicio y hace cometer sandeces.

Lady Cheryl justo ahora no sabe si maldecir o agradecerle a aquella mujerzuela que le rompió el corazón a Derek. Pues sabe que a causa de ella y su desengaño el yanqui es como es, tan aprensivo y cerrado en sus sentimientos. Sin embargo, si ella no le hubiera decepcionado, probablemente Derek hoy hubiera estado casado con ella. De todas formas, ¡maldita sea esa mujer y lo que sea que le hizo para que ahora el hermano de su tía sea tan ogro!

Oh, la muchacha no sabe si el error que ha cometido es irreparable.Derek ahora conoce claramente sus intenciones y está hecho una furia. ¿Es que las cosas le habrían podido salir peor? Vaya sentimiento más agrio la está atenazando.

 Muy contrario al perpetuo rostro risueño que siempre la adorna, esta vez Lady Cheryl vuelve a salir de la habitación con cara decaída para cumplir con sus correspondientes responsabilidades en la mansión de su tío. 

El ánimo de la joven no mejora durante todo el día y más bien permanece desalentada, torturándose la cabeza con mil y una formas de lograr remediar su situación con el hombre. Pero su desánimo logra acentuarse todavía más cuando llega la noche y Derek vuelve a visitar South Kensington junto con  sus dos hermanos para aceptar la invitación a cenar que le ha enviado Lady Evelyn a su posada en Picadilly. Él la ignora completamente y ni siquiera la mira o intercambia una mísera palabra con ella. En cambio tiene que volver a soportar los coqueteos del bribón de Ryder, quien aprovecha los momentos en que ni el conde ni su hijo están cerca para lograr insinuársele a la joven.

Lady BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora