|39| La única alternativa

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Entrada ya la madrugada y con el cielo completamente ensombrecido, apenas unas tenues farolas estratégicamente ubicadas iluminan la zona costera del puerto en donde de pronto se ve llegar al respetable conde y al capitán americano.

Y en donde, además, a pesar de las tardías horas, aún se aprecia el trajín de personas circulando por el cementado camino del atracadero. A la vista, algunos grupillos de pescadores, algunos miembros tripulantes de los barcos aquí anclados y algunos mercaderes que desmontan mercancías.

A lo lejos, las aguas del Támesis se ven destallar gracias al resplandor de la luna que incide sobre sus violentos escarceos. En los alrededores tan solo se escuchan los huecos sonidos de las mercancías mientras son trasladades desde las embarcaciones hacia los bastimentos y desde los bastimentos hacia las embarcaciones, sirviéndose como fondo musical la bravura de la pleamar golpeando contra el malecón.

La atmósfera del puerto a horas de la madrugada puede resultar inevitablemente intimidante para aquellos que no están acostumbrados a merodear por estas peligrosas zonas. Para nadie en su secreto que es el momento y lugar preciso donde por estos lados suelen cometerse un sinfín de actos delictivos, desde homicidios y asaltos hasta montajes de operaciones ilegales y desembarque de piratería. Es por ello que a pesar de la aparente pasividad que muestra el ambiente y de seguridad marítima que dice cumplir con su trabajo de vigilancia, lo cierto es que se ha de tener mucha cautela al transitar por aquí.

Sin embargo, Landon Becket, antiguo pirata, y Derek Evanson, un veterano capitán, apenas se inmutan al llegar a la zona, pues ambos están familiarizados con estos sitios, su gente y su ambiente.

De hecho, por un instante, el refrescante y salado aroma de la costa logran disminuirle un poco los nervios al yanqui cuando se permite aspirar la brisa que les golpea el rostro fríamente.

Derek los conduce a ambos hacia la localización precisa donde durante la tarde había averiguado que se encontraba atracado el barco del loco japonés. No le queda duda de que se trata del suyo, pues apenas se estacionan frente a la esquina correspondiente del malecón cuando un esbelto y blanco hombrecillo de rasgos asiáticos les sale a la vista.

—Al fin llega, capitán. Mi amo ya se preguntaba cuanto tardaría usted en dar con nosotros—Se deja oír al instante con un ápice de malicia y burla, no dejándose amilanar por las robustas e implacables apariencias de los iracundos hombres que tiene enfrente..

—No nos hagamos perder mucho tiempo, Ghang—Le responde ásperamente el yanqui, enseguida identificando y nombrando al más cercano secuaz del emperador.

—Desde luego que no. Mi amo está impaciente por verle, capitán Evanson—Vuelve a hablar, de repente entornando sus pequeñitos ojos hacia el conde, escudriñándolo de pies a cabeza— ¿Acaso se ha sentido usted acobardado y ha sentido la necesidad de venir con compañía? ¿No cree que demuestra muy poca hombría con semejante gesto?

—Es el tío de la joven—Contesta él escuetamente—Por su cara, ya habrás de entrever que no le ha causado la mínima gracia el asuntillo de haber retenido a su sobrina. Sin dudas espera, por el bien de todos vosotros, que la muchacha esté intacta. En ese caso, ha venido únicamente a llevársela, pues ya me tenéis a mí aquí.

—La joven no ha sido agravada. Aún—Enfatiza la última palabra—Nuestra intención era tan sólo atraerlo a usted, capitán. Y por lo visto el anzuelo ha resultado. En cuanto al hombre, él deberá esperar aquí y usted vendrá conmigo.

—¿Esperar aquí? cojones—Truena Landon con esa voz característica voz suya que suena templada y a la par cargada de agresividad.

Derek, a su lado, le da un disimulado codazo a su cuñado para que se mantenga al margen.

Lady BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora