|32| ¿Un lienzo gris o con colores?

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Dejando a los tres hombres estupefactos y tragándose toda su palabrería, lady Beckett se encamina hacia la puerta y los deja a solas.

-Que me aspen, joder. ¿Qué labia has utilizado con mi sobrina para que se haya interesado en ti, Evanson? -Truena Lord Landon.

-No se sí habéis asimilado bien el asuntillo como para entender que quien está encaprichada es ella y que yo he tomado una postura lógicamente evasiva.

-Hace rato admitiste que te parecía atractiva.

-Eso no significa que yo corresponda a su interés. Maldición. Dejadme ir antes de que realmente sucumbir a las ganas que tengo que cobrarme los moratones que doy por sentado que me habéis dejado en la cara.

-Estás mintiendo, yanqui. Había algo más en la forma en que estabas mirándola cuando bailabais y...

-Si os quedáis tranquilo, señores, os aseguro que por más atractiva que me parezca esa chiquilla, sería incapaz de tocarla. Y voy a seguir desalentándola como lo he hecho desde el primer momento en que me confesó su capricho por mí. Es lo único que puedo hacer al respecto. ¿os conformáis?

-Más te vale, Evanson-Interviene lord Elton-Porque has de saber muy bien que mi sobrina no puede ser para ti.

-No es como si yo quisiera tener algo con ella, joder. Así que perded cuidado.

La rotundidad del yanqui consigue ablandar a los Beckett y finalmente convencerlos.

-Perfecto. Porque no quiero verme en la necesidad de quitarle a mi esposa uno de sus hermanos.

Y sin más, lord Landon le clava una última mirada severa a su cuñado antes de enfilarse hacia la salida.

Lord Elton, por su parte, da unos pequeños pasos hacia el yanqui y suelta un bufido cuando le da unas palmaditas amistosas en los hombros.

-A la vista de haber sido este un terrible malentendido para ti, lamento que hayas sido víctima de nuestras especulaciones, Evanson. De lo que no me excusaré es de los moretones que efectivamente tienes pintados en la cara. Entenderás que no ha sido la mejor manera de referirte a mi sobrina, a pesar de que tuvieras la razón. Sin embargo, créeme que el rojo le pega muy bien a tu piel.

Totalmente encolerizado, Derek se limita a guardar silencio y ver como el segundo Beckett también sale de la habitación.

Habiendo abandonado la pequeña sala de billar, los hermanos Beckett intentan recobrar la compostura respirando hondamente el frescor de la brisa nocturna que se filtra en el jardín de la mansión de lady Spencer.

-Esto es algo que desafía el buen juicio. No hay razón lógica para que Cheryl realmente sienta algún mínimo interés por ese hombre. ¿Has visto cómo ni siquiera ha titubeado en confesárnoslo sin reparos? Te juro que estoy pasmado con esa chiquilla-Expone el conde, suavizándose la tela del chaqué que trae puesto.

-Gerald sin dudas hubiera convulsionado de haber presenciado la escenita-Secunda lord Elton.

-Y habría matado al yanqui a sangre fría. Por cierto, creo que hemos sido demasiado condescendientes con él, ¿piensas que deberíamos volver y...?

-No, hombre. Me jode admitir que tu cuñado se veía igual de perturbado que nosotros por la conducta de nuestra sobrina. En este caso, para mi desgracia, no creo que realmente él haya motivado por cuentas propias ese interés que la pequeña ha aflorado por él. Parecía hasta agobiado, joder.

Ambos hombres se tambalean cuando el yanqui, saliendo a toda ostia de la caseta en cuya entrada ellos siguen estacionados, no duda en golpearlos violentamente con sus hombros al pasar. No hacen más que sonreír y dejarlo ir, pues piensan que es lo mínimo que Derek ha podido hacer para desquitarse.

Lady BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora