|30| Diagnósticos precisos

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Es domingo en la noche en Londresy la élite aristocrática hoy se encuentra reunida en Bloomsbury, disfrutando de la grata velada orquestada por Lady Spencer en su ostentosa mansión.

Todos los presenteshan sido concentrados en la espaciosa terraza del jardín, en donde una atractiva iluminación, un vasto banquete de aperitivos, una amplia selección detragos y las agradables melodías que los músicos arrancan a sus violines, seconjugan a la perfección para escenificar un ambiente muy tentador.

Los invitados, en su gran mayoría, son los jóvenes nobles de las familias reales que han venido a participar de la apenas iniciada temporada social y del ritual del cortejo de las señoritas recientemente presentadas. Es por ello que la atmósfera es jovial y alborozada. Una atmósfera que, además, se adorna de un cariz romántico en donde los mozalbetes buscan conquistar el corazón de alguna damisela y de igual manera las damiselas se proponen engatusar con sus encantos a los mozalbetes.

La dinámica de la velada ciertamente se trata de una juvenil jugarreta de flirteo y seducción entre muchachos y muchachas, en donde la intención es conocerse y compaginar. Pese a esto, un gran porcentaje de adultos también se está dando cita aquí. Muchos de ellos porque sencillamente les place divertirse en los eventos festivos y otros porque más bien disfrutan entretenerse fichando los aconteceres de la noche para exprimir chismes y desatar escándalos. Mientras que algunos tantos son los padres o demás familiares de las jovencitas arrojadas a este mercado matrimonial.

—Vaya. ¿Qué diablos haces tú aquí, viejo? —Le pregunta lord Landon a su hermano Elton cuando lo encuentra en un rincón de la pista de baile, apoyándose sobre una de las columnas de la terraza con una copa en la mano de lo que aparenta ser whisky.

—Lo mismo habría de preguntarte yo a ti, hombre—Responde el duque— Yo estoy aquí porque mi mujer ha insistido en que, ella en la finca y yo en mis oficinas, casi nunca tenemos mucho tiempo para salir a distraernos. Y con lo mucho que le gusta bailar y a mí complacerla a ella, me he dejado arrastrar. Pero, tomando en cuenta que la tuya no está todavía en condiciones de asistir a este tipo de eventos, ¿a qué debemos el honor de verte la cara por estos lados?

—También me he dejado arrastrar—Contesta agriamente el conde, también apoyándose al otro lado de la columna — Pero por nuestra querida Cheryl.

—¿Por Cheryl? ¿Es que nuestra pequeña muchacha ya no tiene bien sabido que puede acudir sola a cualquier sitio sin alguna supervisión adulta porque técnicamente ella ya es una adulta? ¿O es que acaso Gerald te ha encomendado la tarea de echarle el ojo?

—Si vengo a trocharle el cortejo es porque ella misma me lo ha pedido—Se justicia él—La pequeña ni siquiera tenía ánimos de venir. Tan solo se convenció en hacerlo después de que mi esposa le soltara un persuasivo discurso del porqué debería asistir a las veladas sociales para al menos causar buena impresión, aunque no tenga intención de casarse aún. Y después que, además, su madre le enviara una carta desde Bath exigiéndole venir porque lady Spencer es muy amiga suya y le ha pedido muy expresamente que motive a su hija en hacer acto de presencia porque es una de las jovencitas más esperadas.

—Entonces es cierto eso de que realmente no quiere ser cortejada aún—Chasquea la lengua y sorbe un poco del contenido de su copa—Veamos si entiendo. ¿Cheryl te ha pedido que vengas a espantarle los pejelagartos?

—Básicamente mi misión aquí es ponerle mala cara a todos los que se acerquen a pedirle una pieza de baile y, a mayor efecto, intercambiar algunas palabras poco amistosas con algunos de ellos. Acojonarlos.

—Vaya. Andas ocupándole el trabajo a Gerald y ensayando para cuando te toque a ti con la pequeña Astrid—Resume el otro

—Por cierto, ¿donde está tu mujer que no la veo junto a ti? —El conde aprovecha a un mozo que cruza con una bandeja de copas y toma una de ginebra para sí.

Lady BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora