|1 |El debut de Lady Beckett

925 64 11
                                    

La taberna Le Bal Platé no puede llegar a estar más concurrida desde que los tres jóvenes lores han decidido hacerla el lugar de sus acostumbrados encuentros nocturnos.

El local ha alcanzado un notable apogeo desde que se difundió el rumor de que los escandalosos y libertinos primos Beckett lo frecuentan últimamente. Siendo hijos de quiénes son, y sabiéndose ya los controversiales y aparatosos que pueden llegar a ser, la expectación no se hace esperar allí donde un Beckett siempre hace acto de presencia.

Poco pueden disimular su contentura—y calentura—las cuatro indiscretas muchachas que sirven de camareras detrás de la barra, cuyos suspiros casi orquestan una muda sinfonía y cuyas descaradas miradas, por desgracia, pasan completamente desapercibidas ante aquellos tres atractivos ejemplares que se mantienen sumergidos en un jocoso diálogo mientras comparten una botella de brandy en una de las mesas laterales.

Y así como ellas, un buen porcentaje de las mujeres presentes también se las apañan por lograr engatusar la atención de al menos alguno de los Beckett o, en su defecto, del joven pelirrojo que les acompaña.

Pero éstos, tan metidos de lleno como están en la divertida plática que les hace desternillarse a carcajadas por momentos, poco se percatan del derroche de picardía y de los vanos esfuerzos que ejercen las damas por insinuárseles a derredor.

Uno de ellos, el menor, Oliver Beckett, de pelo castaño enmarañado y ojos que comparten el mismísimo color de un zafiro, sin dudas es el que más estimula un efecto hipnótico sobre el público femenino.

Claro que también el segundo, Preston Beckett, quien en cambio ha heredado el pelo negro de su padre y los ojos esmeraldas de su madre escocesa, es incapaz de no germinar pensamientos indecentes hasta en la más sana de las cabecillas.

Y el tercero, Asdrúbal O'Connor, que aunque no es un Beckett, su pelo rojizo y los hoyuelos que se les marcan en las comisuras de los labios suelen sacudirle las monarcas del estómago a más de una damisela.

Todos ellos unos innegables sementales, tal como a leguas atestiguan los fornidos músculos que se escapan de sus camisas ceñidas y que evidencian unas corpulencias dignas de ser alabadas. Y todos ellos, además, siendo dueños de encantadoras sonrisas que hacen jaque al corazón, ya cargan sobre sí las sonoras corrientes de rumores de ser unos auténticos donjuanes como en alguna época lo fueron sus padres.

—Venga, que de verdad no me creo que seas el más niñato aquí y seas quien mejor le haga resistencia al aguardiente. Anda, mírale los ojos a Preston, que ya parece un enajenado. Y ni te cuento yo los estragos que está dejando en mi estómago.

Dos automáticas sonrisas son esbozadas por los primos Beckett ante el comentario de su amigo.

Lo que Asdrúbal a veces olvida, aunque esto está estrictamente decretado como un secreto familiar, es que el padre de Olíver, el tercer hermano en la genealogía Beckett, hasta hace pocos años había sido un temerario líder de una banda de piratas en las rutas del Caribe y que, debido a ello, toda la educación que ha recibido Oliver desde que era un crío, en todo lo concerniente a las mujeres y a las bebidas, ha sido inculcada por aquellos rufianes que poco conocían de moderación y pudor.

Es por ello que sabe cómo hacerle resistencia incluso al más puro de cualquier licor añejo. Y es por ello que, además, a pesar de su joven edad ya tiene una bien ganada fama con las mujeres y no hay manera de que algunas noches Olíver no salga con la mano enlazada a la cintura de alguna bella damisela a quien previamente le hubiese echado el ojo.

En este sentido da honor a ser hijo de Landon Beckett, quien junto a sus otros dos hermanos, Elton y Gerald, sin dudas convulsionaron todo Londres en sus días como bribones, dejando tras ellos la secuela de un sinfín de escándalos sobre sus amoríos y sus ínfulas de Donjuanes hasta que finalmente llegaron tres mujeres que les hicieron abandonar su época de libertinaje para saborear la vida matrimonial.

Lady BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora